Vanidad

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¡Hola a todos!

Éste es el primer fanfic que subo de KnY y bueno...arrancamos con algo poco convencional haha la verdad me llamó la atención el poco material que hay acerca de las lunas superiores y de Muzan, por lo que no podía ser menos y aquí me tienen (?)

Kimetsu no Yaiba no me pertenece, es obra de Koyoharu Gotohe. Sólo escribo por diversión.

Aquí vamos.

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Akaza no iba a mentirse a sí mismo cuando sintió la tensión en el aire, la opresión en el pecho y el entumecimiento en las extremidades producto de los nervios apenas puso un pie dentro del palacio infinito. Estaba completa e irremediablemente aterrado, tanto, que ni siquiera desvió la mirada hacia Kokushibo o Doma, de rodillas delante suyo. Se limitó a desplomarse en el suelo junto a ellos de manera un tanto exagerada, su torso inclinándose hacia el mismo lado que apuntaban las cabezas de aquellos dos idiotas que, sin observarlos directamente, sabía sufrían un sentimiento parecido al que lo carcomía a él en ese momento.

¿Estaba sudando? Sí, incluso la transpiración le caía por los costados del rostro. ¿Era de los nervios, o por el esfuerzo que había estado haciendo antes de llegar allí? Probablemente una combinación de ambas cosas. Sus ojos se limitaban a mirar sus manos apoyadas en el suelo, sin atreverse a levantarlos e inspeccionar su alrededor. No necesitaba ver a las otras dos lunas superiores para saber que, si bien no estaban cuerpo a tierra como él, tenían la vista clavada en el piso sin omitir el más mínimo sonido. Ni siquiera Doma se había atrevido a saludarlo, a gastarle alguna broma de las suyas.

Así de grave era la cuestión y, probablemente, era su culpa.

Si sabía que su señor los había invocado y conocía el carácter impaciente que poseía, ¿por qué había osado demorarse, ignorar su llamado inmediato y terminar la tarea que se le había encomendado? Quizás porque había sido el mismo Muzan quien le había ordenado limpiar aquel distrito de demonios inferiores y cazadores indeseables y no quería presentarse ante él con las manos vacías. ¿Cómo iba a saber que eran tantos y tan revoltosos? No había sido difícil, para nada. La mayoría eran demonios que apenas y si habían logrado engullir una decena de humanos y los cazadores parecían todos niños sin experiencia. Sin embargo, habían intentado darle pelea a él, una luna demoníaca superior...¿quién podría llegar a juzgarlo a la hora de divertirse y también, de alimentarse? Si hubiese sido una noche normal como cualquiera otra podría haber prolongado aquello hasta momentos antes del amanecer, entonces...¿cómo, en plena faena y con el trabajo hecho a la mitad, iba a intuir que Muzan justo iba a invocarlos?

Aceleró el proceso todo lo que pudo sin dejar agujeros, sin permitir que nadie escapase. La labor debía ser impecable, intachable. Era algo sencillo pero que requería presteza y responsabilidad, y Akaza se sentía orgulloso en poder afirmar que poseía ambas virtudes y que Muzan las había reconocido, de alguna manera.

Sin embargo, por muy irreprochable que hubiese sido su tarea era completamente injustificable que hubiese sido impuntual. Era consciente que estaba reteniendo el aire en sus pulmones sin atreverse siquiera a soltar el resoplido que pugnaba por escapar de su garganta, mezcla de ansiedad y resignación por el castigo seguro y ejemplar que recibiría por semejante falta de respeto. No lo sabía, no lo había visto, pero sabía que Muzan estaba allí, en alguna parte del palacio infinito. No se hallaba precisamente frente a ellos, pero Akaza conocía demasiado bien aquella sensación asfixiante y dominante que marcaba la presencia del otro, cualquiera fuese la posición que ocupase allí dentro.

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