El último jueves de otoño, su etapa favorita.
—Hoy es el último jueves, Erik —informo Leonore mirándolo con serenidad. —, ¿qué planeas hacer hoy?
Erik la miro con ojos tristes y suspiro. —Tal vez quedarme en casa y dormir mientras escucho como el viento frio que trae el asqueroso Diciembre que golpea los arboles de mi casa —dijo con indolencia.
La anciana dejo salir una reacción de sorpresa y luego lo miro con cautela. — ¿Qué tienes?
—Ella dejo de ir, he ido todo este mes y no ha ido ni una sola vez. La espante, la aleje de mí —apretó sus labios fuertemente.
—¿Por qué? —se quitó sus anteojos y se sirvió un poco de té.
—Cometí el mayor error de mi vida —apretó sus puños y luego paso sus manos por su cabello.
—¿Cómo te sientes respecto a eso? —Erik levanto su mirada para encontrarse con los de la anciana, ella sabía que odiaba que le preguntaran eso pero necesitaba que se desquitara con ella más no con la persona de la que hablaba Erik.
—¡Como que como me siento al respecto! —grito golpeando con sus puños el escritorio de la mujer que se mantenía serena—. ¡Le dije que la amaba! ¡Que la necesitaba en mi vida! ¡Y luego me fui como un cobarde! ¡Por qué sabía que ella me iba a decir que no! ¡Ella no me ama! ¡Obviamente ella no puede amar a una persona como yo! ¡Que se muerde los labios o cachetes hasta sentir la sensación de sangre! ¡Una persona que clava sus uñas en sus manos para hacerle daño porque lo relaja! ¡Una persona que tiene problemas de ira! —mientras que hablaba caminada de un lado a otro por la oficina de la mujer y su voz estaba agobiada—. ¡Soy un maldito enfermo! —grito con todas sus fuerzas y se dejó caer otra vez en el asiento donde estaba hace unos minutos.
—Erik —dijo con calma después de unos minutos de silencio. —, dame tus manos —él entrego sus manos lastimadas y ella sólo las acaricio—. Este otoño haz estado muy alterado... —hizo un silencio cuando las ramas de los árboles empezaron a sonar cuando el viento frío las acaricio. —, pero te estas alterando por cosas simples, por cosas que tú puedes controlar sólo; pero aun así te dejas controlar. Erik quiero que vayas a la estación de trenes, te coloques en tu lugar de siempre y hagas una lista de los días en que la viste —pidió buscando su mirada.
—¿Y luego? —le pregunto levantando su cabeza.
—La dañarás y botarás los pedazos por la ventana del tren —se levantó—.Porque esas cosas son las que te tiene así, diste un paso gigante al decirle a la mujer eso. Ahora vas a comenzar de nuevo pero con un nuevo reto, con el reto de que ella se enamore de ti de la misma manera en que tú estás enamorado de ella —él se levantó y se dirigió dónde estaba la mujer, la abrazo y luego la soltó para dirigirse a la puerta.
—Erik —lo llamo y él volteo—. Ya no vengas más, hemos terminado. Haz encontrado algo que te va a ser fuerte y a alguien con quien vas a estar bien. Adiós Erik.
Sonrió y salió del consultorio.
Las ráfagas de viento acariciaron su rostro como si fuese un violín haciendo que se relajará.
No importaba la hora, sabía que el día se iba a permanecer nublado y el frío de 34F iba a estar estable.
Las hojas del otoño desgastado estaban en el suelo llenas de fango, los árboles estaban desnudos esperando a ser vestidos por la capa blanca de nieve.
Sus botas clásicas pisaban con el asfalto húmedo con inseguridad, tenía sus manos en los bolsillos de sus pantalones y acariciaba sus palmas con la uña de sus pulgares.
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Tercer Vagón | Erik Durm.
Short Story"Sólo pasa un trayecto de dos horas a su lado y miles de horas pensando en ella." © LiebeReus