La tarde era muy agradable, el sol brillaba con demasía y las escasas nubles adornaban el celeste cielo que cubría a la ciudad de Berlín. Khira creyó que sería una excelente idea invitar a los chicos a celebrar mi cumpleaños, por supuesto acepté gustoso, pues los mejores momentos de mi vida los vivía con ellos. La pequeña reunión se convirtió en una gran fiesta y pronto el apartamento estuvo repleto de gente; muchos eran conocidos, otros amigos muy cercanos.
Schneider llegó a la casa alrededor de las cuatro de la tarde, acompañado de sus lindos hijos y su bella esposa, quien por cierto también cumplía años ese día, Ulrike lucía radiante con un sencillo pero hermoso traje de color negro que se aferraba a su definida figura, a pesar de estar en el cuarto mes de gestación.
—¡Bienvenidos! —exclamé al verlos de pie frente a la puerta del apartamento, mi amigo llevaba en sus brazos a uno de los pequeños hijos, el menor abrazaba con dificultad una enorme caja envuelta en papel dorado; era mi regalo. Su mujer tomaba de la mano al mini Doom que parecía muy entretenido golpeando suavemente sus muslos con sus deditos, simulando ser un baterista profesional. —Felicidades, querida —dije dándole un cálido y sincero abrazo a la hermosa dama.
—Gracias, Richard —mencionó ella mostrando sus perfectos dientes blancos, que brillaban resaltando de su labial de tono rojizo. —Feliz cumpleaños para ti también, y aunque este año no está siendo el mejor, deseo que esté lleno de amor y felicidad.
—Se lo agradezco mucho, señorita Schneider —manifesté dejando un rápido y cortes beso en su mejilla. Christoph sonrió y negando se acercó a mí.
—Richard, mi adorado amigo —habló el baterista bajando al pequeño de sus brazos para envolverme entre sus brazos con fuerza y emoción, sonreía como solía hacerlo siempre, de manera tierna. —Un año más, un año menos, lo importante es que gocemos.
—Tan creativo como siempre, Doom —reconocí riendo, al igual que su amada que no pudo ocultar su risa ante aquellas palabras tan emotivas. —Gracias.
Ambos nos apartamos, Christoph tomó la mano de su mujer y le comentó al menor de sus hijos que debía entregarme el regalo, morí de ternura al sentir que los niños me abrazaron por las piernas debido a su tamaño, me agaché para agradecerles el detalle y despeiné sus rubias melenas.
Schneider y la joven Ulrike caminaron detrás de mi recorriendo el departamento, Khira que se encontraba en la cocina con su amiga arreglando algunos detalles, al verlos corrió hacia ellos y no tardó en abrazar a la dama felicitándola por su cumpleaños y llenándola de lindas palabras, incluso bromeando acerca de su próximo hijo. <<Probablemente sea otro niño, un tercer baterista>>, comentó mientras observaba como el hijo de Christoph hacía ritmos con sus dedos.
Decidí apartarme no sin antes disculparme con mi amigo y su familia, ellos estarían bien ya que estaban en casa. Me dirigí hacia el extenso balcón del apartamento y allí permanecí por varios minutos, preocupado porque él aún no llegaba.
—¿Sucede algo? —escuché que preguntó Lorenz, se detuvo a mi lado con dos copas de vino en sus manos y me ofreció una; la tomé y continué vigilando la calle, pendiente de mi amado.
—No —respondí antes de beber del amargo líquido que ardía en mi garganta. —Todo está bien —añadí asintiendo varias veces.
Flake sonrió y negó con su cabeza, como habían muchas personas se apegó más a mí y en voz bajo cuestionó, —¿Es Paul, verdad?
Me sorprendió ese hecho, pues solo bastó una mirada para descubrir que me inquietaba; no podía mentirle a nuestro apreciado tecladista.
—Es él —confesé una vez bebí todo el contenido de la copa.