Porque Kageyama era un principiante en el amor, no sabía como besar o si quiera dar un cumplido a la persona que le gusta y ahora que estaba enamorado de su senpai intentaría dar de todo de si para que ella dejara de decirle "virgen" y le correspond...
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El sol brillaba con intensidad y Kageyama se encontraba saliendo de la ducha con algo de somnolencia en su mirada, pero estaba decidido a entrenar a pesar de que era su día libre.
Con una toalla en la cadera dirigió su mirada a su escritorio, sobre este se encontraba una bolsa con el dibujo de un perro y en su interior estaba el manga que le quería regalar a su senpai para que lo perdonara por romperle la nariz.
Manga el cual compró con la mesada de Daichi.
Justo cuando estaba por agradecer mentalmente a su capitán un mensaje le llegó a su celular tomándolo por sorpresa.
— Es el sonido de notificación de senpai...
Entre tropezones agarró su celular y abrió el chat de forma desesperada así cayendo al piso, no le importó demasiado el golpe que se había llevado gracias a su torpeza repentina.
Al leer el mensaje se confundió un poco, sólo decía el nombre de una plaza central y una hora.
¿A qué se refería su senpai con eso?
Meditó el mensaje por varios minutos hasta que sus dos y únicas neuronas hicieron conexión de mala forma, en otras palabras.
Pensó, pero no correctamente.
Emocionado se puso su ropa deportiva a toda prisa, no podía estar más feliz ¡Nunca pensó que su senpai tomaría la iniciativa para ir a entrenar!
Siempre le oía decir que no le gustaba sudar demasiado, pero al parecer por él iba a hacer el sacrificio e iba a salir a correr a su lado.
Era un momento impresionante para el de primer año.
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— ¡T/a-senpai!
Kageyama alzó la voz al ver su silueta entre toda la gente que transcurría por el parque central, pero al llegar frente a ella ambos se miraron de pies a cabeza con una mirada confusa.
— ¿Por qué lleva ropa casual? / ¿Por qué llevas ropa deportiva? — Preguntaron al mismo tiempo.
La de tercer año rápidamente comenzó a atar cabos así mostrando frustración en su rostro, pero Kageyama era otro tema, el pobre estaba más perdido que nunca.
