A sus veintiún años, Kohaku tenía una carrera en las artes marciales por delante, amistades verdaderas, buenas relaciones con su hermana y su padre (así le haya costado mucho con este último), miles de pretendientes y ni una sola cita. La mayoría de chicas que conocía siempre la veían incrédulas cuando les comentaba que jamás había tenido una cita, pero a ella no podía importarle menos.
Cualquiera que la conociera sabía que entregó cuerpo y alma a las artes marciales desde muy pequeña, así que no tenía ni tiempo ni interés en conocer a alguien para pasar el resto de su vida. Sabía que con el tiempo probablemente podría cambiar de opinión, pero ahora mismo tenía un objetivo en mente y no desistiría en ello por nada del mundo.
Quizás por eso se llevaba tan de maravilla con Senku. De acuerdo, el chico era muy frío y al parecer su eterno y verdadero amor era la ciencia, pero ahí recaía una de las tantas cosas que tenían en común a pesar de ser tan diferentes: ambos tenían sueños y ambiciones enfocadas en una pasión por la lucharían todo lo que pudieran. Kohaku admiraba mucho a Senku por eso.
Sus amigos muchas veces insistieron en que intentara salir con alguien, pero sólo el hecho de pensarlo le causaba un escalofrío. No, definitivamente no. Ni siquiera sabría qué hacer o qué decir.
Pero sus amigos no aceptaban un no por respuesta.
Fue un día viernes, cuando regresó cansada y molida de un entrenamiento especialmente largo y agotador, que su hermana le indicó que Amarillys y Kirisame la estaban esperando en su habitación. Oh, esto le ocasionó una muy mala espina, porque si bien Kirisame era bastante reservada y muy correcta, Amarillys era una mala influencia para cualquiera, y detrás de su hermoso rostro y sonrisa inocente, se escondía un demonio que solía meter en problemas a más de uno.
Y su mal presentimiento fue confirmado cuando entró a su habitación y las vio a ambas en su computadora, cuchicheando sobre quién sabe qué y asintiendo levemente. Cuando la vieron, ambas se quedaron mudas y mientras que Kirisame se sonrojó, Amarillys sonrió nerviosa y desvió la mirada, señal de que no estaba haciendo nada bueno.
—¿Qué estaban haciendo en mi computadora? —preguntó con ojos entrecerrados.
—¿Prometes no matarnos ni odiarnos?
—Respecto a Kirisame puedo prometerlo, pero no aseguro nada contigo.
—¡Oye! —Amarillys suspiró, se aclaró la garganta, y le dio vuelta a la computadora, dejando la pantalla a su vista.
Kohaku se congeló.
Username: LionessAmber
Edad: 21
Sexo: Femenino
Intereses: Artes Marciales, atletismo, lectura.¡Un sitio de citas! ¡Amarillys acababa de crearle una cuenta en un maldito sitio de citas! Al parecer sí iba a acabar matando a alguien...
—Tienes una cita este domingo a las diez —sonrió Amarillys.
—L-Lo siento, Kohaku, pero no puedes quedarte soltera toda tu vida —se disculpó Kirisame, sintiéndose avergonzada.
¡Oh, ¿entonces participó activamente?! ¡¿Qué clase de amigas tenía?!
—¡¿En qué diablos estaban pensando?! ¡No me interesa tener una cita, mucho menos con un desconocido que bien puede ser un pervertido al puro estilo Ginrou! ¡Esta parece el tipo de canalladas que harían Gen y Ryusui!
Sus amigas intercambiaron miradas un par de segundos antes de intentar disculparse con una furiosa Kohaku que no paraba de quejarse una y otra vez por lo que acababan de hacer.