Los acuerdos

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Yamaguchi no tenía ni idea, pero a raíz de la última conversación que había tenido con los amigos de su novio, una puerta en la relación de esos cinco chicos se había abierto y ninguno de ellos tenía la llave para cerrarla. La línea imaginaria que había instalado en su propia cabeza que separaba lo normal de lo raro llevaba un tiempo rota y los dos conceptos se habían mezclado en su realidad.

Aunque el chico no notó nada extraño hasta que apareció en el piso de Hanamaki y se dio cuenta de que Oikawa no estaba ahí todavía. Que se había quedado junto a Iwaizumi hablando con el entrenador, pero que estaría por ahí en cualquier momento. De todos modos, el plan de ese día era quedarse en su casa y ver una película de Godzilla que Yamaguchi no había visto.

Iwaizumi no había podido resistir la tentación y no iba a permitir que el novio de su mejor amigo no tuviera un mínimo de cultura audiovisual. O, al menos, lo que él consideraba una película de culto.

Así que había entrado en la casa, descubriendo a un Matsukawa cómodamente sentado en el sofá del hogar ajeno, concentrado en alguna bobería de su teléfono. Hanamaki se excusó yendo al cuarto de baño debido a que todavía no se había duchado después del entrenamiento, que podían encender la televisión y perder el tiempo mientras él no estaba, siempre que no fuera "ninguna cosa sucia, Mattsun, no intentes comerte a nuestra caperucita". Y Yamaguchi se había reído como siempre hacía.

Matsukawa, sin embargo, era un chico tranquilo. Si no estaba junto a Hanamaki se volvía silencioso, no decía nada que no fuera necesario y se expresaba a través de largas pausas que llegaban cargadas de emociones. Y eso estaba bien, era como una ráfaga de aire fresco después de estar durante mucho tiempo con chicos como Oikawa o Hanamaki, quienes siempre tenían algo que contar. Además, Yamaguchi había sido amigo de Tsukishima durante el tiempo suficiente como para entender el significado del silencio.

—El otro día contaste que hoy tenías un examen, ¿verdad? ¿De inglés? —Recordó Matsukawa, colocando con descaro sus largas piernas sobre el regazo de Yamaguchi, a quien realmente no le importaba. No era la primera vez, de todos modos. Asintió con la cabeza un tanto contento de que el chico se hubiera acordado de aquel comentario.

—No se me da tan bien, pero mi profesor me dijo que lo había hecho bastante bien —le respondió Yamaguchi, sonriendo feliz porque hacía tiempo que no le salía de esa manera una prueba de la asignatura. Matsukawa apoyó su cabeza en sus brazos y miró con una ceja alzada al castaño, un tanto curioso, pues el chico siempre había sido una máquina en expresar lo que sentía gracias a su rostro. —Aunque no me dan la nota hasta la semana que viene.

La conversación era la cosa más normal del mundo. Solo eran dos adolescentes hablando sobre sus exámenes de instituto, así que Yamaguchi no tendría por qué haber sacado nada raro de ella. Matsukawa siempre había sido un chico bromista, mil veces más espabilado de lo que todo el mundo pensaba, y al que no se le pasaba ni una. Fue la segunda persona de todo el grupo de amigos de Oikawa en la que Yamaguchi cogió confianza, después de Hanamaki, quien era tan parecido con Hinata (con unas cuantas diferencias, como por ejemplo, sus interminables bromas sexuales) que no le resultó problema alguno mantener charlas triviales.

El único que, en realidad, le imponía lo suficiente como para pensar dos veces lo que decía cuando se encontraban a solas era Iwaizumi. ¡Como no! Él era el mejor amigo de Oikawa y Yamaguchi debía de trabajar con demasiada presión.

—Uhm, —tarareó Matsukawa, con sus ojos entrecerrados. Movió sus talones sobre el regazo de Yamaguchi como si los tuviera encima de un cojín y le clavó la mirada al novio de su amigo. —buen chico.

Durante los siguientes tres segundos en los que Yamaguchi intentó sostener la mirada de Matsukawa, se dedicó a buscar en su rostro cualquier indicio del comienzo de una broma. Una ligera inclinación en la comisura de su boca que le demostrase que solo estaba jugando con él como siempre hacía. Pero no pasó nada. El rostro de Matsukawa se encontraba anormalmente serio y continuó con la misma intensidad en sus ojos hasta que Yamaguchi, derrotado y nervioso hasta la médula, decidió que el televisor apagado era mucho más interesante. ¿A qué venía eso de elogiarle de esa manera?

La letra pequeña [Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora