𝑞𝑢𝑖𝑛𝑡𝑜

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18 de abril de 2020

Había despertado demasiado temprano. Su reloj de celular daba la hora de las cinco de la mañana. Al ser un sábado, su día no iba a ser tan productivo. Iba a ser lo mismo de siempre: sentarse en el escritorio del estudio de su casa, recibir mil mensajes de Emily, su compañera de trabajo, intentando sacar a Jake de su encierro, pero siempre declinaba, recitando una y otra vez "no me siento bien, será para la próxima".

Quedó con ojos cansinos mirando hacia arriba, al techo blanco de la habitación sola. Suspiró. Si despertaba, ya no podía volver a dormir, era una maldición.

Se quedó en cama, pensando en lo que iba a escribir, pero las ideas no salían. Volvió a soltar otro suspiro.

—Mierda —tapó sus ojos con las palmas de su mano y gruñó.

Detestaba los días sábado.

Al levantarse sintió un ligero mareo. Tocó su sien por algunos instantes antes de retirarse a la cocina con pies descalzos y una pesadez que aclamaba "regresa a la cama, imbécil". Con el peso en los hombros, caminó hasta la cocina, admiró por algunos momentos los estantes flotantes que retenían la despensa, vasos, tazas y alguno que otro tupper.

Abrió una puerta de la alacena. No tenía café, ¿cómo pudo olvidarlo? ¡Lo había escrito en un post it en la puerta del refrigerador! Se asomó al refrigerador sólo para leer la nota que había pegado: "comprar más café y azúcar". Refunfuñó, ¿habría algo abierto a estas horas? Quizá eran más de las cinco, recordó.

Con pesadez, se retiró a la habitación una vez más para cambiarse a un pants, una sudadera negra, tenis Nike y poner un par de billetes dentro de los bolsillos. Se colocó sus gafas (mala experiencia el otro día teniendo sus lentes de contacto), y salió encaminado a la puerta principal de su apartamento.

Cuando abrió la puerta, se topó con una mujer de ojos azules y cabello rubio. Se estaba dirigiendo hacia las escaleras. No le pareció extraño al principio, pero la mujer llevaba puesto un vestido rojo, poco a doc a la hora y día de la semana.

Extrañado, bajó as escaleras, con capucha puesta. La mujer estaba también saliendo del edificio. Primeramente: nunca había visto a la mujer, y segundo, ¿un vestido rojo?, ¿en serio?

Al salir del edificio, la mujer se viró por la izquierda, mientras que él por la derecha. Con una sensación extraña en su pecho, siguió su camino, intentó no voltear, tenía su mirada en el pavimento de la banqueta. La gente a esa hora no era demasiada, pero el frío de la mañana podía calar hasta los huesos, quizá por eso no había gente.

Al dar el siguiente paso, sintió cómo alguien lo jalaba a uno de los callejones de esa calle. Sorprendido, no pudo hacer nada. Se sintió atrapado. Un brazo estaba alrededor de su cuello, otra mano estaba agarrando con firmeza sus muñecas.

Intentó zafarse, pero le fue imposible, además que sintió algo afilado sobre su cuello.

—No te muevas, carajo —una voz masculina habló. —Si lo haces, prometo que este será tu último día.

¿Qué carajos? ¿En dónde se había metido?

—Sólo te diré esto una vez, sólo una. Tómalo como una advertencia, hijo de perra —el cuchillo (parecía ser) estaba cada vez más cerca de su cuello, y sentía el metal fresco sobre su piel. —No te acerques a Tom. Juro que, si me entero, te mato, ¿escuchaste, imbécil? Hazlo por el bienestar de él.

Y con esa oración, aquel sujeto lo soltó. Al darse la media vuelta, para saber quién había sido, la figura que llevaba una sudadera negra con capucha del mismo color, le estaba dando la espalda.

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⏰ Última actualización: Jan 27, 2021 ⏰

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❝Color Carmesí❞ // GyllenhollandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora