Capítulo II.

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–Oh, no pasa nada, no pasa nada. –dije reaccionando– Mi mamá me espera en casa. Gracias por el café Lilly –le dediqué una sonrisa amigable y salí de ese lugar.

Camino a casa, el aire se puso más fresco y unas nubes empezaron a cubrir el cielo. Supuse que de nuevo iba a llover. Se me vino a la mente la mirada de Jared y sonreí como tonta.

–Ya llegué ma. –dije entrando y dejándome caer en el sillón– me duelen mucho las piernas.

–El doctor dijo que sería normal –se sentó a mi lado y me miró preocupada– el tan solo saber que en unos días ya no te vamos a tener con nosotros, me pone muy mal, hija.

–Mamá, no sigas pensando en eso, vamos a disfrutar lo poco que nos queda. –dije y luego noté como una lágrima recorría la mejilla de mi madre– Ma, no llores.

–Es que... no puedo. Sos mi única hija y no quiero perderte.

Luego de llorar casi 2 horas con mi mamá, subí a mi cuarto y salí al balcón que daba a la calle. Sentí la brisa del viento golpear en mi cara, cerré mis ojos y disfrute de el momento.
Me imagine algún día, casada, con hijos y muchos nietos. Sonreí y pensé de inmediato que eso sería imposible.

Miré al reloj y daban las 2:30 de la tarde, pero el clima hacía parecer que ya eran las 6:30.
Mi estomago rugió, y bajé a la cocina por algo de comida. No encontré nada de mi antojo y le pedí a mi mamá dinero para ir a comprar una hamburguesa. Tome mi inhalador, por si acaso, y salí camino al Burger King.

(...)

–Parece que el destino quiere que nos encontremos –dijo Lilly sonriendo.

–Parece que si –solté una risita.

–Veo que cambiaste tu suéter. Mi primo es un tonto. –y luego recibió un golpe en el hombro de Jared, que también estaba ahí.

–Si, pero eso ya no importa. ¿Recién llegan?

–Recién entramos y tomamos lugar –dijo Jared– si querés, podés sentarte también.

–Dale. Gracias. –me senté enfrente de ellos dos.

Llegó el mesero, nos atendió y pedimos las hamburguesas. Las trajeron al instante y empezamos a comer.

–¿No te gustaría ir mañana con nosotros dos a la pista de hielo? –dijo de repente Lilly.

–¿En serio? –pregunté.

–Si, vamos a ir a las 12:00 del medio día. Podés venir si querés.

–Está bien. Los veo en el parque de esta mañana y de ahí nos vamos, ¿si?

–Oh, no. –dijo él– Nosotros vamos a pasar por vos, no hay ningún problema –dijo y me dedico una de sus sonrisas.

–Me parece b... –no pude terminar porque sentí un dolor enorme en el pecho y de pronto mi respiración se empezó a agitar. Oh ou. Esto no era bueno.

–¿Te pasa algo? –preguntó la pequeña Sheran preocupada.

–No... –dije en un hilo de voz, la verdad estaba teniendo uno de esos otros ataques. Por suerte traje el inhalador.

–Pues parece lo contrario –dijo Jared, parecía muy preocupado– ¿Querés agua?

–No, voy a ir al baño. –dije y me levanté. Corrí al baño y me metí a uno. Cerré la puerta y saqué el inhalador de mi bolsillo. Pero parecía no servir para nada. Otro dolor –ahora con más intensidad– golpeó mi pecho. Sentí mis piernas enflaquecerse y me senté en la taza. Inhalé nuevamente, no pasó nada. Inhalé por tercera vez, tampoco. Inhalé por cuarta vez, y ésta, pareció dar resultado. Pero el dolor en mi pecho seguía.

Cerré los ojos y esperé a que todo se calmara.

–¿Jennifer? –esa voz me hizo dar un salto. ¿Qué era lo que hacía aquí, en el baño, conmigo?

Seven DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora