Capítulo 17. El síndrome de Savant.

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CAPÍTULO DIECISIETE
ded. LetuRivero_

—¿A dónde vas?

Me detengo al pie de las escaleras y alzo la vista, asustada, cuando escucho la voz de mi hermano interrogarme. Se supone que él no debería estar aquí, por lo cual deduzco, una de sus chicas le canceló. Peter es irritante, pero Peter rechazado y sin planes, lo es el doble. 

—Raegan —me excuso.

El castaño entrecierra los ojos en mi dirección, desconfiando de mis palabras. Mi hermano podrá no ser el chico más listo de su promoción, pero ha vivido conmigo lo suficiente para saber perfectamente cuando miento. Además, no es que yo sea muy buena en ello. 

—¿Qué dijimos sobre las mentiras? —cuestiona, volviendo a enfocar la vista en su celular.

—Cuando tenía cinco años, que matan canguros —respondo, siguiendo con mi camino hasta la puerta principal—. Vuelvo para la cena.

—Uh, no, damita —dictamina, levantando su gordo trasero del sofá y acercándose a mi—. La última vez que fuiste a esa casa, me tuviste con el corazón en la mano toda la tarde porque no llegabas. Así que iré por ti esta vez. 

—Ni siquiera sabes a dónde voy. 

—¿Shawn? —cuestiona.

Les dije que me conocía. 

—Pero...

—Eso, o no vas. 

Entrecierro mis ojos, observando a mi hermano de forma acusatoria. Si buscas la palabra hipócrita en el diccionario, probablemente su nombre aparezca como un sinónimo. 

—¿Qué hay de todas las veces que yo tuve que esperarte hasta las tres de la mañana porque no llegabas? —inquiero, cruzándome de brazos. Spoiler, Peter siempre acababa llegando a desayunar con un montón de chupetones en el cuello.

—Yo soy mayor. 

—¡Por un jodido año! —me quejo, volviendo a la misma discusión de siempre. 

—Tú eliges, skippy —demanda, colocando su mano en el picaporte de la puerta. 

Respiro profundamente, tratando de reprimir las ganas que tengo de arrancarle la nuca. Amo a mi hermano, de veras que si, después de todo es la única familia que tengo aquí, pero a veces —la mayoría de ellas— es un maldito grano en el trasero.

—Te mando la dirección —mascullo, empujándolo para apartarlo de la puerta—. Y esperas afuera hasta que yo salga, nada de entrar, ni tocar el timbre, ni nada. 

—¿Te avergüenzas de mi? —inquiere, falsamente dolido, colocando una mano en su pecho. 

—Si —finalizo, abriendo la puerta y saliendo de casa, cerrando con un portazo—. Bastardo. 

—¡Escuché eso! —exclama.

—¡Qué bueno! —respondo, gritándole a la puerta. 

Peter vuelve a gritarme, pero yo he comenzado a caminar, alejándome de mi casa. La verdad, no era mi intención hacer las tutorías en casa de Shawn, pero el castaño insistió en esto ya que le aterra aprender procesos biológicos bajo la atenta mirada de mi hermano. Y, para ser sincera, me agrada el ambiente que hay en su casa, al menos más que el que hay en la mía. 

—Sabes —comparte una voz a unos cuantos metros de mi, logrando que me sobresalte y detenga mi paso. Mi corazón vuelve a su ritmo habitual cuando noto que solo se trata de mi vecino—, para tener una casa tan grande, sus gritos se escuchan en toda la cuadra. 

Dos pasos atrás, ShawnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora