3

629 81 23
                                    

Soñé con una persona. Con un hombre. Tenía la sonrisa más hermosa que alguna vez pude recordar, sus labios eran rosados y llenos, contrastaban con su piel clara. No pude ver sus ojos, no pude escucharlo por más que su boca se movía y tampoco pude sentir su calor. Lo único que podía escuchar era una pequeña voz, una dulce y suave voz, no sabía si me llamaba a mí o al hombre, pero llamaba a su papá.

¿Quién era su papá? ¿y por qué sonaba tan desesperado y triste?

Abrí los ojos como si nada hubiera pasado, como si no hubiera estado soñando. Miré tranquilo el techo del lugar y sentí lo blanda que estaba la cama.

—Mi omega —alguien gimió, y cuando moví mi cabeza hacia la derecha, pude ver a Inai sentado frente a la ventana. Se notaba preocupado—. Mi omega, necesita comer.

Se levantó de un salto y fue directo a mis pies, había una pequeña mesa con una bandeja encima. El olor llegó de golpe.

—Se supone que mi alfa debe de decirle —comenzó, trayendo la bandeja hacia mí—, pero no me gusta saber que está sufriendo sin su pareja. Mi alfa ha dado el aviso y tu compañero se encuentra viniendo hacia acá.

La noticia la dejó caer de golpe. Lo vi con anhelo, sintiendo la emoción, el deseo y la felicidad con demasiada intensidad que no pude controlarla. Mis sentimientos se desbordaron.

—Oh, mi omega. —Noté que Inai tembló cuando mis feromonas le llegaron sin compasión. Dejó la bandeja de manera inestable sobre mis piernas y me miró—. Hueles como si estuvieras en celo, no dejaré que nadie te haga daño, pero, por favor, intenta controlarte.

Asentí tembloroso, sentándome con mi respiración acelerada. Respiré profundo, haciendo que mi omega calmara sus emociones y dejara de esparcir feromonas como loco.

Cuando Inai dejó de temblar, supe que lo había logrado.

—Me encanta que me mires así, mi omega —dijo, acomodando mejor la bandeja para que pudiera comer—. Tus ojos son tan hermosos, por favor, coma. No quiero que le pase nada.

Cuando le sonreí, pasó lo de siempre, Inai se hizo agua frente a mí, pero de una manera más clara por su condición. Me pregunto si mi beta caerá directamente ante mí cada que le sonrío.

Comí desesperadamente, pero intentando no hacer un desastre de mí. Cuando la mano de Inai cayó sobre mi cabello, dejé de ver la comida para verlo a él.

—Mi omega, necesitaré que cambies para mí —pidió—. Tu cuerpo está mal, tienes heridas que han sido mal cosidas y que temo que se infecten. Estás morado por casi todos lados. Me encantaría verte sin tu palidez y sin tanta inflamación, estoy seguro de que tu lobo deberá de ser hermoso. Por favor, cúmpleme ese deseo.

—Lo haré, Inai —dije—. ¿Puedo llamarte así?

—¡Claro que puedes! Llámame como quieras, incluso llámeme su beta si así lo quiere.

No lo quería y no podía hacerlo. Aunque los ojos de Inai estaban llenos de anhelo, él mismo sabía que eso sería imposible. Él sabía que yo ya debería de tener a mi beta.

—Mi omega —jadeó y cayó de rodillas al lado de mi cama cuando supo que sería imposible.

Lo miré con tristeza, pero, ya que era omega y tenía que servir para algo, dejé que mis feromonas lo envolvieran y lo hicieran sentir feliz y amado.

—Siempre estaré para ti, Inai.

—Yo también, mi omega —susurró y dejó caer su frente al lado de mi muslo, mirándome—. ¿Sabe? No sé si sea lo correcto seguir refiriéndome a usted como "mi omega", ¿no recuerda cuál es su nombre?

Negué con la cabeza, intentando hacer memoria.

—¿No hay ningún nombre que te suene?

Bueno, sí, lo había. Pero no lo sentía totalmente mío.

—¿Mi omega?

—Lo hay, Inai. El nombre de Jin me suena demasiado, pero no lo siento mío.

—Puede ser parecido, a lo mejor empezar con la misma letra, ¿qué tal si te digo "J" en la privacidad de nuestra sola presencia?

Reí un poco, sintiendo que le hablaba a alguien sumamente importante. Pero así era para él, podría ser su rey si lo quería, podía dar su vida por mí si se lo pedía.

—Me gusta, Inai. También me gusta cómo hablas.

—A mí me gusta todo de usted, J. Hubiera deseado que le perteneciera a mi alfa, así vería su rostro todos los días. Me hace sentir bien.

—Será pasajero —le informé cuando la culpa empezó a envolverme—, es solo porque estoy aquí, junto a ti. Una vez regrese a mi hogar, —y esa palabra sonó extraña—, serás el de siempre.

—No creo que pueda olvidarlo, J. No había sentido algo así nunca, ni por la pareja de mi alfa. Ni por nadie.

Eso es lo que era ser un beta. Su precio. Solo esperaba que, cuando me fuera, no me llevara una gran parte de Inai conmigo.

No lo conocía y él tampoco lo hacía, pero ese también era el precio de lo que era. El vínculo irrompible. Sabía que cualquier cosa que le pidiera a Inai, lo haría. Totalmente. Todo. Cualquier cosa. Ese era demasiado poder hacia un beta.

Y eso solo me hacía jadear de necesidad por estar en casa.

—Inai. —Tocaron la puerta un par de veces y entraron.

—Mi señor.

Inai se paró y le hizo una reverencia. El señor (o gamma) era la mano derecha del alfa junto con el beta, pero, por alguna razón aquí, Inai parecía tenerle más respeto incluso estando en el mismo escalón.

—¿Cómo está él?

—Está bien, mi señor, solo falta que cambie para que sus heridas no sean tan fatales.

—Pues tendrá que hacerlo ahora, Inai. Su alfa acaba de llegar a la ciudad, no tarda en estar aquí.

—Sí, mi señor. —Su tono fue decaído, pero duro.

Mi alfa ya estaba aquí. Aquí, pero no sabía dónde era aquí. Ni quién era mi alfa, ni hacia dónde me llevarían una vez él estuviera junto a mí.

El pánico comenzó a pulsar desde adentro y tuve el deseo de quedarme con Inai. Él era un beta, me protegería, mi omega necesitaba sentirse protegido, aunque necesitara también a su alfa. Era una tormenta.

La puerta se cerró y eso fue lo único que me recordó respirar. Inai se volteó y me dijo lo que ya sabía: debía cambiar.

Me ayudó con la bandeja y con la ropa nueva que me había dado. Una vez estuve desnudo sobre la cama, el beta no pudo evitar dar un jadeo doloroso al ver mi cuerpo, yo ni siquiera quise verme, solo cambié cuando estuve listo. Sentí mis huesos romperse y mi piel estirarse, pero solo por unos pocos segundos. Era pequeño y era suave, cambiaba naturalmente más rápido de lo que un simple lobo haría por ser omega.

Era como un arte, podías entrenarlo.

—Eres hermoso, J.

Inai pasó una mano por mi pelaje negro, muy negro. Podía ver mis patas cubiertas de pelo y con pequeñas garras. Necesitaba ser más pequeño para ser más ágil, así podía escapar del peligro si estaba solo.

—Eres tan adorable —susurró y me levantó. Cualquier otra persona no podría, seré pequeño por ser omega, pero no era una mujer omega, seguía siendo un macho.

Uno que pasaba 70 kilos por lo menos, y que medía 1.76, no estaba mal. Pero él era un beta, era simplemente enorme y podía agarrar a un lobo de 70 kilos en su forma humana.

Le lamí el rostro cuando me apretó contra él e inhaló mi aroma.

—Te darás un baño cuando cambies, mi omega. No creo que a tu alfa y a tu beta le guste sentir mi olor sobre ti —me dijo, pero de todas formas se siguió frotando—. Eres como un lindo peluche, más bien como un lindo perrito con el tamaño de un gatito.

Le gruñí.

Amnesia [JIKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora