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Mi corazón está latiendo como loco, y creo que mi mente por primera vez está completamente apagada. Aunque tal vez solamente es porque cuando tengo a Joaquín cerca, todo se va. Todo termina, y nada en mi mente es capaz de procesar nada que no sea el que está frente a mí, de espaldas, respirando de manera uniforme. Aunque no quiero ilusionarme para nada, sin embargo lo conozco, y puedo jurar que las pequeñísimas pausas que hace su respiración, no se debe a otra cosa más que no sea a que está nervioso. Y esa pequeña posibilidad me hace sentir muchísimo más nervioso.

Joaquín aprieta levemente las manos, antes de girarse, y mirarme. Sus labios están completamente juntos, y sus brazos se cruzan sobre su pecho en un segundo. Trato, verdaderamente trato de mirarlo y no tener ninguna clase de pensamiento indebido, pero no me es completamente posible. Pues es injusto que esté usando esos pantalones tan cortos. Dios, desde que entre al lugar, no pude dejar de mirarlo. Pero es que no solo el hermoso rostro de Joaquín se volvió aún más hermoso. Sino que todo él lo hizo. Todo su cuerpo lo hizo, o tal vez solamente están hablando mis ganas de tocarlo. Mis ganas de sostenerlo cerca, enterrar mi rostro en su cuello, y besarlo hasta quedarnos sin aliento.

Sí... Mejor pienso en otra cosa.

No puede culparme por tener esos pensamientos. Algo que siempre odie cada noche que conocía a un chico nuevo, y me enrollaba con él, era que el cuerpo de Joaquín no salía de mi mente. Nunca. Ni por un segundo. Sé que eso me hace probablemente un imbécil, pero a ellos no parecía importarles. Claro, al menos a ninguno que no fuera Johann, pero esa es otra historia. El punto es que llevo cuatro años lejos de él, de cada parte de su ser. De cada parte que ame todos los días durante más de nueve meses.

Y el que esté usando exactamente la clase de ropa que usaba en nuestro departamento en Madrid, no me ayuda a pensar con claridad. Bueno, al parecer nada cerca de él me hace pensar con claridad. O no estaría mirando sus labios fruncidos, y no estaría pensando en lo dulces que todavía son. Ni en lo mucho que amaba sostenerlos con los míos. Claro, esos son la clase de pensamientos que debería estar teniendo si quiero olvidarlo... Sí, Emilio, estás haciendo un grandioso trabajo en dejar aquellos sentimientos.

—Okay. —dice Joaquín, haciéndome despertar de mi dulce sueño. Parpadeo un poco afectado, por no decir mucho, y desvío la mirada un momento. —No sé si mi ropa te quede, sinceramente. —acepta, y aquello me hace querer sonreír por un instante, pues tengo buenos recuerdos de los momentos en los que intentamos prestarnos ropa.

Al menos yo no pude. Joaquín usaba todo el tiempo mi ropa, pero yo no cabía en la suya. No sonrió, por supuesto, pues recuerdo que ni siquiera debería de haberme dejado llevar por un par de palabras suyas en primer lugar. No debería de estar en el mismo lugar que él, y mucho menos solos. Esto no estaba en mis planes cuando anoche me prometí tratar de centrarme nada más en venir por Renata. Bueno, tampoco estaba en mis planes mirar su cuerpo, y ahí estoy, haciéndolo de nuevo. Desvió la mirada rápido nuevamente.

—Pero tengo unos pantalones que me compre hace unos días para el viaje. No me los medí, y al final me quedaron grandes. Tal vez te quede. Y con la playera... —Joaquín se queda en silencio un momento, por lo que lo miro nuevamente, encontrándomelo mirando mi pecho con una expresión que me hace sentir calor de repente. Me sonrojo. Por una mierda. Joaquín aclara su garganta antes de volver a hablar. —Y con la playera debe ser más fácil. Tengo muchas grandes que uso para dormir.

—Me parece bien. —respondo, tratando de reponerme. Mierda, mierda, mierda. Acabo de caer en cuenta que es la primera vez que estamos en un mismo lugar, solos. Y ninguno esta borracho. Aunque no sé si cuente, mis pensamientos en este momento se sienten como si estuviera borracho.—Gracias.

—No importa. —responde, hundiéndose en hombros. De repente parece realmente indiferente.

Suelta un pequeño suspiro antes de dirigirse a su maleta, y ponerla sobre la cama. Me quedo parado en medio de la habitación, y solo entonces me permito mirar un poco lo que hay ahí. Sé que no es su departamento, pero aun así hay muchas cosas de Joaquín, que me hacen sentir demasiadas cosas. Hay pequeños cuadernos por todos lados. En la cama, en la mesa de al lado, en un pequeño sillón que tiene la habitación, e incluso él saca algunos de su maleta mientras busca. También hay libros, y aquello me hace preguntarme, no por primera vez en lo que llevo conviviendo con él, y con Ren, ¿Qué ha venido a hacer aquí, Joaquín? Renata dijo que venía a trabajar, pero no me dijo de qué manera.

My King. || Emiliaco. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora