"Y Dios dijo: hágase la oscuridad; y el sol desapareció. Y los otros cayeron del cielo para propagar caos y destrucción. Y ante mis ojos, la muerte".
Un destello surcó el cielo. El sol ha desaparecido. Y, entre la oscuridad, aparecieron varias cria...
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II
Y Dios dijo: hágase la oscuridad, y el sol desapareció. Y los otros cayeron del cielo para propagar caos y destrucción. Y ante mis ojos, la muerte.
Había sido demasiado ingenuo para caer en una trampa mortal. Aquellas criaturas se acercaban cada vez más, ansiosas de consumir el líquido que estaba en todo mi cuerpo, como si de una jauría de perros hambrientos se tratara. No quería morir, no de esa manera. Ocultarme sería inútil, pues sabía que aquellos seres podían olerme, podían sentirme. Luchar parecía una alternativa. Había acabado con uno, pero enfrentarme con varios a la vez era una completa locura. Saltar era la única opción viable, prefería eso que cualquier otra cosa.
Miré al vacío. La oscuridad envolvía todo a mí alrededor, incluido el frío y duro concreto que estaba a unos metros debajo de mí. Regresé la mirada nuevamente a la entrada de mi departamento, y vi como aquellos seres entraban uno por uno. Sin pensarlo, salté.
Pude sentir la fría brisa chocando con mi rostro por escasos segundos antes de detenerse abruptamente. Un breve dolor, como el de una descarga eléctrica, recorrió todo mi cuerpo, de pies a cabeza. Posteriormente, la oscuridad se intensificó al punto de poder sumergirme en ella y perderme en la profundidad de mi consciencia.
No sé cuánto tiempo pasó. Llegué a pensar que estaba muerto, pero un intenso dolor en la cabeza y en las piernas me comprobó que en realidad, para mi buena o mala suerte, seguía vivo. Podía sentir el frío concreto sobre mi rostro. Abrí los ojos solo para toparme con la misma oscuridad que se extendía por toda la ciudad.
Traté de pararme, pero pronto me di cuenta que mis piernas estaban hechas pedazos. No estaban rotas, al menos no gravemente, pero un dolor insoportable me impedía moverlas. Estaba claro que no iba a salir ileso de una caída así, y más cuando mis piernas recibieron todo el impacto. Ahora estaba tirado en el piso, sin poder moverme, y, como si las cosas no pudieran ponerse peor, podía escuchar a un par de criaturas a la lejanía.