III.

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"Al parecer, el fenómeno es global. En otras noticias, el ejército se ha desplegado al sur de la ciudad con el objetivo de contener a las criaturas. Se estima que un total de cinco mil soldados se han [...]"

"La batalla que se está llevando en estos momentos es intensa, pero al parecer el ejército ha logrado acabar con varios de esos seres. Se espera que en las próximas horas se logre [...]"

"El cielo de una ciudad sin luz se ha visto iluminado por los constantes bombardeos a lo largo de la ciudad, sin embargo, Las criaturas están superando en número a los soldados, quienes tratan de resistir. Se espera que el ejército implemente la operación Tormenta negra. La cual consiste en la destrucción total de la ciudad mediante [...]"

III

El miedo es, por su propia naturaleza, la más pura emoción humana. Cuando sentimos miedo, nos mostramos como realmente somos. Creo que no hay nada más genuino que el miedo mismo, sobre todo el miedo que nos provoca nuestra propia muerte. Esa emoción es la que nos ha llevado a sobrevivir estos miles de años que llevamos habitando este planeta. El instinto de supervivencia nos hace aferrarnos a nuestra propia existencia, y, además, a luchar, a sobrevivir sin importar la situación, todo hasta el último momento.

Eso fue lo que me mantuvo con vida.

De la boca de aquel ser salieron un montón de extremidades negras y viscosas, las cuales me sujetaron por todas partes. Estas me apretaron con fuerza y me levantaron como si fuera un muñeco hecho de trapo, arrojándome al suelo. La criatura nuevamente abrió la boca, pero esta vez para soltar un grito espectral que hizo vibrar las ventanas.

Corrió y se abalanzó sobre mí, pero pude esquivarla antes de que volviera a clavar sus extremidades en alguna parte de mi cuerpo. Aquella escena no podría ser más extraña y bizarra. Estaba peleando, por decirlo de alguna manera, conmigo mismo, con una copia mía, mucho más pálida y carente de toda humanidad.

Me levanté lo más rápido que pude. Quise buscar algo con lo que poder defenderme, pero no había nada, al menos no a la vista, ni siquiera estaba el cuchillo que usé para acabar con la primera criatura que entró a mi departamento. Y en una situación así no podía a detenerme a buscar en cada rincón de la cocina, pese a que sabía perfectamente que los otros cuchillos estaban en el segundo cajón de la alacena. Así que tomé una de las sillas y la usé como escudo. La criatura nuevamente se abalanzó sobre mí, pero su pecho se clavó en una de las cuatro patas metálicas de la silla, lo que ocasionó que gritara. Aquel grito me heló la sangre, pues era casi idéntico a mis propios gritos.

Aquella sensación se convirtió rápidamente en ira, en odio. Arrojé la silla, aún con el pecho de la criatura clavada en ella, lo más lejos que pude, dándome tiempo de abrir uno de los cajones y sacar el cuchillo más grande que había. Giré y miré a la criatura en el suelo, tratando de quitarse el frio metal del pecho, gritando y retorciéndose. El odio por aquel ser se incrementó, y ahora fui yo quien se arrojó encima de él, solo para clavarle el afilado cuchillo una y otra vez en cada parte de su cuerpo.

La criatura ahora gritaba de dolor. Trataba de defenderse, pero cada vez estaba más débil. El cuchillo empezó a mancharse de una sustancia negra y viscosa cada vez que penetraba la piel de aquel ser. Y entonces, el cuchillo atravesó su frente y la criatura explotó.

Claro, la cabeza, había que darle en la maldita cabeza. Suena fácil, sí, pero en una situación así, donde el instinto de supervivencia es el único que decide tus acciones, no sueles ponerte a razonar, y menos a recordar.

Me levanté del suelo. Contemplé el charco negro que se empezaba a extender por el suelo de la cocina. Alcé la mirada y observé el cielo gris y oscuro que estaba detrás de una de las ventanas. Al fondo, el cielo era iluminado por algo quemándose, posiblemente causada por el poderío militar de la ciudad. Era difícil imaginarse todo lo que estaba pasando justo en aquel momento. El caos y el infierno que se vivía por todas partes era inimaginable, pero estaba pasando. Aquello no era una pesadilla, era real, más real que el miedo mismo.

Lo que cayó del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora