El hombre de trapo

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Me encuentro vagando por las oscuras calles de una gran ciudad de la cual su nombre desconozco. Después de un tiempo, cuando me di cuenta que podía transportarme de un lugar al otro con solo quererlo, simplemente deje de recordar en donde estoy parado.

Mis pasos resuenan en la solitaria vereda. Lo único que interrumpe la paz del lugar es un hombre extraño caminando hacia la dirección contraria a la que voy. Ni siquiera lo miro a la cara, pero cuando nos alcanzamos me choca. Estoy seguro de que eso fue a propósito, había mucho lugar para que pasen tranquilamente dos personas sin siquiera rozarse.

Me volteo para decirle unas cuantas palabras, pero al mirarlo al rostro el pánico me ataca. El sentimiento debe haberse reflejado claramente en mi rostro, porque él no parece muy feliz al respecto.

La razón de mi creciente miedo es que él no es realmente un hombre. Es decir, si, se mueve como uno, pero estoy completamente seguro de que no es un ser humano. Sus ojos son dos botones color violeta, su boca es una línea roja y la nariz y las cejas son inexistentes. Es realmente alto, pasándome una cabeza aunque yo tenga la altura estándar de un chico de 18 años.

Increíblemente a Isobare le agrada. Si, al loco que tengo en mi cabeza y que de vez en cuando me controla, el mismo que dice odiar a todo aquel ser humano viviente con el que se cruce, le agrada ese hombre de trapo.

Quizás es precisamente por eso, porque él no es un ser humano.

El hombre se me queda mirando fijamente a los ojos, como si buscara algo debajo de mi expresión de pánico, y sonríe cuando parece encontrarlo.

—Lo siento. Mucho gusto, soy Simón, aunque casi todo el mundo me conoce por Simolad.

Me extiende la mano. Me toma más de un segundo reaccionar, pero aun así no se la estrecho. Tengo algo de miedo de confirmar que su piel es tela. Ignorando olímpicamente su mano le pregunto algo que me parece más inmediatamente importante.

—¿Te conozco?

Su rostro muestra por un momento sorpresa, pero después vuelve esa sonrisa amable que tenía antes. Después del shock inicial puede parecer una buena persona e incluso alguien con quien sería agradable pasar el rato.

—Bueno, supuse que sí. Las Variantes siempre están en peligro, así que es conveniente saber quién es amigo y quien es enemigo. Espero que seas del primer grupo, por supuesto.

No tengo nada contra este hombre de ojos -¿botones?- amables, así que asiento, pese a que no me haya hecho una pregunta.

El argumento que me dio para decir que era extraño que no lo conociera me pareció algo confuso.

—¿Qué es Variante?

La sorpresa vuelve a ocupar su rostro, más ahora se suma un creciente pánico. Me pregunto si así se habrá visto mi cara cuando lo pude ver de cerca. Ahora que lo noto, tiene el cabello de lana negra también. Que extraño.

—¿De verdad no sabes lo que es una variante? —se pasa una mano por el rostro al ver como niego con la cabeza, pero pareciera que está más preocupado que enojado o frustrado—. ¿No sabes nada de nada? Me refiero al Espacio Profundo, el Limbo y esas cosas. ¿Nada de nada?

Vuelvo a negar y su preocupación aumenta aún más. Me toma de la muñeca, a lo que reacciono dando un fuerte tirón, pero es muy tarde cuando ya me logre soltar, ya nos transportó a vaya a saber qué lugar.

—¿Qué demonios te pasa? —la ira que se deja entrever en mi voz le hizo encogerse de hombros—. ¿Acaso no sabes que es de mala educación hacer eso? Y en todo caso, ¿Dónde estamos?

Escapandole al DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora