Zur falschen Zeit

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Narrador Omnisciente

El aroma del dulce café inundaba el pequeño departamento con su esencia, la tarde era fría por lo que aquella bebida era; por supuesto bastante deseada. En sus manos Richard portaba dos tazas que contenía el delicioso y caliente líquido, una para su amado y la otra para sí mismo.

—Ten cuidado está caliente —advirtió antes de entregarle la taza de porcelana a Paul, quien descansaba el cómodo sofá de color negro, aún con su pijama puesta.

—Gracias —dijo con una sonrisa. —Ven siéntate conmigo —invitó haciendo espacio en el inmenso mueble.

Richard tomó asiento a su lado y con delicadeza colocó la taza sobre la mesa de cristal ubicada en el centro de la sala y se acercó a su novio mirándolo con molestia al percatarse que el más pequeño no había tomado una ducha, como prometió que haría.

—¿Aún no te has bañado, Paul? —reclamó colocando su cabeza en el hombro del mencionado.

Landers no tardó en soltar una tonta risa y negó divertido al sentir el cosquilleo que ocasionaba la nariz de Kruspe en su cuello, el de azules ojos estaba recorriendo su cuerpo, oliéndolo como él fuese un can.

—No, no lo he hecho —confesó riendo, Richard no lo escuchó y continuó olfateándolo entretenido, y encantado con lo que estaba haciéndole a su amante. —¡Reesh! Ya basta, me estás haciendo cosquillas —dijo sin poder dejar de reír.

—Paulie, hueles muy mal, en realidad necesitas tomar una ducha en este momento —confesó alejándose de él y cubriendo su nariz ridículamente.

Preocupado Paul olió su propio suéter de lana, mismo del cual no se deshacía desde que había iniciado el invierno en Berlín. Era su favorito por su suave textura y hermoso color negro.

—¿En serio huelo horrible? —preguntó intranquilo.

Richard negó y lo envolvió entre sus fuertes brazos, Paul aceptó gustoso aquel gesto y con ternura besó sus finos labios.

—Fue una broma pero quieras o no, tienes que bañarte —aclaró dulcemente, sonriéndole a el amor de su vida.

—Está bien, lo haré —aceptó abatido. —¿Me ayudas? —más que una pregunta fue una invitación, y tomando su mano lo encaminó con él hacia el cuarto de baño.

El corto recorrido hasta dicha habitación se tornó largo por los húmedos besos y suaves caricias que ambos se proporcionaban, el de aretes se aferraba a la cintura de su novio con ayuda de sus piernas y jadeaba en su cuello, excitado, deseando unirse a él lo más pronto que fuese posible. Los brillantes y rojos labios solo se separaban en busca de aliento y volvía a tocarse con necesidad. La lengua de Landers jugaba en el interior de la cavidad bucal del guitarrista, Paul no quería detenerse por nada del mundo.

El celular de Richard sonó alertando a los hermosos amantes, vibrando constantemente en el interior del pantalón del menor, Heiko se apartó permitiendo así que Kruspe tomara su dispositivo que no se detenía y con notable fastidio respondió la llamada, pero antes de hablar susurró Necesito responder esta llamada, cariño.

Paul asintió y soltó a Richard de su agarre, el de tatuajes se sintió afligido por la decisión que el otro había tomado. En ocasiones pensaba que cualquier asunto externo tenía mayor relevancia que su relación. Por supuesto, el guitarrista entendía que ambos —su pareja y él—debían estar dispuestos siempre a todo lo que relacionara a la banda.

Richard activó el altavoz de su celular y extrañado miró el nombre de quien llamaba.

—¿Schneider?

Los KruspeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora