La firma

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Yamaguchi solo era capaz de pensar en la excusa que pondría si llegase a encontrarse a alguno de sus amigos. Tenía que ser una de las buenas y que no implicase tener que contarles la verdad, para lo cual todavía no se encontraba lo suficientemente preparado, pero que no levantase ningún tipo de sospechas. Era difícil, teniendo en cuenta que estaba a plena luz del día jugando al voleibol con tres de los chicos de tercer año del Seijou, en un descampado cercano al instituto Aoba Johsai.

A lo mejor colaba decir que se los había topado por casualidad. Que caminaba distraído por la zona y que escuchó que gritaban su nombre. ¿Su nombre? No, un apodo. Que gritaban "Pecas-kun", y que, como les faltaba una persona para comenzar un partido, habían decidido invitarle.

—Pareces un poco perdido, Yamaguchi. —Iwaizumi le tendió una de las botellas de agua que Hanamaki acababa de comprar. Se sentó junto a él en el suelo ignorando que sus pantalones se llenarían de tierra y se quedó mirando al menor con curiosidad. —¿Estás bien?

Yamaguchi le sonrió, agradeciendo el gesto, y asintió con la cabeza a la vez que abría la botella.

—Sí. Es solo que estaba pensando, en mis saques y eso —mintió. Bebió su agua para no tener que continuar hablando e Iwaizumi chasqueó su lengua, sin estar del todo convencido, pero terminó dejándolo pasar. Antes de que Yamaguchi pudiera cerrar de nuevo el plástico, el contrario se lo arrebató de sus manos y se lo llevó hasta su boca. El idiota de Hanamaki había traído una única botella para los cuatro sudorosos adolescentes que habían decidido salir de sus casas para jugar al voleibol. Iwaizumi se preguntó por qué demonios no se había quedado en la soledad de su habitación con el ventilador apuntando a su rostro.

Oikawa y Hanamaki estaban un tanto alejados del dúo, hablando por el altavoz del teléfono del primero con Matsukawa, quien no había podido ir debido a que se encontraba cuidando a su hermano. El partido que el equipo que habían formado Iwaizumi y Yamaguchi, al que habían apodado -en contra de su voluntad- como Los Diminutos, estaba ganando, se tuvo que parar, y los cuatro chicos aprovecharon la pausa para coger algo de aire.

—No tienes que presionarte demasiado. Aquí nadie te va a juzgar —dijo, entonces, Iwaizumi después de pensarlo durante unos segundos. Estaba genuinamente preocupado debido al historial que le llevaba su mejor amigo. Yamaguchi abrió sus ojos sin esperarse el comentario, sonriendo ante ello. —Ve tranquilo.

—¡Chicos! —Les llamó Hanamaki, acercándose al trote hacia ellos. —Mattsun que nos invita este finde a la casa de su tía, la de la piscina.

Yamaguchi no tenía ni idea de que Matsukawa tuviera una casa con piscina, algo que, al parecer, a los demás estaban más que acostumbrados. Su mirada viajó a la de Iwaizumi, quien continuaba con sus ojos en él, y a la de Hanamaki.

—También te vienes, ¿verdad, Yamaguchi-kun?

—Bueno, tendría que preguntárselo a mi madre, —confesó con timidez, inflando sus mejillas y sonriendo con modestia —pero no creo que me ponga ningún problema.

—¡Perfecto!

Hanamaki asintió con la cabeza, alegre, y volvió a caminar hacia Oikawa, quien ahora tenía el teléfono en su oído, para confirmar la presencia de su novio. Entonces, Iwaizumi se levantó del suelo y, sin venir a cuento, agarró de la coronilla a Yamaguchi. Tiró de él con sutileza mientras acercaba su rostro hasta su oído.

—Lo has estado haciendo muy bien —le susurró.

Nunca había estado tan cerca de gritar por alguna de las tonterías que los amigos de Oikawa decidían hacerle pasar. Sentía como su rostro ardía, entre impresionado y avergonzado hasta la muerte, mientras miraba a Iwaizumi como si acabase de decir una auténtica locura. Para su sorpresa, el chico frente a él se echó a reír. Llamó la atención de las otras dos personas.

La letra pequeña [Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora