19 de diciembre de 2018
—¿Jake? ¿Dónde estás, bebé? Llevo esperando dos horas, pensé que llegarías temprano —una voz femenina se escuchó una vez tomó la llamada en su auto.
—Perdón, bebé, pero el tráfico está de locos. Creo que las compras navideñas se atrasaron un par de semanas —soltó una risa.
A lo lejos se podían escuchar los cláxones de los autos que estaban varados en una de las avenidas concurridas de la gran ciudad de Nueva York. Había ido a comprar algunas cosas para la cena de esa misma noche, pero no contaba con las personas haciendo sus compras navideñas a primera hora de la tarde.
Iba a tener una cena navideña con Susan, su novia de algunos meses. Nunca habían tenido problemas, ni levantado la voz. La chica era de esas personas que tienen un aura bastante agradable, tal vez era eso lo que había enamorado a Jake; sin embargo, todo lo bonito tiene algo detrás. Su exnovio era un acosador de primera y no la dejaba en paz. Recordaba que Susan jamás le había dicho el nombre de aquella persona, pues no quería causar problemas entre Jake y el otro, entonces acalló y guardó ese nombre para sí misma.
Siempre pillaba a Susan gritar por el celular mientras él estaba en el estudio y, de vez en vez, salía a la cocina por un vaso de agua. La encontraba algo agitada en el celular, es por ello por lo que siempre daba la media vuelta y volvía a esconderse en el estudio a escribir.
Jake era un escritor, no tan bueno ni tan reconocido, pero cada vez que le leía algo a Susan, ella decía que era lo más hermoso que había escuchado y para él era lo único que importaba. En sus 10 años como escritor, ha publicado dos libros no tan famosos, pero ha obtenido un par de regalías y ganancias por las pocas ediciones que se han vendido.
Y aquella tarde de un miércoles poco soleado, no esperaba encontrarse ni vivir lo que aconteció horas más tarde que llegó al pequeño apartamento donde Susan y él vivían.
—Ok, sólo llega a salvo, Gyllenhaal —sabía que la mujer había sonreído en el celular, haciéndole sonreír igualmente.
Colgó.
El tráfico iba esparciéndose más y más, y las dos horas más desesperantes de su vida desaparecieron al dirigirse al edificio con más tranquilidad.
El sol se estaba escondiendo ya, eran las seis de la tarde aproximadamente y la nieve no se hizo de esperar. Cómo le agradaba aquella época, además que hoy era un día especial. Recordó que hacía no menos de una semana, Susan estaba emocionada, repitiéndole una y otra vez la sorpresa que le tenía preparada a Jake aquella misma noche de su cumpleaños.
38 años y se sentía joven aún.
Estacionó el auto, apagó el motor, agarró las bolsas de las cosas que había comprado y bajó. Se dirigió a la puerta principal del edificio y abrió la reja que separaba la puerta principal. El vecindario donde vivían, los asaltos a casas eran algo comunes, fue así como todos los que vivían dentro del edificio decidieron poner una reja para asegurar más el lugar.
Subió por el elevador, y cuando hubo llegado a la puerta de su apartamento presintió que algo no estaba bien. Abrió la puerta con la llave, sin embargo, ésta no tenía seguro. Algo no andaba bien. Entró al apartamento, las luces estaban encendidas, no olía a quemado, no había forcejeo, no había nada, pero algo en su mente le decía que nada de esto estaba bien.
Avanzó, cerró la puerta detrás de él y caminó por el pequeño pasillo. La sala estaba en orden, se dirigió a la cocina y todo estaba bien. Dejó las bolsas en la pequeña mesita que estaba dispuesta en el centro de la cocina y, con pasos sumamente lentos, fue a la habitación principal. La puerta estaba cerrada, algo raro, aunque hubiese un baño integrado, Susan nunca dejaba la puerta cerrada cuando se bañaba.
Sus manos estaban temblando y no precisamente por el frío que estaba inundando la vivienda, eran escalofríos.
—Mierda —gruñó.
La puerta estaba abierta, en la cama estaba el cuerpo de Susan bocabajo, desnuda. La cobija azul marino estaba teñida de otro color. El marrón se extendía por toda la cobija. Y la desesperación lo atacó enseguida.
Volteó el cuerpo y en su estómago y pecho había un par de disparos, el cuerpo inerte sobre sus brazos mientras la sangre escurría, ensuciándolo.
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—¿No sabe quién pudo haber sido? —un oficial preguntó por tercera vez.
—Ya le dije —su voz sonaba distante, ronca por haber gritado y llorado. —No lo sé. Su- su celular no estaba —un sollozo se hizo presente.
—Ok, señor Gyllenhaal, estaremos en contacto, ¿por qué no se da un par de días fuera de la ciudad? Ya sabe, algo tranquilo para usted.
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24 de enero de 2019
Un mes había pasado ya y seguía como un vívido recuerdo, en sueños, en pesadillas. Sus ojeras estaban presentes, ojos amarillentos y rojizos, cansados.
Sus manos no se permitían ya a reaccionar. Los últimos días ha estado sentado, escribiendo sin parar en su Mac. Llevaba más de 20,000 palabras escritas ya. Lo mejor que podía hacer era escribir para alguien que nunca podrá olvidar, además que Susan le inspiraba, y esta no era la excepción. Tenía la necesidad de acabar una novela relatando lo sucedido en algo ficticio, donde sus emociones y sentimientos estuvieran presentes en cada palabra.
No podía salir del apartamento, no quería, algo lo tenía amarrado.
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03 de marzo de 2020
Su libro al fin se había publicado, tenía tres meses y las ventas iban en aumento. "Color Carmesí" lo había llamado. Sus pertenencias estaban dispuestas en diferentes cajas. Las cosas de Susan las había donado, al fin se sentía liberado. A pesar de que no se sabía aún quién había sido el asesino, ya no le importaba.
Sus pesadillas se basaban en venganza, pero no quería demostrarlo en persona, era algo oscuro que quería dejar en lo más recóndito de su ser.
Se iba a mudar a otra parte de la ciudad, lejos de aquel recuerdo pavoroso de su vida. Había encontrado un buen apartamento. Menos gente, mejor para él. Ahora sí podía tomar el consejo de aquel policía. Algo tranquilizante, pensó.
Una semana después se halló en su nueva vivienda, acomodó sus cosas una por una. Un apartamento justo a su medida, dos habitaciones, dos baños, una amplia sala y cocina. No era mucho para un hombre como él, pero se acostumbrará.
Días después, un toque en la puerta le hace pausar sus actividades. Al abrir la puerta, se topa con un hombre un poco más alto que él y a un lado a un chico de rulos castaños, pareciera que ese chico estaba más feliz que el hombre a su lado.
—¡Hola! Hace un par de días vimos que te habías mudado, le dije a Ryan que viniéramos a saludarte y darte la bienvenida —dijo el chico con una sonrisa, eso sí, sin mirarlo más de dos segundos y desviando la mirada cada que podía.
—Él es Tom —tal como si fuese un fruto prohibido, el otro hombre rodeó su cintura y lo acercó más a él. —Soy Ryan, él fue quien insistió en venirte a saludar.
—
Así terminamos con el primer capítulo, que espero que lo hayan disfrutado. No sé de cuántas palabras serán los siguientes, pero espero que sean cortos para que sea más dinámico y entretenido de leer.
En serio, si se han pasado por aquí y han leído el primer capítulo, les aseguro que esto es el comienzo nada más, pronto habrá más drama y misterio.
¡Gracias por leer, pequeñas criaturas de la creación!<tres
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❝Color Carmesí❞ // Gyllenholland
Fanfiction〈 Un suceso inexplicable cambiar la vida por completo de Jake, un escritor poco reconocido, y de Tom, un chico que está atrapado en una relación poco efectiva. 〉 . . . 𝐼𝑛𝑖𝑐𝑖𝑜́ 𝑒𝑙 𝑜𝑐ℎ𝑜 𝑑𝑒 𝑎𝑔𝑜𝑠𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑑𝑜𝑠 𝑚𝑖𝑙 𝑣𝑒𝑖𝑛𝑡𝑒.