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Mei es una sombra frente a los sin nombre, se paran orgullosos a la multitud

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Mei es una sombra frente a los sin nombre, se paran orgullosos a la multitud. Es gente imanity que está deseosa de conocer a los nuevos reyes que preceden a su antiguo reino.

Lo hacen bien, en lo que cabe; No hay nada bien en los Sin Nombre, y ese discurso que dieron no es la excepción. Porque, ¿Cómo carajos ya arruinaron esto?

Los gritos de la gente llegan a los oídos de Mei, sabia que estaban enojados debido a que sus reyes habían decidido declarar la guerra a todo el mundo. ¡Que estupidez!

—¿Ellos... ellos simplemente... declararon la guerra? ―recitó, temblando mientras estaba segura que su sufrimiento se prolongaría hasta que se enfrenten al niño Dios.

Los hermanos estaban dispuestos a enfrentar todo por la supervivencia de la raza humana. De la raza Imanity. Era sacrificarlo todo para poder vencer, utilizar la fuerza, la inteligencia y el abrupto conocimiento que tenían en juegos para poder ganar. Aquella pieza del Rey, concedida a los Imanity, simples seres, habían gritado, se habían levantado, habían sobrevivido, habían luchado, habían ganado y habían perdido. 

Todo estaban efusivos, gritando hacia los nuevos reyes que salvarían a la Imanity y volverían la regresarían a su antigua gloria.

Pero, ¿Realmente lo harían? Mei no dudaba de ello, no dudaba de sus habilidades. Había visto de primera mano durante meses como ganaban juego tras juego, pero ahora ya no solo era por diversión, ni por pasar el reto; era un juego para conceder el título del Único y Verdadero Dios.

Se sentó en el piso mientras los veía, ella no… ella no iba a sobrevivir tanto. ¿Cuánto tiempo iba a pasar hasta que se enfrentaron a ese Dios?

―¿Dónde estabas? Pensábamos que algo te había pasado... Además de que no estuviste cuando peleamos con Kuromi, fue asombroso ―habló Shiro, bajando para abrazar a Mei. Se acurrucó sobre su cuerpo mientras sentía la calidez de su pecho.

Instintivamente puso su brazo sobre su pequeño cuerpo, agarrándolo mientras observaba los ojos de Sora. Una pregunta no dicha entre ambos, Sora nego, ni siquiera él sabía la respuesta.

―Me lo imagino, ha de haber sido genial… —sonrió después de que se quitaran de ella y la ayudaran a levantarse. Las manos de Sora se retuvieron en su cintura, como si en cualquier momento se fuera de caer― Aunque estoy feliz de que ganaran.

Es guiada por Sora, un debilucho que ni siquiera puede cargarla, pero eso no importa porque ella está contenta con solo ser sostenida por la cintura para no morir.

Es guiada por Sora, un debilucho que ni siquiera puede cargarla, pero eso no importa porque ella está contenta con solo ser sostenida por la cintura para no morir

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