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Jack Frost volaba de aquí para allá con gran velocidad, haciendo que su silueta en el,cielo se viera algo borrosa e indefinible para los ojos de alguien que no tenía buena vista. El viento, su amigo, lo llevaba con gran efusividad y la risa de Jack lo alentaba a segur ese ritmo, pues ambos se estaban divirtiendo mucho en las alturas de las Montañas del Norte.

El Guardian de la diversión se hallaba eufórico ese dia especialmente. Para otros sería una fecha más, pero para él era el día en el que se le iba a confesar a la chica que lo habla hecho sentir amor, que no era lo mismo que cariño. Amor era la palabra que el usaba para definir lo que sentía por ella, pese a que nunca antes había sentido eso. ¿Cómo lo sabía? Pues era diferente a lo que había sentido por otras personas. Y Jack se había hecho una lista para entenderlo mejor.

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Lista de cosas que puedes sentir cuando estás enamorado/a,

por Jack Frost:

1. No puedes dejar de pensar en esa persona.

2. Siempre quieres saber de ella o verla.

3. Te imaginas en distintas situaciones juntos, por lo general situaciones de ensueños.

4. Piensas en cosas que le haría feliz, las cosas que más le gusta hacer, ver, comer, etc., y lo haces realidad.

5. Sientes algo cálido en el pecho cuando esa persona está cerca.

6. Cuando la miras, no puedes evitar sonreír como bobo (asegurado).

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Eso era todo lo que tenía Jack hasta el momento, pero presentía que le faltaba más cosas que descubrir en su interior. Mas todo eso era suficiente para hacerlo feliz, así que dio una voltereta en el aire, sintiendo ese frío y reconfortante aroma a nieve de las montañas que iba dejando atrás.

-¡Estoy enamorado! ¿Me escuchaste, viento? ¡Siento amor por alguien! - gritó a la nada mientras reía.

Como respuesta, el viento en una feroz ráfaga lo elevó más alto, como compartiendo su dicha. Desde esa altura se podía ver el inmenso castillo, bañado por la luz anaranjada del sol ocultándose en el horizonte. Más abajo estaba el pueblo de Arendelle aún en movimiento y sus habitantes caminando por las calles. Jack sonrió más y se dejó conducir hacia el palacio.

Después de un largo día de trabajo con los otros Guardianes en el polo norte y divirtiéndose con los niños alrededor del mundo, quería visitar a la Reina de las Nieves y ver cómo se encontraba. El Hada de los dientes lo había notado nervioso y distraído esa jornada, y Jack en verdad lo estaba. Conejo se burló de él cuando pensó que iba a chocar contra un árbol y rápidamente lo esquivó, sin saber que había otro árbol en su camino y chocando de todos modos. Meme le había mostrado feliz los sueños de los niños, pero no prestó demasiada atención, haciendo que el hombrecillo se indignara. Norte le había hecho preguntas sobre su estado, pues creía que estaba enfermo o el frío aire del polo realmente le había afectado. Jack siguió con sus cosas, a veces más ausente que otras, pero siempre con una sonrisa. 

Cuando sus pies tocaron el suelo, en la entrada del castillo, Jack suspiró y avanzó. Los guardias lo saludaron alegremente, así como también los sirvientes. Todos en el castillo podían verlo, Elsa se había asegurado de ello, y él lo agradeció, ya que no se sentía cómodo entrando a un lugar sin ser notado.

Recordó la primera vez que entró al palacio, hace un tiempo.

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Se habla perdido de regreso a casa por la fuerte ventisca de nieve que caía y ni el viento lo podía ayudar. Al principio no sabía dónde estaba, así que empezó a investigar. Descubrió que estaba en medio de un bosque que era muy oscuro porque no llegaba casi la luz de la luna. No sintió miedo, sino curiosidad, y con eso se propuso a salir  de ahí. Fuerte fue su sorpresa al ver un inmenso y encantador palacio que se erigía al final del bosque. Jack nunca había visto un castillo antes, solo escuchaba de ellos, pues no era tan común ver reinos en esa época, pero lo habían.

Quería ver más y comenzó a dar vueltas alrededor. La fuerte ventisca había cesado un poco, así que debía aprovechar y saciar su curiosidad.

Estuvo unos minutos observando el lugar, las personas, las decoraciones, los cuadros y las pinturas. Él nunca había visto retratos tan bien detallados como los del castillo. Y es que verlos le hicieron colarse adentro sin hacer ruido. No habían niños cerca, así que corría un menor riesgo de ser visto, pues estos eran los que más posibilidades tenían de advertir su presencia.

Jack avanzó hacia unos cuadros, mirándolos detenidamente, hasta que un aroma llegó hasta su nariz: chocolate caliente. Su estómago rugió e hizo una mueca, tenía hambre y debía comer algo.

Siguió el aroma hasta que se topó con una puerta al final del pasillo. Suponiendo que la cocina quedaba al otro lado, sonrió travieso con la intención de comer algo y divertirse un rato con los cocineros. Abrió lentamente la puerta, relamiéndose los labios y asomó la cabeza. Su cara palideció de inmediato.

Oh, oh...

Definitivamente no era una cocina. Las cocinas no tenían una cama elegante, ni un armario de roble, ni mesas de noche, ni sofás, mucho menos un gran ventanal. Pero Jack se puso aún más pálido cuando se dio cuenta de que no estaba solo. Definitivamente la chica que estaba ahí no era una cocinera... Ella estaba sentada en uno de los sofás con una taza de chocolate en sus manos y la postura rígida mirando hacia la puerta mientras esta era abierta por el Guardián.

Jack no sabía qué decir ni hacer. Sentía los ojos de la mujer tan fijos en él que hasta creía que realmente lo podía ver, pero era imposible, claro. Solo habla una mínima posibilidad y esta era que ella siga creyendo en él después de mucho tiempo, aunque él no recordaba su cara de ningún lugar. Era... bonita, bastante bonita por los pocos segundos que pudo observarla. Ojos celestes, cabello rubio platinado cayéndole sobre la espalda, piel clara y porte elegante. Parecía una princesa por su vestimenta, ¿o quizás una reina?

Decidió que debía irse de allí. No era su intención asustarla a ella, así que salió de ahí sin decir nada. ¿Qué podía decirle a alguien que no lo podía ver ni escuchar? Seguramente ella seguiría  con lo suyo, pensando que era el viento de afuera el que había abierto la puerta.

Cuando estaba a medio pasillo, una voz lo hizo congelarse en el lugar y darse la vuelta. Su mano apretaba fuertemente el cayado, listo para atacar.

-¿Quién eres tú? - dijo la mujer de hace unos momentos, mirándolo con el ceño fruncido y en posición de defensa.

Oh, no.

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Cuando la noche cae🌙 ||•Jelsa•||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora