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— ¿Entonces no me casé?
Los ojos de Ryu reflejaban profunda decepción. Puedo notar que está triste por lo que acabo de decir.
— Este.. no, pero eres muy feliz.— Le aseguro, esperando que me crea.
Nunca creí que fuera tan importante para una persona casarse, en mi generación ya no lo es. Hay chicas que han decidido ser independientes de un hombre e incluso no tener hijos.
No tengo una verdadera opinión con respecto a eso, pero me causa algo de tristeza ambas situaciones: algunas chicas que no se casan llega un momento, aunque no lo demuestren, que se sienten solas, vacías. Nunca es bueno morir sola. Algunas que se casan, lo hacen para tener un matrimonio que se basa en las apariencias, si tienes suerte, no tendrás que toparte con la realidad.
— ¿En serio?
— Si, en serio.
— ¿Y qué pasó con mi hermana?
Inhalo profunda y prolongadamente. Tengo que contarle desde el principio, si no, no entenderá.
— Namjoon se casó con tu hermana, entonces me tuvo a mí y a Jungkook, mi hermano de quince años. Se separaron cuando yo tenía siete años, porque papá volvió a ver a Seoli.
— ¿Seoli? — Su tono de voz denota su impresión.
— Si, Seoli. Entonces ella comenzó a ir a casa a cenar, a salir con mis padres, hasta que un día papá le dijo a mi madre que estaba enamorado de Seoli y que tendrían un bebé, que tiempo después le dijo que no era suyo, pero papá le había tomado cariño y dijo que lo criaría como tal.— Suspiré antes de seguir — Es un total infierno para ambos, mamá aún lo ama y papá.. no sé, no lo sé...
Ryu guarda silencio. La cafetería donde me trajo esta casi vacía, mi malteada de fresa está llena mientras la suya va por la mitad. Suena una canción de lo que yo creo que es Life is Life, papá la escuchaba a cada rato cuando trabajaba en casa.
— No puedo dejar que mi hermana sufra así.
— Ni yo puedo dejar que sufra así mi mamá.
— ¿Qué tenemos que hacer? ¡Te ayudaré con lo que sea! — Me mira. Sus grandes ojos mieles brillan y su sonrisa se extiende suavemente. Es tímida, pero está dispuesta a hacer lo que sea por mí.
— Primero, ayúdame a pasar desapercibida.
Asiente emocionada levantándose de la mesa y me extiende su mano. Río levantándome de igual manera, dejando el dinero sobre la mesa. Sostengo su mano.
La casa de mi abuela sigue siendo la misma después de treinta años. El pórtico lleno de flores, las ventanas grandes, el jardín de enfrente bien cuidado.
