Cap.5 « Como un libro »

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Quien se convierta en la esposa del vampiro y lo pueda librar de su maldición, obtendrá el título de la familia real y el estado.

El decreto, le da la inmortalidad vampirica a la acompañante humana y la humanidad al vampiro.

Por lo tanto, quien pueda convertirlo en un mortal, será otorgado una inmensa fortuna y honor.

Por lo tanto, quien pueda convertirlo en un mortal, será otorgado una inmensa fortuna y honor

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Es tan injusto.

¿El cree que fui amable con el por el Decreto todo este tiempo?

Pensaba una albina quien no se decidía si abrir la puerta de su amo o no.

¿Que debería decir?

"Acabo de enterarme sobre el Decreto gracias a Melascula, pero lo acabo de descubrir hoy. Solo intente tener su interés porque..."

La albina imaginaba cómo sería el diálogo y que pasaría después de eso si entraba, aunque paró dramáticamente en una parte.

¿Solo... su interés?

Rápidamente se dio la vuelta, dispuesta a irse.

No, todo lo que hice fue por mi propio bien.

No soy diferente de las demás.

¿Que estás haciendo?—rápidamente la puerta del cuarto se abrió, mostrando un rubio un poco eufórico y confuso, asustando a la albina en el momento.

La albina no sabía si su corazón latía así de fuerte por el susto o por su amo.

¡Casi!

Amo...—rápidamente cambió su expresión por una sonrisa—¿Se siente mejor?

El vampiro arrugó su entrecejo—¿Estuviste todo este tiempo de pie solo para preguntarme eso? Entra.

No... ¡No! ¡Descanse! Volveré mañana—dijo nerviosamente Elizabeth, intentando pensar en alguna excusa para salir de esa situación.

Entra.

La albina sin más que perder, le hizo caso al rubio, entrando al cuarto para luego cerrar la puerta detrás suya—Si, amo...

¡¿Que querrá el que haga esta vez...?!

Meliodas paró dramáticamente en medio de la recámara, haciendo asustar por segunda vez a la pobre albina—¿Por qué mientes? Tú no viniste solo para saber como estaba.

—N-No estaba mintiendo...—intentó mantenerse en postura, ya que la mirada penetrante del rubio la oprimía hasta el punto de que sus piernas temblaran.

—Estoy seguro que estoy en lo correcto.

—No, no lo está...—Meliodas frunció de nuevo su seño mientras cruzaba sus brazos.

La criada y el vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora