Akaza no tenía demasiado conocimiento acerca de los poderes y técnicas de sangre demoníaca de las demás lunas superiores y no es que en aquel momento en específico comenzara a interesarle; le bastaba con conocer y perfeccionar los suyos para ganar más poder y cumplir las misiones que le eran encomendadas.
Sin embargo, un dejo de curiosidad ansiosa se apoderaba de su mente cada tantos segundos cuando experimentaba en carne propia los estallidos de poder de Muzan, en algún sector distante — o no tan distante — de aquel palacio infinito. La técnica de sangre de Nakime era, como mínimo, llamativa y muy molesta. Akaza no la envidiaba, para nada...pero sí le incomodaba en ciertas ocasiones no comprender el mecanismo o patrón por el cual las habitaciones, escaleras, suelo y techo cambiaban de ubicación o tamaño con cada nota musical que emitía, y sabía no era el único. Doma se hallaba apoyado en una de las tantas paredes de aquel sector, unos dos o tres niveles por encima de donde se encontraba Akaza; su postura era resuelta y despreocupada pero, como Akaza, lo que al principio era cierta curiosidad que se había transformado en fastidio e impaciencia, ya había mutado en una ansiedad y temor bastante bien fundados.
Porque ambos sabían o intuían que Muzan estaba furioso. Lo sentían en el aire, en las paredes, incluso en la sangre. La sensación de inquietud y zozobra crecía como un incendio incontrolable desde su pecho, expandiéndose por sus extremidades y su mente. Aquello debía de estar relacionado con el lazo que compartían con Muzan y, por eso, no le cabía duda alguna que el idiota de Douma estaba experimentando el mismo resquemor que él, ambos en silencio en la casi penumbra de aquel sector desierto del palacio infinito. ¿Por qué estaban allí en primer lugar? Porque indirectamente, la habían cagado. Displicentemente y restándole una importancia que en sí había sido vital, las lunas superiores habían dejado en manos de lunas menguantes la trabajosa tarea de toparse con algunos pilares acompañados de cazadores de demonios que eran de interés para su señor. ¿Por qué lo habían hecho? Probablemente porque uno había pensado que otro se haría cargo y así, ninguno lo había terminado haciendo. La comunicación no era el fuerte de los demonios, mucho menos el trabajo en equipo.
Y así había sido como la sexta luna menguante fue aniquilada aquella noche.
El instrumento sonó nuevamente a lo lejos; ansioso, Akaza re dirigió el peso de su cuerpo a la otra pierna sin saber exactamente qué hacer. Por cuenta propia, Douma y él parecían haber tenido en mente la misma idea suicida: presentarse ante Muzan y rendir cuentas de su error. Al parecer eran los únicos dos que se habían atrevido a hacerlo, quitando a Nakime. ¿Había sido un error haberlo hecho de forma tan repentina? Sí y no. Sí, porque probablemente Muzan no estaba del mejor ánimo para aceptar ningún tipo de explicación y no, porque mientras más tiempo dejaran correr, peor sería el castigo.
— Por favor, qué espanto.
Un suspiro angustiado escapó de los labios de Douma, allá a lo lejos. Akaza no se molestó en contestar su frase sin contexto; la tercera luna superior no conocía personalmente a las lunas menguantes, pero podía predecir que Muzan estaba con ellos en alguna parte de aquella vasta fortaleza. No los conocía pero podía sentir la presencia de otros demonios allí dentro y ninguno era una luna superior; aquello sumado a la ira que desprendía el aura de Muzan...no había que ser demasiado inteligente ni comprender a la perfección la dinámica con la que se manejaban para saber que aquello, probablemente, estaba siendo una carnicería.
¿Por qué? No lo sabían y en verdad, Akaza quería evitar un enfrentamiento directo. En su fuero interno y con cierto dejo de vergüenza hacia sí mismo, deseó con egoísmo que la muerte de aquellas escorias débiles aplacara la furia de su señor para cuando ellos — él — tuviesen que enfrentarlo cara a cara...
— Douma.
—Voy.
La voz etérea y anormal de Nakime surgió de la misma nada; Akaza no podía verla y nada tenía que ver con la poca luz que allí se filtraba. Ante el llamado, aquel idiota presuntuoso cambió de posición por su propia cuenta y por el acorde del instrumento, los niveles superiores cambiando nuevamente.
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Corona de Espinas
RomanceAkaza desconocía ser capaz de experimentar sentimientos tan humanos como aquellos, tan impropios para los suyos. Muzan lo sabía mucho mejor que él, orillándolo a sus propios límites. Akaza x Muzan...o Muzan x Akaza, ya lo verán (?) R+18