👶capítulo 22👶

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Mami.....¿Tú es-estás a-a-avergonzada de te-tenerme como hijo?....









Pequeños sollozos ahogados se escuchaban en la habitación del pequeño peli-rubio, quien se encontraba sentado en la esquina del cuarto, escondido entre la oscuridad, su única compañía era una sábana amarilla de patitos que se apegaba a su pequeño cuerpo, lágrimas silenciosas caían por su mejilla carmis, las palabras de sus compañeros empezaban atacar su mente.  Provocándole espasmos.

—¡Cerdo asqueroso!.

—¡¿Por qué eres tan gordo?!.

—Deberías dejar de comer.

—Eres muy feo.

—¡Sus mofletes son globos!.

—Pobre de sus padres.

Solloza, formando puños en sus manos, dándo inició a fuertes golpes en sus piernas, en especial a su estómago.

Las crueles palabras no abandonaban su cabeza, se repetían una y otra vez, el escenario donde fue humillado, los rostros de sus compañeros mirándolo con burla y algunos con lástima, sintiendo miles de punzadas en su corazón.

Jimin se acorruca más en su sabana, dejando que las lágrimas sigan descendiendo hasta que poco a poco el cansancio se apodera de su cuerpo, cayendo en el mundo de los sueños, lagrimas secas adornaban su mejillas, sus pestañas se encontraban húmedas y su pequeña nariz, junto con sus labios pintados de carmis.

Y aún dormido, la tristeza habitaba en él.





5 horas antes.







La azabache miraba atenta a Jimin, esperando alguna palabra de él, alguna explicación, pero lo único que recibía era silencio absoluto.

Ambos se encontraban en la sala, el pequeño sentado en el mueble, jugando con el borde de su suéter, con la miraba baja, la azabache se mantenía de pie, soltando un suspiro de frustración, para tomar asiento a lado de él, sosteniendo de su pequeña mano, donde deja suave caricias.

—¿Estás bien? —pregunta preocupada, acariciando los cabellos rubios del pequeño, dejando besos en su coronilla — Jimin, puedes confiar en mi, soy tu madre y me preocupa mucho, no sabes cuanto me duele verte de esta manera — habla con voz suave, conteniendo sus lágrimas, — Cariño — levanta la mirada de su hijo, encontrándose con los ojos hinchados de su pequeño.

—Mami, solo quiero dormir — murmura bajo.

—Jimin...

—Por favor —pide.

—¿No vas a comer?, hice tu comida favorita —sonríe suave.

—No —niega con la cabeza— No quiero, aún me encuentro muy llenó —dice, sin poder evitar mirar su panza.

— Pero solo has desayunado el sandwich que te preparé — lo mira — Ya es tardé, tiene que comer amor.

—Ya te dije que no quiero — habla un poco molestó, apartando la mirada.

—Jimin —lo llama.

—Déjame en paz — finaliza, saliendo corriendo a su cuarto, dejando a la azabache con un lío en su cabeza.

—Que te hicieron pequeño — susurra, sintiendo como las lágrimas saladas brotaban de sus ojos, recorriendo su mejilla.





Actualidad.





—Ya llegué — avisa Adrien, entrando por la puerta.

El Oji-verde deja su saco de vestir en el perchero, caminando hacía el comedor, mientras desata su corbata, deteniendo su acción al ver a su azabache sollozando.

— Amor, ¿qué pasó, te sientes mal? —Pregunta asustado, limpiando las gotas saladas que escurrian por los pómulos de su esposa, con su pulgar— Marinette —la llama.

—Ji-jimin...

—¿Que ocurre con Jimin, esta enfermó, le pasó algo?— pregunta, pero no recibe respuestas, más que simples sollozos, sin esperar más se levanta para ir a buscar a su hijo, sin embargo es detenido por la mano de la azabache.

—Algo le hicieron a mi pequeño, cu-cuando fui a buscarlo una bruja me dijo que no había entrado a clases — detiene su llanto para explicar, mientras limpia con sus manos cualquier rastro de lágrimas — Lo fui a buscar  y...—suspira — Lo encontré todo sucio, Adrien, él estaba llorando, tenía sus ojitos rojos e hinchados, sus manos estaban raspadas.

Adrien escuchaba atento a las palabras de su esposa, frunciendo el ceño, dando a mostrar el desagrado al tener la idea de lo que había pasado.

Unos mocosos molestaron a mi cachorro... pensó el Oji-verde.

—No quiere comer — murmura — Ya son las once de la noche y solo tiene un sándwich en su estómago —suspira — Tal vez ni eso, revisé su mochila y no encontré el topper.

—Tranquila, voy hablar con él —habla, para luego dejar un beso en la mejilla de la azabache, tratando de transmitirle calma.

—Él no quiere hablar con nadie, toque muchas veces su puerta para dejarle un poco de comida o poder hablar con él, pero simplemente nada —Habla a pesar del nudo en la garganta —Quiero devuelta a mi pequeño alegré —pide sollozando, abrazando a Adrien, quien corresponde al abrazo.

—Todo se resolverá y yo me encargaré de eso dice con voz ronca, seguro de sus palabras.







Malditos mocosos...





Hiro Agreste.


Esperó les gusté, gracias por su apoyo a la historia.

[El siguiente capítulo ya está listo, meta de votación 220]

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