CAPÍTULO 4 | CARICIAS

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DOS SEMANAS DESPUÉS

Olía a césped recién cortado. Los pinos casi que tocaban el cielo. Un conejito salvaje huyó entre los arbustos. Florecillas silvestres por doquier. El vecino de al lado jugaba al tenis en su cancha. Los árboles se estaban tiñendo de naranja. El atardecer amoratado se veía desde los ventanales.

Howard había invitado a Nicholas a su casa. Ambos horneaban galletas en forma de dinosaurio. Nicholas gruñó y lo miró con dulzura, Howard le había puesto harina en la nariz. El ojiazul corría alrededor de la isla de mármol, Nicholas lo perseguía para vengarse, quería llenarle toda la cara de harina. La película de hombres lobo enamorados todavía se seguía reproduciendo en la sala. Nicholas lo agarró entre sus brazos. Howard chilló. El tiempo se detuvo. Se besaron. Se amaban.

          —Se que no es el momento perfecto... —Nicholas bajó la mirada y sonrió—. Pero quiero que seas mi novio. Me encantaría sentir que somos más que amigos. Te observo y mi estómago tiene miles de mariposas revoloteando. No sé como calmarlas... ¿Precioso, tú aceptarías ser mi novio?

          —Es el momento perfecto, Nich. Ese momento no se planea, se da cuando estás preparado a hacer lo que tu corazón dicta. Lo sientes en lo más profundo de tu ser y solo sucede —Howard le acarició la mejilla—. Sí, mi amor, sería un honor para mi ser tu novio, unir nuestras mariposas y hacer de nosotros un hermoso mariposario. Eres el mejor hombre que pudo pasar por mi vida.

          —Este brazalete lo compré como símbolo de nuestro noviazgo —Nicholas sacó una cajita de su bolsillo, la abrió y le se lo puso a Howard—. Sí, juntos, por fin. ¡Te amo millones de mariposas!

Esa tarde la pasaron increíble. Maxwell y Savannah llegaron de sorpresa e hicieron una quedada de citas dobles. Howard preparó el jacuzzi que había en el jardín. Nicholas y Maxwell se hicieron cargo del asado en la parrilla. Savannah puso música para ambientar el momento. Los cuatro la pasaron en el agua compartiendo. Rieron. Charlaron. Maxwell bromeó con Howard. Nicholas fue por cervezas. Savannah contempló el anochecer. Ninguno de ellos sabía que alguien los espiaba entre los arbustos de la casa de los Lee. Qué recuerdos, cuando todos eran felices y no lo sabían.

***

Savannah apagó las velas aromáticas. Se había dado un baño relajante antes de irse a dormir. La sábana abrazó su cuerpo cuando se metió a la cama. Dio un brinco. Se asustó. Escuchó a alguien que lanzaba piedras a su ventana. La rubia se acercó y miró a Preston desde la parte de arriba de su casa. Él sonrió al verla y le hizo señas para que bajara. Ella puso los ojos en blanco. Fue donde Preston. Estando en el jardín, el castaño la abrazó. Savannah no le correspondió. Aunque quería.

          —¿Qué quieres? ¿No te queda claro que no quiero saber nada de ti? —le preguntó Savannah con el ceño fruncido—. No me gusta que me vean contigo, te recuerdo que en mi vecindario hay chismes en el que nos involucran, para mis vecinos, yo soy la zorra que suplica un poco de amor.

          —No me interesa lo que piensen esos —Preston acortó la distancia—. ¿Qué pasa contigo? Yo sé que no me he portado bien, bonita, pero un día de la nada, te olvidas de mí, de todo lo que te hice en la cama, de todas esas veces que me gemiste al oído, tú haces como si yo ya no existiera.

          —Pasé meses aceptando tus migajas, mientras formalizabas algo con la tonta de Alabama y le jurabas amor eterno a ella —Savannah lo fulminó con la mirada—. Te burlaste de mi futuro, de lo desdichada que era por no tener una vida privilegiada. ¿Cómo te iba a seguir buscando? Vete con tu novia perfecta, se feliz con esa. Yo voy a ser feliz por mi lado. Esto es una promesa, guapo.

          —No —Preston le acarició la mejilla—. Alabama solo es por apariencias, mis padres tienen la obsesión de que me case con ella cuando seamos mayores de edad, para unir fortunas, pero yo te deseo a ti. Quiero estar dentro tuyo, que me pidas que te llene, sé que también lo anhelas.

          —Ya te dejé las cosas claras —Savannah no pensaba ser buena—. Déjame en paz, busca ser feliz con Alabama, ya no me busques, apártate de mi vida. Quiero un gran futuro y tú no puedes ser parte de él. Irónico. Hiciste que aspirara a lo grande y tu eres muy poca cosa para mí, guapo.

          —No seas dura, dame una oportunidad —Preston se arrodilló frente a ella y le pidió perdón. Savannah lo vio—. Lamento haberte hecho tanto daño, ya no quiero que me trates así, preciosa, haría lo que fuera para que me perdones, soy capaz de terminar mi relación con Alabama Davis.

          —No, yo merezco ser siempre la primera —Savannah lo empujó con el pie—. Soy imparable, así que sufre, observa a la mujer que dejaste pasar. Seré tu karma, nunca podrás olvidarte de mí.

          —Yo necesito estar contigo, eres única —Preston estaba a poco de llorar, se había empezado a obsesionar de Savannah, ya no sabía cómo sacársela de su mente, la locura lo controlaba—. Lo juro, seré un buen hombre para ti, no tendrás quejas mías, eres la mujer que necesito en mi vida.

          —Yo necesito estar lejos de ti, es lo mejor para los dos —Savannah se mantenía firme—. Vete de acá, hagamos que nada de esto pasó, yo quiero hacer mi vida por otro lado, no contigo, bebé.

Preston se levantó y acortó la distancia. Intentó besar a Savannah. Ella no le siguió el beso, hasta que él le comenzó a acariciar la cintura. Savannah no quería. Fueron las caricias las que hicieron que cayera de nuevo en las manos de Preston. Él hizo que Savannah le tocara el bulto. Preston al bajarle el pijama, le introdujo uno de sus dedos en la vagina húmeda. Savannah gimió. Ambos le dieron paso a un beso desesperado. Sedientos de placer. Se entregaron el uno al otro bajo la luz de la luna llena. Preston le tapó la boca para que los gemidos no se escucharan. El césped era la cama. Savannah no olvidaba los buenos revolcones que le daba el castaño. Cada penetrada era fuerte y decidida. Savannah temblaba. Preston era feliz haciéndola sentir así. Preston expulsó el líquido blanquecino adentro. Savannah cerró los ojos, la lujuria si la había cegado por completo.

***

Alabama Davis bebió de su batido natural. Llevaba una mascarilla de coco sobre su rostro. Ella le envió un mensaje de amor a su novio Preston Briggs, después dejó la portátil a un lado. La lluvia caía a mas no poder sobre Redwood Hikes. Tembló. Un rayo iluminó toda su habitación. Los días así la ponían con los pelos de punta, más cuando había visto una película de terror con su novio la noche anterior. Preston la protegió cada vez que el fantasma atacaba a la protagonista. Héroe.

La luz se fue en la mansión. Alabama encendió la linterna de su celular. Alguien tocaba la puerta principal. A ella no le quedó de otra que levantarse de la cama. Tenía miedo. ¿Por qué vio la peli de terror? Se armó de valor, no debía temer, nadie la quería atacar, solo era su gran imaginación.

Salió de su habitación. Los pasillos estaban oscuros. ¿Escuchó pasos cerca suyo? Caminó. Fue al primer piso. Todo parecía más tétrico de lo normal. Dio un brinco. Otro rayo iluminó la sala. Ella deambuló por los pasillos. Seguían tocando la puerta. Apuntó con su linterna, su gatita corrió de un lado a otro. Alabama dejó escapar el aire. Sus manos sudaban. Llegó a la puerta y abrió veloz.

No había nadie. Alabama se sentía como la protagonista de la película que miró. Una caja estaba en el suelo de la entrada. Era pequeña y llevaba una nota con el nombre de Alabama, la trigueña la tomó y se metió en su mansión. Alabama iluminó con su celular. Abrió la caja. ¿Su corazón fue destruido? Sí. La cajita estaba llena de fotos. Aparecía Preston teniendo sexo con Savannah. Eso sí que era digno de una verdadera película de terror. Alabama lloró. Se derrumbó en el suelo. Ya no le importaba la lluvia, ni la oscuridad. Se hizo en un puño y siguió llorando. Mal. Rota. Dolida.

Continuará...

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