Prólogo

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Observó de reojo por la puerta entre abierta de la oficina del director, el hombre mayor hablaba con una pareja que parecía ser muy amable y cálida, la mujer era hermosa con esa rebelde cabellera rubia ceniza, y su esposo tenía una cara calma y aparentaba ser un hombre tierno y encantador, algo tímido, pero igualmente agradable, le parecían la pareja perfecta, llevaba un tiempo observándolos y su mente no dejaba de pensar en otra persona que físicamente era muy similar a ellos.

— ¿A quién espías cara redonda? — preguntó el niño tras ella, él también observó de reojo — ¿Ellos otra vez?

— ¿Los conoces?

— Los he visto venir un par de veces — tomó la mano de la pequeña y la comenzó alejar de ese lugar — hablan por un rato con el viejo Torino y luego se marchan, quizás desean adoptar a alguien

— Ellos se parecen demasiado ti... — sintió el apretón de la mano del chico — Katsuki...

— No digas idioteces — detuvo su andar para enfrentarse a la mirada marrón — mi deber es protegerte — se arrodilló sobre una pierna — juré hacerlo y no me arrepiento de mis palabras

— Pero...

— Ochako, guarda silencio — le ordenó — y déjame protegerte

Con sus redondas mejillas levemente sonrojadas asintió una vez más a la promesa que habían hecho. Obedecería a cualquier cosa que él le pidiera aun sin tener que usar su voz.

Ella tenía seis y él nueve años, a esa tierna edad ambos sabían que eran el primer amor del otro, su relación ligeramente mal vista por otros, pero para ellos, eran solo dos pequeños niños que se querían mutuamente y que nada cambiaría. Aquella noche bajo el sauce del jardín trasero, Katsuki colocó una manta blanca sobre su cabeza como si fuera un velo, encendieron una vela que ambos sostuvieron y dijeron en voz alta su promesa de siempre permanecer al lado del otro, la apagaron juntos y tenuemente iluminados por la luz de la luna compartieron un inocente beso, apenas un roce de labios, pero que sellaba la promesa de ambos.

Continuaron sus días con normalidad, eran felices pese a estar en un orfanato, sus amigos, el director y las religiosas que los cuidaban eran buenas personas con un enorme corazón, o al menos eso pensaba Ochako, pero no duró para siempre. Katsuki dormía en la habitación contigua de donde se encontraba la castaña, escuchó pasos en el pasillo que lo despertaron y de puntillas caminó hasta la puerta para ver quién era, se encontró con la hermana Toga con Ochako entre sus brazos, la rubia mujer se percató de su presencia.

— Regresa a la cama pequeño — dijo con una alegre sonrisa que le causo escalofríos

— ¿Dónde lleva a Ochako?

— Estaba caminando dormida, así que la llevaré al cuarto de enfermería para revisar que no esté lastimada

Esa mujer siempre le causaba desconfianza, desde que había llegado al orfanato hace unas semanas cosas raras estuvieron ocurriendo, niños que parecían perder su alegría y a los pocos días eran adoptados de forma anónima, lo cual era extraño ya que las parejas siempre preferían venir a conocer a quien se llevarían con ellos. Una fuerte explosión retumbó en el orfanato sacándolo de sus pensamientos, muchos más pasos se escucharon acercándose, en esta ocasión como si corrieran desesperadamente y el sonido de vidrios rompiéndose retumbaba por todos lados.

— ¡¿Qué mierda está pasando?! — se preguntó sin medir el tono de voz, luego de eso todos ya debían haber despertado

— Esos idiotas... — murmuró la mujer — lo siento pequeño, ya debo irme

— ¡Espera! Deja a Ochako conmigo — la situación era sospechosa y mucho más esa mujer — o al menos déjame ir contigo

Los ojos amarillentos de la mujer lo observaron con diversión, la hermana Toga se acercó e inclinó a su altura — lamento mucho decirte que no puedes ir conmigo — le dijo la mujer antes de sentir un fuerte golpe en su nuca, Katsuki cayó al piso sin poder enfocar su vista, con dificultad apreciaba el cuerpo de Ochako siendo alejado de él.

— Los de tu especie no son necesarios pequeño... — acarició la cabellera marrón de la pequeña en sus brazos — nosotras nos iremos a dar un pequeño paseo, despídete de tu amigo Ochako

Toga tomó la mano de Ochako y la agitó para simular que se despedía de Katsuki quien intentaba mantenerse consiente, la cabeza del pequeño cayó con fuerza para rendirse ante el fuerte golpe que recibió, la última imagen en su mente fue el rostro de Ochako, y su último recuerdo fue que no la protegió, él no cumplió, él le falló.

Encadenados - Bakugō x UrarakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora