CAPÍTULO 1 | TRAVESURAS

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REDWOOD HIKES | ESTADOS UNIDOS

El chico acortó la distancia que los separaba, selló sus labios con los de Savannah y un rayo que había caído entre las montañas iluminó la habitación, estaba a nada de llover. El beso era lento, cada uno buscaba saborearse, conocer más del uno y del otro. Savannah enredó sus dedos en el cabello del hombre, él la tomó de la cintura. El atleta rozó su bulto erecto sobre la pierna de ella, después subió las manos y le bajó un poco la blusa, los senos salieron firmes, preparados para ser lamidos. Savannah gemía, le acariciaba el rostro. El beso seguía, más agitado, más lujurioso.

UN DÍA ANTES

A Savannah Bell le encantaba las pollas grandes. Esa era la realidad con la que vivía cada día de su existencia. Todo empezó a los quince años, cuando despertó su deseo sexual por lo hombres. A los dieciséis años perdió la virginidad con James Wilson, un famoso deportista de lacrosse de su secundaria. Y ahora, que recién había cumplido los diecisiete, estaba lista para experimentar, quería cumplir esas fantasías que se había creado en su cabeza. Besos, caricias y mucho placer.

Ella no pasaba desapercibida por nadie, era una estudiante destacada en Brookfield High. Tenía lindos ojos grisáceos. Un cuerpo atestado de curvas. Abundantes pestañas. Labios carnosos que querían ser besados por los chicos guapos de su clase. ¡Muchos de ellos hasta novia tenían! Eso era Savannah, el deseo de muchos y la envidia de otros. Sin olvidar que era caprichosa, traviesa, y muy ambiciosa, Savannah siempre obtenía todo aquello que deseaba con su ser, así de simple.

Detrás de esa chica extrovertida, existió una niña que sufrió mucho cuando sus padres murieron en un terrible accidente aéreo. Nicholas Bell, su hermano mellizo, y su abuela Marcy, fueron las personas en las que se refugió de tanto dolor. Hasta que logró salir de las garras de la depresión.

Savannah se alborotó su extensa melena rubia frente al espejo, se colocó brillo en sus labios y se sonrió a sí misma, sabía que se veía hermosa para la noche de pijamas que tendría con su grupo de amigos. Dio un brinco cuando escuchó un ruido en la cocina, bajó las escaleras y se encontró con su hermano, Nicholas llevaba hasta el jardín una cubeta de hielos con cervezas. El atardecer estaba precioso, en tonos amoratados, iba a juego con los pequeños bombillos que colgaban de un lado a otro entre los arbustos y la barbacoa estaba encendida a mas no poder, lista para asar.

Nicholas Bell era la sensación en Brookfield High, un chico con pasatiempos híbridos, le gustaba los deportes, pero también gozaba de su lado artístico. En las mañanas, era el aclamado capitán de los Aulladores Azules, el equipo de lacrosse de la secundaria, pero en las noches, sacaba toda su energía imparable tocando la batería. Muchas chicas querían un romance fogoso con él, pero Nicholas no estaba interesado, él tan solo quería una posibilidad con alguien que no estaba a su alcance, mismo que lo hacía suspirar cada vez que le veía pasar por los pasillos de la secundaria.

          —Cervezas, música y carne asada —comentó Savannah, mientras le daba un vistazo a todo lo que había en el jardín trasero—. Bebé, pensé que irías con tus amigos a la gran fiesta que hizo Alabama Davis. En la secundaria se rumoreaba que sería una las mejores fiestas de todo el año.

          —Lo haríamos, pero ellos prefirieron venir a la casa —declaró Nicholas—. ¿No hay ningún problema con eso, verdad? Mis amigos quieren que les enseñe a tocar la batería y no me pude negar, llevaba varios meses posponiéndolo. Quiero enseñarles mi enorme amor por la música.

          —Obvio no, ellos me caen súper bien, sobretodo Preston Briggs, es un bombón —habló ella—. Además, hoy haré pijamada con mis amigos, así que ellos podrán escuchar lo bueno que eres con la batería y de paso, que le den una buena ojeada a tus amigos, que ellos están súper sexys.

HAGAMOS TRAVESURAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora