Sobrevivir.
El objetivo más primario de todo ser vivo, su premisa fundamental durante aquel milenio de existencia que ya había atravesado y que, desde la nueva perspectiva que se presentaba frente a sus ojos, habían sido sólo un suspiro.
Muzan Kibutsuji lo veía claramente, tanto como si pudiera predecir el futuro: su presencia en la tierra sería eterna, la perfección a nada de ser completada. Su regencia tanto sobre demonios como sobre humanos, absoluta e indiscutible.
¡Tantos siglos buscando la respuesta, la solución de su única debilidad, para que el recurso que tanto había ansiado estuviese allí a su alcance, más cerca y más fácil de obtener que nunca! ¿Cómo podría haber imaginado que aquella niña humana que se había rebelado a su mandato luego de transformarse en demonio era la llave, la pieza que había faltado todo aquel tiempo para que finalmente pudiese reinar tanto en la noche como durante el día?
Se sentía eufórico al punto de la demencia; ni siquiera le importó acabar con la vida de las humanas que utilizaba para camuflarse entre aquellos seres despreciables. Ni siquiera echó un último vistazo a sus cuerpos antes de alimentarse de lo que quedaba de ellos. Desechables, completamente reemplazables. ¿Cómo podría llegar a sentir algo similar a la empatía con semejantes criaturas insolentes?
Ahora, ante la nueva perspectiva que se abría ante Muzan, consideró que ya no necesitaría de aquellos humanos que había elegido de forma desdeñosa para cubrirlo si llegase a hacer falta; ni siquiera serviría intentar controlar sus mentes para que olvidaran su recuerdo, sus cerebros probablemente ya estaban bastante quemados por la manipulación ejercida y como sustento alimenticio tampoco tenían mucho que ofrecer...
En medio de su furor, recordó fugazmente que había enviado a Akaza a custodiar a aquellas criaturas. Sí, podría ofrecérselas como recompensa, que hiciese con ellos lo que quisiera...frunció el ceño al acordarse que Akaza no eliminaba ni se alimentaba de mujeres. Arqueó las cejas e intentó no resoplar, harto de rodearse de inútiles. Akaza era leal y diligente, la luna superior en quien más confiaba, si es que lo hacía con alguna de ellas. Sin embargo, aún estaba infectado por aquellos sentimientos tan humanos que le generaban rechazo e incluso asco. ¿Cómo un demonio que había logrado alcanzar y manejar ese nivel de poder aún podía sentirse impelido en no dañar humanos?¿Es que acaso no se alimentaba de ellos también?
Su entusiasmo descendió un poco debido a la molestia que aquel pensamiento le generó. Akaza era tan útil, ¿cómo era posible que fuese tan estúpido? Le indignaba que después de tantos años sirviéndolo aún no tuviese claro cuál era el objetivo de su existencia. Incluso ahora, con el nuevo panorama frente a él, frente a ellos, Akaza iba a tener que comprender que era superior a los demás e iba a tener que cambiar de actitud si quería seguir a su lado.
Seguir a su lado, qué juego desafortunado de palabras. Durante tantos años había conocido a todo tipo de personajes, tanto humanos como demonios. Pocos de ellos habían llamado su atención o al menos, muy pocos habían logrado permanecer a su lado, a estar a la altura de las circunstancias. Por eso casi todos ellos habían pasado a ser parte de un recuerdo banal, la mayoría olvidados para siempre, sepultados tal vez en la memoria de alguien más.
Sin embargo, las lunas superiores se habían mantenido en pie sin ser derrotadas ni reemplazadas por más de un siglo. No sentía precisamente orgullo porque era lo que se esperaba de ellos, pero sí quizás un dejo de simpatía.
No con todos, por supuesto.
Odiaba el término, pero debía admitirse a sí mismo que Akaza siempre había sido especial. Aún recordaba su primer encuentro, la ferocidad y el salvajismo que un humano había demostrado y que lo habían atraído convencido de que aquel ataque brutal era obra de un demonio. Qué decepción, y qué maravilla había sido comprobar que no era así. Una criatura tan débil y pusilánime como un humano había sido capaz de asesinar sólo a golpes a 60 personas en una sola noche...y allí había estado frente a él, ignorante y suicida, atacándolo, desafiándolo como si otro de aquellos muñecos inservibles y sin gracia se tratara.
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Corona de Espinas
RomanceAkaza desconocía ser capaz de experimentar sentimientos tan humanos como aquellos, tan impropios para los suyos. Muzan lo sabía mucho mejor que él, orillándolo a sus propios límites. Akaza x Muzan...o Muzan x Akaza, ya lo verán (?) R+18