7 - Sus labios. Parte I 🌊

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𝓢iete horas atrás, el peón se había enfrentado a la reina en la que parecía ser la jugada definitiva en una partida de ajedrez

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𝓢iete horas atrás, el peón se había enfrentado a la reina en la que parecía ser la jugada definitiva en una partida de ajedrez. Como tal, esperaba que Alyssa saltase sobre mí y me hiciera desaparecer del tablero de juego, pero contra todo pronóstico lo que recibí fue una tregua.

Al fin mi vida iba recobrando poco a poco la estabilidad que necesitaba. Alyssa suponía una pieza importante en mi día a día ya que, aunque últimamente no lo pareciera, éramos amigas íntimas. Una amistad un poco extraña, con sus más y sus menos, sus diferencias y particularidades, pero éramos amigas a fin de cuentas y eso es lo que importaba.

Con ese buen rollo en el cuerpo y la mochila de las preocupaciones un poco más vacía, abandoné el instituto por mi propio pie a través de la entrada principal.

Raro era el día en el que regresaba a casa con mi padre. Él, como director del instituto, tenía la percepción de que si algún profesor se excedía de sus horas de trabajo él también debía quedarse en el centro. Supongo que se veía a sí mismo como el capitán del barco, debiendo ser el último en abandonarlo. Por mí estaba bien, así me dejaba respirar un poco, pero me sabía mal por mi madre. Cada vez se veían menos.

—Odette, espera.

Me detuve en mitad de la calzada, esquivando a la marea de alumnos que abandonaban el instituto y arrastraban a Simon hacia mí. Hoy traía un look de chico malo que le hacía verse más atractivo que de costumbre, si es que eso era posible. Con el cabello despeinado y esa camiseta negra ajustada a su cuerpo, casi conseguía que se me saltasen los ojos y rodasen por la carretera.

—Creía que no habías venido a clase. Como hoy no te vi en todo el día. —Le saludé a mi modo, tratando de mantener la mirada firme en sus ojos. Diablos, esa camiseta suya ejercía una fuerza magnética contra la que era muy difícil luchar.

¡Ojos arriba, Odette, arriba!

—Me echabas de menos, ¿es eso? —Con unos aires de chulería poco comunes en él, Simon alzó su mano derecha, llevando las yemas de sus dedos a un lateral de su cabeza y desde ahí los arrastró, fingiendo peinar sus cabellos hacia atrás.

—Puede ser, pero solo un poco —contesté con naturalidad, aunque empezaba a ponerme nerviosa—. ¿Qué haces por aquí? ¿No has venido en coche?

—Mi padre necesitaba llevárselo al trabajo, así que he venido con Casper —comentó con desgana, arrugando hasta el último músculo de su cara—. ¿La parte mala? Que he tenido que madrugar más que de costumbre. ¿La buena? Que podré acompañarte a casa.

—¿A casa? ¿Caminando?

—Claro, aún no he aprendido a volar —añadió en tono jocoso, a lo que respondí dándole un codazo en las costillas—. A menos, claro, que no quieras que lo haga.

—¡Sí, quiero! —declaré con tanto énfasis que parecía que me había pedido matrimonio—. Es solo que me tomó por sorpresa.

Después de aceptar su ofrecimiento empezamos a caminar en dirección a mi casa, siendo yo la que lideraba la marcha en todo momento. Era un alivio saber que Simon no tenía ni idea de por dónde se iba, pues eso significaba que nunca había estado en ella.

Anatomía del chico perfecto [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora