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Venir hasta ese lugar le había venido como anillo al dedo. Estaba viendo cómo estaban las cosas en ese lado del mundo, era cierto, pero también encajaba con su otro plan.

De un momento a otro, vio que los árboles se movían ligeramente y que las aves salían volando de estos, como si algo muy grande estuviese caminando entre ellos. Jack volvió a sonreír y comenzó a volar despacio hacia el bosque con el hada siguiéndole, confundida.

-¡Aquí estoy, Iggor! - exclamó hacia los pinos mientras su amiga lo miraba con miedo y se metía en sus bolsillos.

Entre los árboles se pudo divisar una figura que rondaba los dos metros, blanca, peluda y con apariencia de mono. El guardián saludó con alegría a su amigo el yeti.

-¡Iggor!

El yeti, al reconocerlo, cambió su cara de malhumor a una de felicidad y emitió un gruñido como saludo.

-¡Por supuesto que vine! ¿Creías que no?

El mono negó entre gruñidos y le palmeó la espalda con sus grandes manos.

-Te esperaba, ¿sabes? - dijo Jack, mirando un poco hacia arriba.

El otro se puso un poco serio.

-Sé que es muy arriesgado venir hasta aquí y que alguien te puede ver..

Vio como el yeti hacía un gesto de "no es nada".

-También sé que tienes muchas cosas qué hacer y que hacerte este pedido es complicado para alguien que tiene muchas tareas más importantes- siguió diciendo Jack, fingiendo un gran respeto y admiración.

Iggor alzó los hombros, en un gesto de "quizás".

Conejo le había dicho que para tratar con los yetis del sur, especialmente Iggor, había que fingir admiración y ser cuidadosos con las palabras. A pesar de ser amigable, le gustaba ser vanagloriado. Si no lo trataba bien, Iggor simplemente olvidaría que tenía un amigo. Era un yeti bastante tramposo a veces y muy bipolar.

-Y eres un gran amigo, ¿no? Pues en verdad estoy preocupado - murmuró Jack. Iggor lo miró con curiosidad - Por tu estado, por supuesto. Pero ya puedo ver que estás bien - sonrió - ¿Yo? Yo estoy perfecto, pero... - esa pausa hizo que el yeti le prestara más atención- Pero... también estoy algo apurado. Ya sabes, tengo que viajar por el mundo, ayudar a los demás Guardianes, combatir contra el mal - hizo una pausa dramática-Así que, mi amigo, ¿tienes lo que te pedí? - hizo todo lo posible para que su voz no se le pusiera nerviosa o tartamudee.

Iggor asintió seriamente y le mostró la mano con la palma abierta, ahí estaba un bellísimo collar. Este brillaba de vez en cuando por las delicadas piedras preciosas de color blanco que estaban incrustadas en él. De dije tenía un diamante con forma redondeada y habían pequeñas letras allí que Jack no podía entender.

-¿Es este el colgante de la reina Margaret? - preguntó Jack con suspicacia.

El colgante era la cosa por la que estaba ahí. Esta antigua joya no solo era una reliquia, sino que ttambién tenía un poder muy especial. La persona que lo había usado por primera vez era una reina que había vivido hace unos siglos atrás. Ella había mandado a fabricar aquel objeto con una bruja. El colgante tenía la capacidad de encontrar criaturas mágicas, como unicornios, hadas, duendes o gnomos, guiando a la persona que lo estaba usando hacia ellas. Margaret amaba mucho a las criaturas mágicas, por lo que se dedicaba a estudiarlas desde lejos, pero un día se le ocurrió ir a ver a una hechicera para que le solucione el problema, ya que al estar más cerca de los animales, podría estudiarlos mejor.

Luego de que Margaret diera su último respiro de vida, el colgante había pasado por distintas manos a lo largo de los años. Reyes, mendigos, nobles, pobres, comerciantes y viajeros lo habían tenido en distintas circunstancias, maravillándose de su don. Y Jack había leído sobre ese colgante en las grandes bibliotecas del reino de Arendelle hace unas semanas. En un breve resumen, el objeto le había llamado la atención y se decidió a conseguirlo. Recurrió a todos los que él conocía alrededor del mundo y siguió la pista de quien lo tenía en ese momento. Nada fue fácil, por supuesto, pero resultaba que Iggor era quien lo tenía ahora. Un yeti que podía ser engañoso poseía el collar, esas no eran buenas noticias para Jack. Pero resultaba que el yeti le debía una a Jack por haberlo sacado de un problema con el tan temido Sasquacht. Realmente había sido una suerte tan grande o una simple jugada del destino, pero Jack no estaba dispuesto a desaprovechar aquella oportunidad, así que como un favor por haberle salvado el pellejo a Iggur, le había pedido aquel colgante que tenía en sus grandes manos. Iggor estaba tan aliviado de ser salvado que aceptó sin más y Jack pensó que fue más fácil conseguir la joya de lo que imaginaba.

Cuando la noche cae🌙 ||•Jelsa•||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora