🍼capítulo 21🍼

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Risas y mucho ruido era lo que se escuchaba, los niños corrian de un lugar a otro, saltando o subiéndose a los juegos, mientras que otros se encontraba sentados comiendo sus lunch que tanto amor y cariño habían preparado sus padres y era el caso del pequeño Jimin, que se encontraba sentado en una banca solitaria, sus dos únicos amigos se habían enfermado por lo que le tocaba pasar el receso sólo, pues no contaba con otros amigos.

Jimin suelta un suspiró al mirar a sus compañeros divertirse, riendo a lo alto, sin más se dispone a comer su sándwich de pollo, que su madre le había preparado, mientras le gritaba a su padre que se levantará.
Al recordarlo sonríe, mostrando sus pequeños dientes.

Tres mordidas le llevaba a su sándwich cuando un grupo de cinco niños se acercaron a él, rodeandolo.

— H-hola — musito nervioso, levantando su pequeña mano en forma de saludo— Otra vez no, por favor — pensó el niño, sintiendo el miedo recorrer su cuerpo.

—¿Te dejaron solo puerquito? —hablo el líder del grupo.

—Am mis a-amigos s-se e-enfermaron —dice en voz baja, jugando con sus deditos.

— Que maaal~—hace un puchero — Entonces no tienes a nadie quien te defienda ahora — sonríe.

—Po-por fa— no pudo terminar su oración, puesto que un niño del grupo lo había empujado, cayendo al sucio suelo junto con su comida, sus ojitos no tardaron en humedecer al ver su sándwich ser pisoteado por el líder.

— Deberías estar agradecido con nosotros, estamos evitando que te conviertas en una gran bola de grasa....aunque pensándolo bien —hace una breve pausa para luego decir con amargura — ¡Ya lo eres! — se suelta a reír junto a su grupo.

—¡Maldito gordo!.

—¡Eres asqueroso!.

—¡Cerdo!.

Empiezan a decir los otros niños apuntando con su dedo índice al pequeño niño, quien ahogaba su llanto, apretando el suéter con sus manos.

—N-no es-estoy...go-gordo— habla entre hipidos.

—Lo eres, por eso nadie se junta contigo por gordo, tus dos amigos solo se juntaron por lastima. Nadie querría estar con un obeso.

—Ba-basta— trata de gritar, pero su voz no salía.

—Tus padres están avergonzados de la grasa de hijo que les tocó.

—¡Mentira!— levanta la voz, sin duda eso le había dolido mucho.

—Muy valiente la grasa, bien, —mira a su grupo — Levantenlo —ordenó, siendo acatado por sus compañeros que levantaron de un tirón al pequeño —hay que enseñarle de donde proviene.

Los niños empezaron a reír para luego empezar a caminar a un gran charco de lodo, sin resentimiento lo aventaron.

—¡Los cerdos aman el lodo!.

—¡Revuelcate como tal cerdo!.

Todos los niños que se encontraban ahí,  al ver el acto empezaron a reír y otros solo callaron.




Mami...








[...]




La azabache estaba afuera de la escuela, mirando como la hornada de niños salían corriendo a recibir a sus padres, ella solo sonríe con dulzura esperando a su pequeño, pero los niños empezaron a reducir, preocupandole pues su hijo era uno de los primeros en salir, volteaba a todas partes buscando a su hijo, sin embargo no había señales de él, sin esperar más entra a la escuela.

Caminando por los pasillos ve a una maestra, sin más recurre a ella.

—Disculpe Maestra,  ¿ha visto a Jimin, Jimin Agreste?— pregunta la Oji-azul, con la esperanza de que la señora le diga algo de su hijo.

—No, no lo he visto —negó sin impotencia — De hecho Agreste no entró a clases después del receso —informó — Lo más probable es que esté de vago por los pasillos.

—¿Qué?, no, mi hijo no se saltaría las clases, algo tuvo que haber pasado —dijo preocupada.

—Tal vez no conoce lo suficiente a su hijo, los niños son así.

—Puede que su hijo sea así, pero mi hijo no, él recibe muy buena educación algo que de seguro a usted le hizo falta enseñarle a su hijo y a los niños de esta institución, pero vamos que se puede esperar de una señora que se la vive amargada —finaliza la azabache con enojó, empezando su camino. Importandole poco la cara de furia de la señora.

—¡Como se atreve a faltarme el respeto!— grita histérica la profesora — ¡Se va arrepentir y vendrá a pedirme perdón!— grita de igual modo.

—¡Órale que padre!— grita la azabache a lo lejos, levantando el pulgar, molestando más a la profesora.

—¡Ahg!




[...]






—¡Jimin!— llamaba a su hijo —¿Donde estás pequeño?— susurra con preocupación— Necesito a Adrien —dice, sacando su celular de su bolso, empezando a escribir rápidamente los dígitos y marcar —A-Adrien, est....

—¿Mami?.

—¡Jimin!, ¡amor! — corre abrazarlo importandole poco marchar su ropa — ¿Qué te pasó mi amor?, ¿Quién te hizo esto?—pregunta sin poder evitar llorar, su corazón se estrujo al ver a su pequeño, todo cubierto de lodo, su uniforme maltratado y sus ojitos rojos.

El pequeño solo sonríe al ver a su madre, abrazandola fuerte.

—Yo me caí al lodo —habla con tono bajo — Perdón mami.

—¿Seguro amor?, puedes confiar en mi cariño —habla dulce — si te están  molestan...—fue interrumpida.

—Ya te dije que me caí al lodo —habla serio, sorprendiendo a la azabache.

—Jimin...

—¿Ya nos podemos ir?—pregunta sin mirar a su madre.

—Hablaremos en casa — dice la azabache confundida por la actitud de su hijo, esto no lo dejaría pasar.

La azabache se levanta para agarrar la mano de su hijo, pero esté la aparta inmediatamente.

—Jimin —llama a su hijo pero solo recibe silencio.

La Oji-azul suspira y empieza a caminar.

Pero se detiene al escuchar a su hijo llamarla.

—Mami....Tú......¿Es-tás a-avergonzada de te-te-tenerme como hi-hijo?.









Las lagrimas no se hicieron esperar...






Hiro Agreste.

Bebé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora