Capítulo Siete

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REVELACIÓN - Parte 1

El hombre de cabello plateado parecía ser el líder de aquel grupo. Seguía parado justo al centro del claro, casi como si no se hubiese movido en todo este tiempo; miró a William un momento y con un movimiento de su mano, le indicó a uno de los esbirros que se acercara hacia el muchacho para ayudarlo.

Hubo un gran silencio mientras el enmascarado paseaba su excéntrica mirada por todo el lugar.

– ¿Estás bien? – Preguntó el segundo encapuchado.

Will seguía tumbado en el suelo. aún estaba algo atontado por lo que acababa de suceder. Su cuerpo seguía temblando; en parte por la adrenalina, en parte por el temor.

– ¡Ey! ¿Estás bien? – Repitió con el brazo aun estirado, listo para ayudarlo.

William no dijo nada, pero respondió asintiendo con la cabeza. Tomó la mano de ambos encapuchados, se apoyó en ellos para ponerse de pie y lo llevaron hasta donde estaban los demás.

Después de un momento, los efectos de la adrenalina desaparecieron y un palpitante dolor comenzó a esparcirse por todo su cuerpo. Podía sentir cada una de las profundas cortadas que había dejado la pelea.

No había sangre ni nada que indicase alguna herida, pero la sensación estaba presente. Su ropa estaba algo rasgada en los lugares donde aquel monstruo le había hundido las garras, así que sabía que no había sido solo un sueño.

No tenía sentido. Últimamente nada lo tenía.

– ¡Vaya, vaya! – Se acercó André acompañando el tono de ironía de sus palabras con un par de aplausos – Debo admitir que me sorprende que hayas sobrevivido a esa cosa. Los Dream Reaper no suelen ser fáciles, aunque, de todas formas, te demoraste demasiado.

– ¿ Dream... Reaper?

– Así se llaman esas cosas – dijo y clavó su mirada en uno de los chicos que seguían en transe. Aún estaba tumbado en el suelo, temblaba y se movía inquieto como si estuviese en medio de una pesadilla – Se supone que nacen de nuestras propias mentes y no tienen un cuerpo físico, por lo cual no pueden herirnos realmente. Pero se alimentan de nuestras debilidades, nuestros más profundos miedos, incluso esa tristeza que tratamos de ocultar. Estoy seguro de que hay torturas peores que el dolor físico.

El muchacho aun tocaba su adolorido cuerpo, era consciente de que no encontraría ningún arañazo o raspón. Pero sentía que las heridas seguían abiertas en su piel, ardiendo al rojo vivo.

Paseó su vista por los atormentados chicos que seguían dentro de las pesadillas, seguido, se fijó en los que ya habían despertado. A penas eran tres o cuatro personas aparte de André y él; todos se veían tan afectados como Will por su encuentro con los incorpóreos. Pero André, por otro lado, parecía estar muy tranquilo con todo lo que estaba pasando. Es como si supiese lo que iba a ocurrir y estuviese preparado para ello.

– ¿Cómo es que sabes tanto? – le preguntó William.

El muchacho no respondió. Parecía estar afectado por algo completamente externo a todo esto. Su mirada se notaba algo perdida y a él mismo fuera de sí. Se tomó un breve momento para tomar aire y dejó escapar un gran suspiro.

– ¿Enserio no sabes nada? – respondió decepcionado mientras se alejaba del grupo. Se sentó en las raíces de un gran árbol y desde ahí siguió contemplando el extraño ritual.

Will no estaba muy seguro si debería seguirlo, quería seguir con la conversación y saber más. Pero sintió que se había marchado con intención de alejarse de él.

Por un momento tuvo la intención de dar un paso hacia su compañero, pero antes de que lo hiciera, algo más llamó su atención.

Los encapuchados estaban dispersos en las cuatro puntas que los rodeaban. El hombre de cabello gris hizo una señal para que sus semejantes se aproximaran. Ellos de inmediato rompieron la alineación para acercarse. Luego de un momento, formaron una fila frente a los aspirantes que quedaban.

El líder de los encapuchados dio un paso adelante y dijo – Se acabó. – Caminó hacia el grupo de chicos que habían logrado pasar la prueba. Se tomó el tiempo de examinarlos de uno en uno; se paraba en frente de cada uno de ellos, los miraba de pies a cabeza, de vez en cuando ponía su mano frente a la cabeza de alguno y seguía con el siguiente.

En cuanto llegó al Will, el hombre se detuvo abruptamente. Parecía examinarlo igual que a todos, pero al mismo tiempo, parecía no ser así.

– ¿Tu eres el ultimo que logró despertar, no es así?

El muchacho asintió con la cabeza. La voz de aquel hombre le parecía conocida. Quiso inflar su pecho y mirarlo a los ojos, pero de inmediato bajó la mirada algo receloso.

El hombre. Puso su mano frente a la cabeza de William y se alejó para tomar su lugar con el resto de enmascarados.

Hizo un extraño movimiento con su mano izquierda, y la estiró frente a él como sosteniendo algo. Con el dedo índice de la mano derecha, rápidamente un garabateó un haz de luz en el aire. Este fugaz símbolo que había dibujado, desapareció. Pero tan rápido como la luz se desvaneció del aire, el cuerpo de tres chicos se desplomó en el piso.

– Encárguense de ellos – Ordenó.

Rápidamente movieron sus brazos y la neblina se cernió sobre el suelo como si fuese invocada. Los cuerpos de los aspirantes, junto con los encapuchados, fueron cubiertos hasta desaparecer por completo en la blanquecina bruma.

– ¿Qué pasará con ellos? – Preguntó André

El hombre de cabello plateado se retiró la máscara muy despacio y la soltó. Esta dejó una larga estela de luz y, antes de que esta tocara el piso, soltó un sonido similar a la rotura de un cristal y se fragmentó en una infinidad de brillantes pedazos que se disolvieron en el aire.

Su fornido rostro era realmente amenazante. Tenía una cicatriz que le atravesaba la ceja de forma diagonal. Su tez morena resaltaba más aquellos ojos que brillaban en un color amarillo intenso.

– Despertarán en sus camas sin recordar nada sobre lo que sucedió esta noche – Miró nuevamente a William y entrecerró los ojos; como si estuviese reconsiderando su decisión e hizo una mueca de desagrado con su boca.

El muchacho echó un vistazo al rostro del hombre preguntándose por qué le resultaba tan familiar. Distraído, pensaba tratando de saber de dónde lo conocía, pero no terminaba de ubicarlo.

– Ustedes, por otro lado, están un paso más...

Un brazo salió de la niebla y se aferró a la chaqueta de William. El tirón llamó su atención sacándolo de su ensimismamiento. Su cuerpo se tensó inmediatamente.

La chica que estaba parada junto a André soltó un agudo grito de espanto, esperándose lo peor.

El resto del cuerpo fue atravesando progresivamente la bruma, hasta que todo su torso estaba fuera. Parecía ser una chica. Tenía la cabeza agachada y su negro cabello le cubría el rostro.

El hombre se acercó tranquilamente, le dio la mano para ayudarla a levantarse y la ubicó junto a Will.

– Bueno... contigo serán cuatro. – continuó sin darle importancia a aquella interrupción – Como les decía, están un paso más cerca de convertirse en arcanistas. Estoy seguro de que deben tener algunas preguntas...

William seguía algo tenso y, aunque la extraña tranquilidad de aquel hombre lo inquietaba, las últimas palabras que pronunció desencadenaron una serie de breves recuerdos en la mente del muchacho. Entonces se quedó clavado en el sitio. Pudo recordar con toda claridad, lo que realmente había pasado; aquel extraño sueño, las voces que escuchó en la plaza central, lo que sucedió la noche anterior. Tras recuperar parte de las memorias que había perdido, notó que ya había escuchado esa misma frase y entendió porque le resultaba tan familiar esa persona: lo había visto en el bosque, y la noche anterior, cuando se desplomó en el pórtico de su casa. Era él, pero no era el visitante.

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