27 | Stay With Me Pt1

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—¿Y? —insinuó el hombre —¿me vas a disparar?

—JunYoung, no eres como tu padre —San trató de persuadirlo —eres mejor que un cobarde fracasado.

—Tenía una vida, San —avanzó hacia el chico aún con el proyectil sobre su objetivo —¡Joder, tenía una vida y la arruinaste!

—Lo único que hizo fue frenar el caos —WooYoung apretó la mandíbula, suspiró y trató de recuperar el poco control que le quedaba. Su plan era fisgonear de lejos y llamar a la policía, huir y olvidar haber visto a San. Pero allí se encontraba, con el arma robada de su hermano y apuntando a un hombre desconocido —el caos que tu padre ocasionó.

—¿Qué hubieras hecho si yo hubiera matado a tu padre?

San juraba ver los destellos de una lágrima resbalar por la mejilla del castaño.

—Agradecerte.

—¡Hijo de puta!

Quería presionar el gatillo hasta que el arma se quede sin balas. Pero, sus ojos, aquellos orbes marrón oscuro eran iguales a los suyos, ocultaban un pesar tras una mirada calculadora. JunYoung veía su propio reflejo en un rostro ajeno al suyo, quizá esa sea la razón por la que confió en el pelinegro. De entre todas las personas cruzando miradas entre sí, elegió al chico de sudadera gris, chocó a propósito con él y dejó que el acto hable por sí mismo. Cuánto se arrepentía, y lo hacía aún más de no poder poner una bala entre sus ojos.

El singular sonido de una patrulla perturbó al hombre que amenazaba la vida de San, el hombre maldijo entre dientes y lanzó una mirada cargada de pavor hacia su acompañante quien la supo interpretar y asintió tras guardar el arma bajo sus botas.

WooYoung observó cómo el hombre ejercía presión premurosa sobre el gatillo, sin pensarlo, precisó el cañón del arma en un punto clave de su pierna y disparó sintiendo la sutil fuerza dando un tirón sobre su mano.

No era la primera vez que hacía algo ilegal, a decir verdad, el simple hecho de estar junto a San se consideraba inmoral, los actos de ambos se mezclaban en un caótico frenesí y el resultado estaba justo frente a sus ojos.

La bala colisionó en la pantorrilla del hombre a una velocidad desmesurada, sangre manó de su piel rasgada tiñendo de rojo carmesí su pantalón raído y, entre sollozos, cayó sobre el frío pavimento.

San, entre el aturdimiento, capturó la mano del pelinegro y haló de él posesivamente. La calidez de su tacto envolvió la frigidez de las suyas, en un momento como aquel debía pensar en una salida, pero, de alguna u otra manera, se sentía a salvo junto al pelinegro. No quería huir de sus demonios, quería enfrentarlos junto a él.

—Sannie —murmuró detrás suyo —creo que... eh... ¿lo maté?

Iba a responder, iba a tratar de tranquilizar sus nervios y acariciar sus manos temblorosas, iba a huir junto a él y desaparecer de Daegu. Pero, al menor intento de correr, una mano se cerró sobre la suya y haló de ésta arrastrandolo hacia una camioneta cerrada. Miró detrás suyo, habían hecho lo mismo con WooYoung; el chico oponía resistencia vanal y se retorcía entre un par de brazos, terminó cediendo y entrando a la camioneta por voluntad propia.

Un par de hombres alzaban un cuerpo del azfalto y otro par se dirigía de manera educada hacia JunYoung.

—¿Por qué ellos están aquí? No tenían oportunidad de huir, la policía los atraparía y sería su fin —el hombre, histérico, miró al chico de menor altura; su manera de vestir y la forma en la que le había hablado, en definitiva no era de la misma clase social marginada—Al menos para uno de ellos.

—Tenemos órdenes de protegerlos —aclaró, suspirando, el hombre que sostenía a WooYoung.

—¿A ellos? ¿Acaso enloqueció? —su voz cargada de furia —Le dije una y mil veces quienes eran, me dio la orden de acabar con ellos, con cada uno de ellos. Por qué ahora cambia de...

—Me estás irritando, cállate de una puta vez —JunYoung fijó la mirada en el pelinegro —No eres el único con ganas de matar, aquí.

El auto se había puesto en marcha, esquivaba cada semáforo en rojo y tomaba uno que otro desvío. El bullicio de sirenas policiales desapareció en minutos y, a cambio, una suave melodía de radio flotó en los asientos de cuero desgastado.

JunYoung no había hablado sobre la muerte de su padre desde que escuchó la casilla de voz en el teléfono de su madre, solo se dedicó a encerrarse en su habitación y tomar el pequeño frasco de Lunesta hasta dejarlo vacío por completo. Su madre lo había hallado inconsciente, entre lágrimas lo había llevado al hospital y se había quedado junto a él hasta que el color volvió a su rostro.

No lo entendía, su madre sonreía y no parecía fingir, se mostraba más feliz que antes y llevaba a todos sitios a los gemelos. Pero él... JunYoung seguía con el remordimiento de ver la imágen censurada de su padre con una bala entre los ojos, de escuchar los rumores sobre su familia y el rechazo causado hacia ellos.

El auto se detuvo y bajó de este a penas las puertas se abrieron, respirar el mismo aire que el asesino de su padre le causaba náuseas y unas incontrolables ganas de hacer daño.

—Explicáme cómo él aún no está muerto —encaró al hombre que esperaba en el salón con un rostro realmente pálido —Por qué sigue vivo y sin, al menos, una pierna rota.

San tomó la mano de WooYoung y se dirigió hacia donde el castaño había desaparecido. Vio dos siluetas discutiendo bajo un dorado candelabro y, aunque aquella situación sea lo más llamativo del lugar, lo único que atrajo su atención fue el cofre vetusto al lado de una camiseta de fútbol con los números 81 plasmados en la tela.

El cofre le pertenecía, de pequeño le gustaba escribir lo que sentía y no podía decir por miedo a ser juzgado, pero, aquel cofre desapareció tal cual amor por las letras sobre sus sentimientos escritos a diestra. Y la camiseta, era la misma que usaba JongHo en los juegos de fútbol de su escuela, el 81 era su número de la suerte.

—Sannie.

Escuchó su nombre en un susurro colmado de incertidumbre y miedo, un susurro que provocó escalofrío en la parte dorsal de su cuerpo, se sentía angustiado con tan solo oír aquella endeble voz.

El rostro que vio al girarse no fue de quien esperaba. Vería aquel arrugado rostro en una lápida, incluso buscó su nombre en el registro de fallecidos sin resultado alguno. ¿Por qué se veía más vivo que antes? ¿Por qué parecía haber rejuvenecido los años que estuvo ausente en su vida? Prefería ver su nombre sobre una lápida, prefería creer que nunca supo de él porque estaba muerto y no porque realmente no le importaba como para tocar la puerta de casa y volver con una sonrisa de hoyuelos relucientes como solía hacerlo.

En ningún momento pensó volver a ver a Choi MinHyuk, su padre.

°°°
Tengo hambre :(

Cuídense y tomen agua.

Wonderland ×SanWoo× -Corrigiendo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora