Cap.9 « La prueba »

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Ya había caído la noche y una albina yacía inconsciente en la cama de una cabaña, lo único que iluminaba la habitación era la luz de la luna llena.

Un travieso viento viajó dentro de la habitación, causándole un escalofrío y levantándola en el acto. Con pesadez empezó abrir los párpados, le dolía horriblemente la cabeza pero había algo que no iba bien, el lugar no lo reconocía y estaba más oscuro de lo habitual.

¿Donde estoy...?

Su vista se posó en la ventana del cuarto, cuando divisó bien su alrededor estaba en una cabaña, y en el bosque.

¿¡Estoy en el bosque?!

Vaya, despertaste—Elizabeth se alarmó y se incorporó de golpe al no reconocer la voz, delante suya estaba sentado un hombre de melena larga y negra, con una expresión extrañamente serena—Encantando de conocerte, Elizabeth. Soy Ludociel Arcángel.

¿Arcángel? Me suena de algo...

Uno de los últimos libros que le había echo leer Meliodas eran de la historia de Danafor, donde también se mencionaba la familia real...

¿¡Es de la familia real?!

Espera. Pero si Mael también se apellida Arcángel...

¿Donde esto? ¿Por qué me trajiste hasta aquí?—por una extraña razón ese hombre le daba mal espina, tenía que estar tranquila.

Respira, Elizabeth, respira.

La salida está muy lejos. ¿Que podría agarra como arma...?

No te preocupes. Te llevare a tu hogar sana y salva—mencionó el hombre sacándole de sus pensamientos a la albina—Cuando términos de hablar. Toma asiento aquí, querida—al lado de Ludociel yacía una mesa redonda con pastelitos y té, delante de esta estaba ubicada otra silla. Al ver que la mujer no se movía del lugar el hombre suspiró pesadamente mientras servía té en dos tazas—Por favor. No tiende de que asustarse, venga aquí y siéntese, señorita.

—Puedes dejar las formalidades. No pienso sentarme cerca tuyo—fuertemente agarró la poca tela que le cubría para alejarse lo que podía del hombre, este se hizo el dolido.

—Le traje aquí para pedirle un favor. Claramente tendría que hablar políticamente con usted—dijo tranquilamente mientras dejaba su taza de té de nuevo en la mesa, para luego cambiar radicalmente su expresión a una "seductora"—¿O acaso es porque le estoy incomodando?

El... es demasiado.

Pensó asqueada. El hombre bufó y con un movimiento de mano hizo que se acercara uno de sus sirvientes, los cuales no se había dado cuenta de su presencia la albina.

—Hendrickson.

—Si, su majestad.

—¿Por qué Elizabeth está tan asustada?—la voz serena que había puesto Ludociel a Elizabeth había cambiado a una fría y grave—Recuerdo perfectamente que te dije que la trajeras con cuidado y respeto para que no se sintiera incómoda—recordó seriamente Ludociel mientras se ponía de pies y agarraba nuevamente su taza de té caliente—Y esa herida...—la albina al escucharlo se tocó el rostro, no se dio cuenta que tenía un rasguño en la mejilla la cual ya estaba reseca—Has echo demasiadas cosas rudas en mi nombre, ¿no te vergüenza?—unas gotas chocándose con el suelo empezaron a resonar, Ludociel le estaba echando todo el contenido caliente de la taza al de la cabellera color ceniza, ocasionándole un rechinar de dientes por el dolor. Seguramente después de esto se le quedará una quemadura...

La criada y el vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora