Carla

52 2 0
                                    

Me levante temprano como venía siendo costumbre, me lave las manos y la cara, desayune un bol de copos de avena pegajosos con miel y me vestí con unos vaqueros desgastados y una camiseta blanca fina de manga larga, era lo mejor para le traje anti radiación, me calce unas bota robadas y con una respiración tranquila cogí mi escopeta y mi ballesta y me dispuse a salir al exterior, tras abrir la puerta del búnker lo primero que salió fue mi brazo con la escopeta, no quería otra sorpresa con un perro rabioso y contagiado, no quería estar otra semana pensando en que moriría por la rotura del traje, después de escuchar con atención alcé el resto de mi cuerpo y salí de la trampilla, aquella no era mi casa pero había sido muy bonita antes que la vegetación invadiera el lugar, las paredes eran de color lavanda claro y los muebles ahora sucios y tirados por el suelo estaban tapizados, había muebles de madera antiguos incluso un aparador reventado en el suelo con todos los platos rotos, por la cantidad de fotos de niños y de una mujer mayor muy adorable, parecía la casita de la típica abuela, si la típica abuela tuviera un búnker con armas y provisiones y muchos manuales, si tuviera tiempo le haría un altar a la mujer, me había salvado la vida su paranoia, antes de salir la exterior revise la casa, no quería que ninguna estirge me sorprendiera y me drenara toda la sangre, normalmente solían agruparse en fabricas o casa abandonadas para poder descansar en manada después de comer, pero a veces algunas atolondradas después de saciarse se quedaban durmiendo en cualquier lugar y dado que aun no había arreglado las ventanas del piso de arriba estaba cagada de miedo, los bichos esos podían agarrarte y desangrarte y tu no podías hacer nada porque eran increiblemente fuertes, aunque al ser de día estaría descansando no era el momento de relajarse,  los escalones crujían levemente, me acerque a la primera habitación, todas las puertas estaban abiertas porque cerrarlas solo añadía mas dramatismo y a una le gustaba sujetar la escopeta con las dos manos, esta habitación era la mas pequeña y la asolaba el mismo desorden y suciedad de toda la casa, pero no había moros en la costa, revise el baño y la habitación de invitados, una leve brisa se colaba por las ventanas rotas y silbando entre los cristales y las grietas dando a la situación un aspecto aun más siniestro, cuando entre a la habitación principal se me corto la respiración, ahí estaba, colgada de la lampara de cristal durmiendo y roncando, hubiera sido gracioso si le hubiera pasado a otro pero era a mi y estaba a apenas diez pasos de aquel monstruo mucho mas grande de lo que creía, nunca había visto una tan de cerca, tenia las alas de murciélago a su alrededor creando un capullo, en su espalda relucía un pelo castaño cobrizo aparentemente suave aunque no pensaba comprobarlo, la cabeza estaba cubierta por sus alas membranosas, por mucho que me creara curiosidad prefería seguir viviendo y no sabia cuanto tiempo llevaba alli ese ser, podría estar a punto de despertarse y no quería ser su comida, así que saque el machete y el abrecartas extremadamente afilado y trinche a ese bicho como un pavo en navidad, recogí su cadáver y sude la gota gorda para bajarlo por las escaleras hasta la cocina, obviamente no pensaba comérmelo a saber cuantos parásitos tenia esa cosa, pero sería un excelente abono para mi jardín, pero eso tendría que esperar, ahora iba a aventurarme fuera de la casa y eso me daba un chingo de ansiedad podía morir solo pisando fuera, podía haber una manada de canicornios en la zona, podría encontrarme con alguna driade cerca del lago que estuviese aburrida y quisiera jugar con una humana o alguna arpía que había dejado de ser la compañera de la  oficina que te robaba el almuerzo a unos seres alados que podían envenenarte con sus garras y que ademas tenían una especia de chillido paralizante y eso era lo menos leve, cuadre los hombros y me dispuse a quitar los diez candados que tenía la puerta de madera maciza, al salir al exterior me saludaron mis no domesticadas plantas carnívoras que aunque intentaban morderme los tobillos eran una excelente defensa contra los seres pequeños  como metamorfos o gusanos infectados que tenían el triple de tamaño y dientes o incluso ratas, si, ratas normales y corrientes, aun no había visto ninguna infectada y prefería que siguiera así, pensaba en el mejor lugar para encontrar algún jabalí, conejo o zorro que cazar o algún animal mutado interesante que pudiera comerme sin morir de disentería, cuando algo me agarro la pierna, intente apartarme pero el tentáculo arreció su agarre, desesperada por huir perdí  el equilibrio y caí  al suelo golpeándome la cabeza lo que me dejo unos segundos atontada y catapulto mi escopeta hacia atrás, llorando de puro pánico rebusque en mi cinturón de herramientas y clave la daga lo mas profundo que pude, la cosa chillo enfurecida y me soltó el tiempo suficiente para que pudiera arrastrarme y agarrar mi escopeta apuntar con la visión nublada y disparar un cañonazo, el ser grito de furia, al parecer el disparo le había dado y cabreado también, se alzo sobre su cola dispuesto a atacarme de nuevo, volví a disparar y otra vez hasta que se derrumbo contra el suelo, solloce apoyada contra la puerta y aunque intente respirar tranquilamente no pude, las manos me temblaban y sentía la adrenalina corriendo por mi cuerpo impulsándome a levantarme y ver que me había atacado así hice, era una mujer tenía  los rasgos finos y unos pechos turgentes pero después las escamas se extendían por su abdomen hasta acabar en una cola de serpiente, la mire mas de cerca aunque tenia unos brazos fuertes estaba muy delgada, parecía hambrienta lo mas probable es que eso la impulsara  a salirse de su ciénaga o lago, era un animal semiacuático, una Equidna en la ciudad, se había ido muy lejos de su hogar y eso me preocupaba, tenía la piel agrietada y parecía estar muy triste, me dio gana de acariciarle la mejilla con ternura pero no lo hice, para empezar había intentado matarme y para continuar sentir pena no era muy buena defensa así que pensé de forma lógica, pensé en como mover semejante bicho de la puerta de mi casa, no quería que los carroñeros fueran atraídos por el olor o por la vista, hasta el carroñero mas ciego vería semejante monstruo de dos metros de altura espatarrado en la acera sin hablar de la sangre azul oscura que se derramaba de su cuerpo agujereado, se me complicaba el día yo solo quería salir cazar algo y comérmelo, dios tenía un increíble sentido del humor, por un momento me plantee asarla pero descarte la idea capaz al ser mitad humana contraía Kuru, la agarre de la cola he intente girarla hasta la puerta de jardín trasero, tras conseguir meterla por la portezuela de metal la amontone junto a la Estirge y comencé a cavar, los dos seres serían un excelente abono para mis patatas y diferentes verduras y hortalizas, el jardín trasero estaba vallado hasta dos metros, yo había añadido una mata de alambre en la parte superior y también  un techo de valla que impedía el paso a los monstruos voladores que pasaban cerca y a algunos cuervos gordos pero que dejaba entrar la luz del sol, después de acabar sudada en el traje anti radiación, me limpié la frente como acto reflejo pero solo me roce el plástico que me dejaba ver, procedí a limpiar la acera manchada de azul, realizar una acción tan cotidiana me devolvió algo de paz aunque no me quito la tensión de estar en medio de la calle fregando como una posesa, en cualquier momento algo podía girar la esquina y parecerle muy apetecible la figura amarilla que se movía espasmodicamente, después de estar un rato fregando quede satisfecha aunque la sangre azul había tintado la acera ya no resplandecía como antes, tire el agua del cubo a la calle y me aprovisione con las balas que había gastado, con paso firme me dirigí hacia las afueras de la ciudad, esperaba que a nada más le diera por comerme...

Relatos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora