Un sábado en el inicio de su etapa favorita.
Se rumoraba que uno de las leyendas del Borussia Dortmund y campeón del mundo en el mundial del dos mil catorce caminaba por los pasillos de color amarillo y negro junto a sus hijos que por primera vez iban a practicar en el club de las abejas.
Su mano vieja y llena de cicatrices en sus palmas tocaba las paredes mientras caminaba despacio por los pasillos, sonrió al entrar donde miles de secretos se contaron, miles de celebraciones celebraron y miles de caras tristes hacían. Se sentó en donde una vez fue su banco y cerró los ojos dejándose llevar por los recuerdos.
Sus mocasines cafés pisaron la hierba fresca y vio como las personas entrenaban, sonrió y se sintió nostálgico. Los rayos de sol de principios de otoño iluminaban su rostro lleno de expresiones y algunas arrugas, su cabello más blanco que rubio fue alumbrado por este.
La brisa acaricio su rostro trayendo algunas hojas de los árboles y a una persona que no reconoció al instante.
—¿Erik Durm? —pregunto un joven con ropa de entrenamiento mientras lo señalaba y se acercaba a él con una sonrisa. Erik sonrió y acepto con la cabeza—. Usted es una leyenda, señor —apretó su mano con emoción—. Me alegra volverlo a ver.
—¿Ya nos hemos conocido? —pregunto amigablemente.
—Hace mucho tiempo, papá me conto que lo conocí en un tren —sonrió. Y a Erik se le borro la sonrisa.
—Tú eras el pequeño...—dejo la palabra en el aire para que el joven la completara.
—Zéphyr —sonrió.
—Bueno no te recordaba porque cuando te conocí hablabas francés —ambos rieron—. Estabas con tu padre y con tu tante...
—Si ellos me contaron la historia cuando empecé a entrenar en el club. Ahora soy de los mayores y llevo con orgullo su número —se volteo para que dejara ver el numero treinta y siete en su espalda.
—Me alegra mucho, hablando del pasado ¿cómo está tu tía? —pregunto nervioso e hizo algo que no había echo hace muchos años con sus uñas.
—Ella está mejor —dijo arrastrando sus palabras mientras hacia una sonrisa floja en su rostro.
—Me alegra mucho, me gustaría saber dónde la puedo encontrar porque hace muchos años no la veo. Sería bueno que me dieras una dirección para visitarla y así conversar con ella de los años, fue una persona muy especial en mi vida —iba a seguir hablando pero se calló cuando Zéphyr le levanto la mano.
—Al referirme que ella está bien...quiero decir que ella está en un lugar mejor.
—¿A qué te refieres? —trago saliva mientras sentía como su azúcar bajaba.
—Ella falleció hace algunos años —Erik no emitió ningún movimiento ni artículo una palabra, gritaron el nombre de Zéphyr para que regresara a entrenar—. Falleció dando a luz —mordió sus labios.
—Yo —tartamudeo. —, yo lo lamento mucho —mordió sus labios.
—No se preocupe —sonrió otra vez—. Mi padre me dijo que cuando llegara el día en que usted volviera a el club le informara sobre una cosa —corrió hacia donde estaban unos maletines y saco una hoja y volvió a él. —, tenga —le entrego la hoja.
—¿Qué contiene? —pregunto mientras la desdoblaba.
—Creo que una dirección no lo sé...
—Está bien, ¿quieres hacerme un favor? Le podrías poner atención a mis hijos yo vendrá más tarde.
Zéphyr acepto y Erik fue caminando hacia su automóvil.
Las piedras crujían a sus pasos y el metal de las vías abandonadas sonaban cuando el pateaba las piedras. Ahora las vías que lo llevaban a su ciudad natal estaban abandonadas y nada de lo que marco su vida cuando era joven existía.
Un viento paso y se llevó algunas hojas del suelo dejando desnudo un pedazo del suelo, Erik frunció el ceño y tomo un pedazo de portada de libreta que había en el suelo.
—Esto es increíble —susurro mientras miraba las páginas mojadas y viejas, las pasó por su yema y vio que la tinta estaba escurrida por todas las páginas, la guardo en su bolsillo y saco el papel que le había entregado el joven antes.
Destapo con cautela el pedazo de papel y se sentó en las vías oxidadas. No solamente contenía una dirección, también contenía una gran escrito con tinta negra y letra cursiva. Las lágrimas empezaron a salir mojando la hoja de papel y sus sollozos empezaron a mezclarse con las ráfagas de viento.
—Sígame por aquí señor Durm —le indicaron abriendo una puerta—. En un momento vendrá —sonrió y el tomo asiento.
Abrieron una puerta y Erik sintió su corazón en su mano, jadeo cuando lo vio sentado en al frente de él y sus lágrimas caían por sus mejillas rápidamente.
—Usted es mi papá ¿cierto? —pregunto fríamente mientras lo miraba.
Erik lo miro a los ojos y sonrió aceptando con su cabeza.
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Tercer Vagón | Erik Durm.
Conto"Sólo pasa un trayecto de dos horas a su lado y miles de horas pensando en ella." © LiebeReus