11. Voto de confianza

37 10 0
                                    

No soy el tipo de personas que cree en estas cosas, pero no puedo evitarlo es como si el universo quisiera decirme algo.

Pero ¿Qué?

Miro de reojo a Emanuel y él luce feliz, claro es natural ya que su deseo sí se cumplirá.

Me carcome la curiosidad. —¿Tu qué pediste?

—No puedo decírtelo. —Responde con tranquilidad.

—Sí puedes, total tu sueño si se hará realidad.

—Algún día lo sabrás, no seas impaciente.

—Impaciente es mi segundo nombre. —Apunto con desespero, pero él no responde.

¿Estoy siendo egoísta?

Quizá solo un poco. Debería estar feliz por Emanuel no celosa de él.

—Perdón. —Susurro entre dientes.

—No tengo nada que perdonarte. —Anuncia con ternura.

—Yo me puse celosa cuando debí sentirme feliz por ti. —Lo contradigo.

Me atrae hacia él para estrecharme entre sus brazos. —Te quiero. —Musita en mis oídos.

Por alguna razón me siento conmovida ante sus palabras, hace mucho tiempo que no pasaba por un momento tan bonito como este.

Dejando todos los pensamientos que catalogan a Emanuel como una mala persona, correspondo su abrazo y dejo caer las dudas que me asechan diariamente, si él llega a fallarme estaré complacida de haberlo querido.

Voy a darle a este chico mi último voto de confianza.

—Te amo. —Sin poseer tiempo para detener mi voz, esas palabras salen al aire casi en un suspiro.

—Yo también te amo. —Replica abrazándome aún más.

Sinceramente no quiero que este momento acabe, porque es totalmente perfecto, me encuentro rodeada de todo lo que me gusta, abrazando a una persona que se ganó mi cariño sin pretenderlo.

—Sé que no quieres irte, pero debemos irnos. —Menciona el.

Levanto mi mirada y hago un puchero. —¿Seguro que no podemos? —Cuestiono triste.

—No, porque aprovecharías esta soledad para robar mi inocencia. —Su comentario me hace sonrojar.

¿Robar su inocencia?

¿Acaso ese es el concepto que tiene sobre mí?

Me aclaro la garganta. —No quiero que pienses que soy una chica fácil, porque no lo soy.

Se ríe. —¿Chica fácil? Yo nunca pensaría eso de ti Elena. —Acaricia mi mejilla. —Míranos ya llevamos un buen tiempo conociéndonos y no he podido hacerte nada.

Me quedo callada por unos instantes.

—¿Qué quieres hacerme? —Interrogo nerviosa.

—No es algo que te diría verbalmente, es decir, soy más de hablar con mis acciones.

Mis nervios aumentan.

—¿Ahora mismo? —Pregunto bobamente.

—Tranquila Elena, pasará. —Besa mi frente.

—Sé que pasará, pero como tú siempre hablas de que no sabes cuándo morirás y esa mierda, creí que, bueno. Tu entiendes. —Balbuceo inquieta.

Me toma por los hombros. —Tranquilízate, estás temblando. —Comienza a burlarse de mí.

¿Por qué diablos estoy tan nerviosa?

No es algo propio de mí, al contrario, siempre me gusta estar en control de todo lo que me rodea.

—Lo siento. —Me disculpo sin saber por qué.

Emanuel toma mi rostro en sus manos y me mira fijamente. —Te vez hermosa cuando estás nerviosa.

Levanto mis cejas inconscientemente. —¿Quieres que nos besemos? —Estúpida, regaña mi mente.

Tengo que dejar de preguntarle cosas tan bobas, él solo sonríe y me besa como respuesta.

Cuando estoy con él mi comportamiento se desbarata, nunca en mi vida le había pedido a un chico que me besara y sinceramente esperaba no hacerlo jamás, sin embargo, verlo ante mí con su cara de ángel me impulso a hacerlo.

—Debemos irnos Elena. —Menciona apartándose de mí.

Emanuel Villanueva

Hace tanto que no me sentía vivo de verdad, hace tanto que no disfrutaba en verdad la compañía de una chica, ella es tan diferente, alocada, demasiado despistada, pero sobretodo hermosa.

Nunca he sentido la obsesiva necesidad de cuidar tanto a alguien, con verónica era sobreprotector, pero no al exceso.

Sé que Elena es fuerte y sabe cómo cuidarse sola, pero quiero ser parte de eso, quiero ser parte de su vida, y si quiero hacerlo debo ser sincero con ella, debo...Contarle la verdad.

Desearía tener el poder de cambiar el pasado y no haber tomado las decisiones que tomé, desearía haber sido valiente para afrontar el dolor de forma distinta, pero ya es demasiado tarde.

Incluso si no puedo cambiar el pasado, lucharé para cambiar el futuro y si ella no me perdona igual la seguiré queriendo.

Observo a Elena por encima de mi hombro y va contando autos otra vez, se ve tan inocente, emocionada, como una nena de cinco años, es tan tierna y ni siquiera tiene que esforzarse por serlo.

—Otra vez en tu conteo de autos. —Ella me mira rápidamente.

Frunce ligeramente su ceño. —Como alguien llamado Emanuel no me habla. —Hace énfasis en mi nombre. —No tengo otra opción que ponerme a contar autos.

—Elena, tengo una hermanita. —Menciono cambiando radicalmente de tema.

Ella no se molesta en ocultar su asombro y me anima para que continúe hablando.

—Se llama Kayla tiene 8 años, pero no vive conmigo vive con los abuelos en Estados Unidos.

—Tienes una hermana, eso no me lo esperaba. —Se detiene y vuelve a hablar. —¿Puedo hacerte una pregunta incómoda?

—De igual forma siempre la harás. —Me encojo de hombros.

Me encanta molestarla y ver como se enfurece con tanta facilidad.

Rueda sus ojos. —Ya no.

Con esa cara tan linda, no puedo tomarme enserio su supuesto enojo.

Hago lo que ella menos espera y en un movimiento rápido le dejo un beso en los labios.

Su rostro cambia de "enojo" a vergüenza en cuestión de segundos, me encanta el efecto que causo en ella con tan solo una acción.

—Vamos cariño, haz tú pregunta incómoda. —La animo.

Ahora se ha puesto más roja y puedo adivinar que fue porque use la palabra "cariño".

—Emanuel ¿cómo fue que fallecieron tus padres? —Suelta directamente.

Me remuevo en mi asiento incómodamente no era la pregunta que esperaba, pero sabía que en algún momento debía llegar.

—Es una larga historia. —Resoplo. —¿Enserio quieres escucharla? —Interrogo esperando que cambie de opinión, pero al contrario asiente y se remueve buscando una posición más cómoda.

Amor Fugaz ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora