Los rayos de sol entraban por la ventana junto con una dulce brisa, algunas hojas lograban colarse cayendo en el suelo. Admiraba cómo las traía adentro de mi habitación, era una costumbre ver esa acción todos los días. Era lo único que me hacía sentir que no estaba encerrado en estas cuatro paredes.
Tener la ventana abierta suele ser peligroso aunque no entiendo que puede tener de peligroso recibir los rayos de sol, la brisa matutina y el canto de los pájaros al despertar. Después de todo no puedo ni levantarme de esta cama sin ayuda.
El desayuno fue traído hacía mi cama por la sirvienta Adelean, tan pronto como vino se fue sin poder decir gracias. Mi enfermedad no es contagiosa, no tiene por qué huir, no se morirá por verme a la cara o recibir una palabra mía.
Mire el desayuno desganado, tomé el cubierto empezando a comer, no quiero tener que ser obligado a ingerir alimento.
A pesar de todos mis ruegos hacia mi padre no logro hacerle entender sobre mi enfermedad.
Mi enfermedad no posee cura, no han logrado identificarla y la han clasificado como terminal. Mi padre cree que son patrañas y cada que puede despide y contrata nuevos médicos que según él puedan hacer milagros. Cada médico que viene dice lo mismo, ¿por qué mi padre es el único que no quiere entender?
Ah, sí. Por el honor de esta familia.Mi destino es la muerte, ya lo acepté, él debería hacerlo.
Solté el utensilio tocando mi pecho que se contrajo y una fuerte tos me atacó sin parar, tiré el desayuno en el proceso de jalar la cuerda que informa al médico, la jalé varias veces sin dejar el dolor que me producía. Poseía lágrimas deslizándose por mi cara sin poder quitarlas, lo odiaba, lo odiaba.
La puerta se abrió y entró el médico, rápidamente empezó a socorrerme. Mi campo de visón fue nublado ante mis lágrimas y el dolor, esto era una tortura, lo odiaba, ¿cuál era la necesidad de seguir sufriendo? En primer lugar, ¿por qué tenía esta enfermedad incurable?
Algo debí haber hecho en mi vida pasada para tener tal sufrimiento en esta vida.
Las puertas no eran tan gruesas como creían mi padre y mi médico. Podía escuchar su discusión, la cual terminará en un desenlace frecuente.
— Entienda, Señor Orcepez. La enfermedad de su hijo no posee cura, solo le traerá desgracia al señorito si sigue así —Lo he aceptado, pero que escucharlo es horrible, más de una médico.
— ¡Usted es el incompetente! —mi padre le gritó acusándolo—. El miserable de mi hijo debe vivir, pues para mi desgracia es el único con magia de tierra de mis hijos.
Por supuesto, era la única razón por la que mi padre contrataba a los mejores médicos.
— ¡Está despedido! Contrataré a alguien con magia herbolaria. Se largará cuando el nuevo médico llegué.
— Como usted diga —contestó el médico, sus pasos se alejaron del lugar.
Otro médico despedido, he perdido la cuenta de cuantos han sido despedidos por mi padre al no ver que mi salud mejore.
La familia noble Orcepez es conocida por su gran nivel mágico, como las otras familias nobles, y poseer la magia de Tierra. Por razón desconocida, de los 3 hijos, solo yo la poseo pero mi defecto es tener esta incurable enfermedad desconocida.
Al parecer el honor de la familia se vería afectado si la cabeza de los Orcepez no poseyera la magia de Tierra. Una estupidez a mi parecer, no es como si realmente la magia se heredera. Te toca aleatoriamente, ella te escoge. Mi padre esta obsesionado con el honor de la familia, así como lo hizo la familia Pultec que entendió por fin cómo funciona la magia.
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Sigue Las Flores
Historia CortaKeleo padece de una enfermedad que lo postra en su cama si no recibe habilidad mágica curativa, es perteneciente de una familia noble del reino Harmoc. Su padre ha contratado a un joven médico egresado para que lo cuide y prospere. Keleo duda de qu...