No sé qué ves en mí, pero no dejes de verme.
-Avenida 749
Despertar al alba era una costumbre para esa altura de mi vida, fuera por un entrenamiento programado, por una tarea pendiente que mi subconsciente me recordaba debía hacer, un recuerdo manifestado en sueños, o incluso cuando la tranquilidad oscura se transformaba en un imprevisto ataque de pánico. Eso no significaba que fuera agradable, para mis neuronas era demasiado difícil ordenar maquinar aunque fuera una sonrisa falsa antes de ver la luz solar, mucho menos eran capaces de regular una buena cantidad de serotonina.
Ese día, era la primera opción. Con la boca seca y ganas de morirme, corté en seco el horroroso sonido del despertador. Moverme costaba una barbarie, sentía las extremidades pesadas y, para colmo, dolidas, cortesía de mi gran amiga. Además mi función motora no funcionaba correctamente, me di cuenta de eso cuando me golpeé el dedo chico con la mesa de té, y con ello la movilidad promedio humana de mi cuerpo se activó, así que, como un perfecto imbécil, comencé a saltar quejándome al aire, sosteniéndome el pie herido.
-Buena manera de empezar el día- hablé al aire una vez dejé de hacer el ridículo, como si alguien fuera a responderme. Por supuesto, nadie lo hizo.
Increíblemente, el tiempo estaba a mi favor, la noche anterior había contado con la suficiente fuerza de voluntad para establecer una alarma una hora antes de la primera reunión del equipo siete y, si todo salía mal, la última. A mi mente llegaron las palabras positivas de Sakura, en el momento habían logrado su objetivo, eliminando gran parte del estrés que me causaba el tema. Sin embargo, en la madrugada, golpeado, con un aliento desagradable hasta para mí mismo fomentando mi malhumor, el cual se limitaba a explayarse, el poder optimista de la pelirosa resultaba nulo.
Su imagen se desglosó en varios recuerdos; algunos demasiado viejos, otros del día anterior, nuestro entrenamiento y sus palabras. <La justicia es el principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece> eso me había dicho mi padre el día que me llevó a conocer la sucursal policial donde trabajaba, a la tierna edad de seis años, la venganza, por el contrario, implica satisfacerse de devolver el daño. De alguna forma, se parecían, ambas tenían el objetivo de castigar un daño, ambas, de diferentes formas, equilibraban, la diferencia radica en sus impulsos, como había explicado mi padre, la justicia se movía por un bienestar comunitario a favor de la sociedad, para mantener el equilibrio social, apoyada por leyes hechas para el bien del ciudadano, mientras que la venganza se alimentaba del odio, y el odio no existe sin amor previo, se impulsa por lo personal, no hay reglas ni leyes que la amparen, un juego donde todo vale con tal de encontrar la paz.
Y Sakura me había pedido que le diera justicia a mi clan, pero la idea de asesinar a Itachi nacía del odio que me provocaba su recuerdo, no solo el de él paseando indiferente entre los cuerpos de mi familia, sino el de la mentira que me había hecho vivir los pocos años que convivimos juntos, ya que, para agrandar el daño, más tarde entendí que una masacre como esa no se pensaba de un día a otro. Él nunca me había amado, ni a mis padres, ni a sus supuestos mejores amigos, él no amaba a nadie y por años fingió hacerlo mientras planeaba asesinarnos en silencio. Lo detestaba tanto que por momentos me asfixiaba. Y entonces, como si el destino se apiadara un poco de mi ser, aparecía esa cabellera rosa a darme paz, a aligerar con sonrisas, aunque fuera por momentos, la mancha oscura de mi alma que tanto pesaba. Estaba seguro de que si no fuera por ella, hace años habría perdido el hilo de la cordura.
Bajo la regadera hirviendo razoné que mis sentimientos personales hacia mi hermano eran imposibles de censurar, que, durante la eternidad, sería la persona que odiaría con toda mi intensidad, y, si llegaba a decir que mis actos eran únicamente por un bienestar comunitario, estaría mintiéndome hasta a mí mismo.
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Restos de luz [Sasusaku]
FanfictionLa guerra ha dejado un desequilibrio desmesurado en Konoha, y una paz entre Aldeas lejos de ser férrea. Por ello, el Hokage se ha esmerado en el entrenamiento prematuro para los shinobis, siendo una urgencia tener miembros activos en el sistema para...