[ 10 de agosto]
Ya estaba harta de seguir pequeña y más de ver a mis hijos a lo lejos como jugaban o reían sin mi ya que al acercarme ni me reconocían y se me caía el alma a los pies.
Sin contar que empezaba aburrirme hacer cosas de niños, durante los primeros días habia sido divertido meterse con el demonio, incluso cuando me había ido a buscar a casa, hacerle travesuras era mi mayor pasatiempo de el día, pero el día de su cumpleaños había necesitado otro tipo de diversión, y con eso en la cabeza más anhelo sentía, incluso al acabar de jugar en los recreativos habria agradecido terminar la tarde con unas copas y algún cigarro, pero no.
Aquella mañana me había sentido aún más nostálgica, mi orgullo me impedía ir a buscar a Nefertum, me negaba ceder, caer en sus garras podria acostarme con el, era tan hermoso que cualquiera lo desearía, pero no porque el me obligará, y con todo esto era lo que buscaba, que fuera la dócil gatita que le seguía a todos lados como en el Cairo ...
Ante el rechazo de inclinarme ante el dios del amanecer había escuchado que Ptah estaba a las afueras de Nueva York con su séquito, era extraño que el dios creador, el cual había sido el más poderoso en el imperio antiguo en el período de Menfis, estuviera por la ciudad sin Sekhmet, pero era mi única oportunidad de salir de este trance sin perder el orgullo y la dignidad.
Me puse en contacto con un individuo algo extraño y pequeño, de dudosa moralidad, y esquelético, parecía que flotara por el suelo en vez de caminar, con párpados caídos que apenas le permitía ver, aunque no importaba mucho la visión ya que dichos sacerdotes se les decía que sus ojos estaban en el más allá, era uno de los sacerdotes que se encargaba de los rituales diurno en el culto de Ptah asi que debía esperar a que terminará tales ofrendas y ritos al dios Sol y a él mismo para poder verlo.
Asi me daba tiempo a prepararme, salí aurtadillas de casa del demonio, una vez más pedí un taxi y les di la dirección que el hombre me había facilitado, cuando llegue al templo egipcio que había estado abandonado y ahora parecía como nuevo, me hicieron pasar a una sala vaporosa donde me cambiaron las ropas que fueron sustituidas por telas de rojo sangre, color identificativo de la diosa Sekhmet, mi madre, resople al sentir la delicada tela sobre mi cuerpo y como dejaba ver la piel ya que era translúcida, aun así no me importo y me vi en la sala central con mi anfitrión, solo anunciarse entre con la cabeza gacha y cuando llegue al centro de la sala me agaché en una profunda reverencia, no era mi padre pero le debía respeto por ser marido de mi madre y por su rango en la jerarquía de nuestro mundo.Mi cuerpo infantil temblaba y mis labios de una tonalidad rojiza se debía a unas constantes mordidas, sentí su voz poderosa y varonil tan parecida a la de su hijo que si no fuera por ese tono sabio y mayor diría que estaba arrodillada ante Nefertum.
- bien allegada seáis hija mía, vuestra madre me comentó de la travesura de Nefertum pero jamás imagine que fuera cierto-
Sentí su risa como el que le parece divertido que sus dos hijos pequeños se peleen porque uno le robo un juguete, y paso sus dedos por mi largo cabello plateado, sus dedos llenos de un amor que jamás había sentido en ninguno de esa familia y aún así no pude ni levantarme del suelo ni hablar.
- no os preocupéis niña vuestra madre me pidió que viniera a veros y también a Nefertum que anda por aquí y de paso que pusiera paz-
Sentí un nudo en la garganta quería chillar, sabía que si solo estaba aquí era para venir a buscar a su hijo que una vez más se había escaqueado de sus obligaciones, pero aún así decidida me levante del suelo y aun con algo de timidez fije la vista en el enorme dios de cabellos azabaches tapado con su tocado real.
- disculparme señor que os traiga problemas nuestras disputas, pero solo deseo volver a ser como antes-
El me miró sonriendo y se acerco a mi de nuevo pasando sus manos por todo mi cuerpo y donde tocaba todo volvía a su estado original.
- mi querida Aneesa por mucho aspecto de mujer que tengáis sois una niña pequeña, y este no es lugar para una niña que cuida a niños-
-.... No os metáis por favor es mi vida y no es mi culpa que vuestro hijo me acoste... -
No dijo nada sabia que no podía decir nada para abogar por su hijo, volvió a acariciarme el cabello con ternura, aunque ahora era tan largo que cubría mis senos bien formados sobre la escasa tela.
- se que no me porte muy bien contigo Aneesa y se que pensáis que todo es por Nefertum, pero también siento aprecio por ti, espero que puedas perdonarme al igual que a vuestra madre-
Al escuchar mencionar a mi madre me puse tensa y volví hacer la reverencia agradeciendo que me ayudará y sin más me gire y me marche del templo, sin importarme que por la calle lo único que me cubriera era un vestido traslúcido rojo y una chaqueta negra que había robado, solo me importaba que ya era una mujer y por ahora Ptah se ocuparía de su hijo y y yo moría por ver a los mios.
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Relatos Cortos Del Pasado De Aneesa
ContoPrimer relato sobre la mitología Egipta donde Aneesa la hija pequeña y bastarda de Sekhmet tiene que vivir en el Palacio de su madre, bajo la atenta mirada de la diosa Leona y todo su entorno.