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Historia BASADA e INSPIRADA en la saga "cambio de actitud" de Mary Calmes.
No actualizaré hasta terminar "el chico de la esquina", solo quería saber qué opinaban por mientras ❤

Mi cabeza estaba palpitando de manera horrible. Había un sabor agrio en mi boca que describí como sangre cuando tuve la suficiente consciencia. Abrí los ojos y noté, primero que nada, el pasto. El pasto verde y con buen olor. Solo moví los ojos para ver a mi alrededor y había puros árboles.

Me apoyé con mis manos y me levanté. Sentí dolor en cada parte de mi cuerpo, respiré con profundidad y me llevé una mano a la cabeza.

El dónde estaba y el por qué, no los tenía. Intenté pensar en lo que estaba haciendo ayer, pero no llegó nada, después pensé en la semana anterior y en el mes anterior, y lo único que obtuve fue un dolor de cabeza.

Me paré como pude, con las piernas temblando y el corazón a mil, pero lo logré. No supe qué hacer después de eso, ¿a dónde debería de ir?, no recordaba nada. Caminé por el único camino marcado por tierra que había, las piernas me seguían temblando y mi mano presionaba uno de mis costados. Me sentía molido y no en el buen sentido.

Respiré profundo cuando capté el sonido de un auto a lo lejos. Había una carretera, pero nada más. No vi ni una casa cerca o una tienda. Eso me hizo pensar. Una casa, ¿dónde estaba la mía?

Mi cerebro me dijo que siguiera la carretera, pero mi corazón me dijo que me quedara acostado por unos segundos y mi omega me suplicó que lo buscara. Buscara, ¿a quién o qué debía buscar?

Intentando complacer a todos, seguí la carretera para buscar un lugar donde descansar y a lo mejor en el camino encontraba a lo que sea que mi omega quería.

Era un omega, ¿eso no era raro? Lo único que recuerdo es que ser un omega era demasiado extraño. Eso no pasaba, mucho menos en hombres. Era hombre, ¿verdad? ¡claro que era hombre!

El dolor en mi cuerpo me sacó de mis pensamientos, ¿qué me había pasado? Mi cuerpo y mi omega parecían machacados. Tenía ganas de caer y dormir, en un sitio caliente porque el aire de febrero era gélido. Febrero, estábamos en febrero, ¿qué día era?, el mes febrero me sonaba importante.

A lo lejos vi varias casas, era como un pequeño pueblo, como una pequeña ciudad, ¿yo vivía ahí?

Cuando lamí mis labios me di cuenta de lo sediento que estaba, ¿cuánto tiempo había estado tirado ahí? ¿alguien me buscó? ¿tenía a "alguien" en mi vida?

—¿Estás bien? —escuché que me preguntaron una vez estuve caminando por las calles coloridas.

—Y-Yo... —balbuceé girándome, había una chica, una niña, no parecía de más de diez años—. No realmente, pero lo estaré. —Le sonreí, y como siempre pasaba, la niña pareció hacerse agua.

—Ven conmigo.

Me dijo sin dejarme rechistar, agarró mi mano y tiró de mí. Era una niña, ¿yo tenía una niña? ¿un niño? ¿era padre? ¿tenía una familia? Toqué mi vientre sin poder evitarlo, porque, sí, no recordaba nada, pero saber que podía crear una nueva vida era como saber respirar.

—¿A-A dónde vamos? —pregunté aturdido.

—Te llevaré con mi babushka.

Babushka. Babushka.

—¿Babushka?

—Mi abuela —me dijo con obviedad. Ladeó su cabecita y me miró con sus ojos cafés—, ¿tú no tienes una babushka?

Una abuela, ¿tenía una?

—No lo sé —le dije, intentado recordar.

—Está bien, no te preocupes —me susurró, acariciando mi mano con las suyas como si me estuviera consolando.

Ella lo estaba haciendo. Me arrastró por la calle hasta llegar a una casa, no, una mansión, era enorme. Tenía portones y había guardias..., o soldados, vigilando el perímetro. Y la niña me llevaba hacia allá, a mí, a un desconocido y venía de su mano.

—¡Jin! —Levanté la mirada porque ese nombre se me hizo conocido. Jin, ¿ese era mi nombre?—. Dios santo, niña, que la Diosa luna te proteja porque tu padre te va a matar.

Un chico, uno de los soldados en el portón, se acercó a nosotros con largas zancadas. Era enorme y era alto, puede que tocara el 1.86 de altura. Sus hombros eran anchos, su frente alta y su nariz recta, y tenía unos ojos penetrantes de color miel. Temblé sin poder evitarlo, era sexi.

La niña, que se llamaba Jin, salió corriendo hacia aquel hombre que la levantó en brazos.

—¡Mira, Inai! Me lo encontré, ¿a que es bonito?, es mío ahora.

Jin me señaló y los ojos de Inai fueron a los míos. Si ya estaba sin hacer nada, esta vez me quedé quieto, podía competir con la roca a mi lado.

—Tenemos que ayudarlo, Inai. Mira cómo está, ¡y no recuerda a su babushka!

—Ve adentro, Jiny. —Y aunque se lo pidió, se dio la vuelta y se la entregó a otro hombre—. No salgas.

—No lo haré si me prometes que lo ayudarás —dijo, levantando su meñique.

Inai la miró y se lo prometió, enlazando sus dedos. Cuando ningún ojo infantil estaba observando, el gran hombre me miró.

—Hola —susurré.

—Vendrás conmigo a ver a mi alfa —sentenció sin dejar discusión. Y el hombre era sexi, pero creo que no me metería con él a la cama... jamás.

Realmente, el solo pensar en meterme a la cama con alguien me hizo querer vomitar. ¿Eso era normal?

Inai y otros cuatro hombres me llevaron dentro. La casa sí era una mansión. Tenía paredes largas y blancas, y una alfombra azul marino que iba de la puerta principal hasta las escaleras que curvaban. Todo en un camino recto. Inai y sus hombres me llevaron a la derecha en el primer piso, pasamos las puertas dobles de castillo de Disney y entramos a una estancia, como una sala.

La pared del lado opuesto de la puerta era de puro cristal. Había una chimenea en la pared lateral y unos sillones junto a unos estantes llenos de libros en la otra.

Estaba cálido adentro, y lo estuve más al ver al hombre parado frente a la pared de cristal. Había otra persona junto a él.

—Mi alfa —dijo Inai y él, y sus hombres, le hicieron una reverencia.

—¿Quién es él?

La voz de la otra persona era increíble. Era baja y seductora, quedaba con sus ojos color whisky, se parecían a la miel.

—Jiny lo trajo, señor. Ella dijo que debíamos ayudarlo.

—Mmh, ¿y desde cuándo hacemos lo que una niña de siete años nos dice? —dijo el señor whisky—. Ella está castigada de todas formas por escapar.

—Lo sé, señor. Jiny dijo que lo sentía.

Y eso era una mentira, la niña había tenido la sonrisa más grande digna de una traviesa.

—Además —Inai tragó—, mi beta me dijo que debía traerlo.

Con eso, el hombre que estaba de espaldas, se volteó. El tipo era imperioso. Su cabello negro resaltaba su piel blanca y perfecta, como las que siempre describen en los libros, la frase "como la porcelana" lo describía perfectamente.

Vi como el tipo, el alfa, me miraba. Me tragaba totalmente con sus ojos, mientras ladeaba su cabeza. El otro hombre, al que Inai se dirigió como señor, también me miraba.

—¿Quién eres tú? —preguntó el alfa—. Conozco a todos los miembros de mi manada, y tú no eres uno de ellos.

¿Qué se supone que debía responder?

Amnesia [JIKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora