CAPÍTULO 2 | GEMIDOS

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Redwood Hikes era un pequeño poblado ubicado en el extremo norte del estado de Washington, Estados Unidos. Se distinguía por su atracción hacia el béisbol, por sus tiendas pintorescas en la plaza central y por ser la zona ideal para todos aquellos que les gustara las actividades acuáticas entre cascadas, lagos y piscinas de agua natural. Los más valientes podían explorar sus bosques oscuros, o investigar sobre la sombría leyenda de los Locos Everest, una historia un poco turbia.

A unas cuantas calles del centro, cerca de Crazy Burger, estaba la casa de los Bell. Savannah Bell se levantó del piso y se subió a la cama. Preston la esperaba ahí, le miraba los senos con lujuria, necesitaba tenerla sobre él. Ella le dio un pequeño beso en la boca, Preston la tomó de la cintura y después de dio una lamida a sus senos. Estaba caliente, ansioso de sentir el interior de la chica y que le suplicara por cada una de las estocadas que le daría con su gigante y venoso miembro.

Savannah abrió sus piernas y respiró entrecortadamente, mientras agarraba la polla del hombre y la dirigía a su entrada lubricada. Preston dejó que ella hiciese todo el trabajo, él solo miraba el cómo su falo iba desapareciendo poco a poco dentro de la vagina de la rubia. Savannah gimió, si había logrado meter toda esa polla. Preston sonrió y le empezó a dar pequeñas estocadas en su interior. Savannah se acarició los senos, no quería que su abuela Marcy la escuchara, pero no se podía controlar, le encantaba la sensación en su parte baja. Su vagina estaba repleta de líquido, mismo que había cubierto todo el pene de Preston. El vaivén seguía, ahora más veloz e intenso.

          —Eso, aguanta mi verga —habló Preston con su voz áspera de la excitación—. ¿Te gusta? El como te lleno por dentro. Te ves hermosa, así, toda sonrojada, con tus grandes pechos lamidos.

Él la agarró entre sus brazos, sin salirse del interior de ella, la llevó al tocador y la sentó ahí. La siguió penetrando aún más fuerte. El sonido del chapoteo entre los dos cuerpos les excitó mas. Estaban deseosos, querían más. Preston se hundía lo más profundo que podía, llenarla siempre.

Preston sintió un cosquilleo en su abdomen, estaba por acabar. Se tensó. Savannah entendió lo que pasaba. Ella sacó la polla lubricada. Segundos después, Preston expulsó semen por todo el tocador. Se miraron a los ojos. Tenían la respiración entrecortada. Preston pegó su frente con la de ella. Tenían el corazón agitado. Habían tenido una salvaje sesión de sexo. Querían otra ronda.

          —¿En qué estabas pensando? Casi te corres dentro de mí —chilló Savannah—. Ten cuidado.

          —Tranquila, solo era por diversión, preciosa —gruñó él—. Quiero otra ronda, voy a quitarme el semen, para hacerte mía de nuevo, porque me encanta como tu vagina se amolda a mi polla.

          —No, bebé, en cualquier momento regresa mi hermano, me sorprende que abuela no haya subido, gemí como una perra loca —Savannah rió por lo bajo y le acarició el abdomen al chico—. Es mejor que recojas tus cosas y salgas por la ventana, no quiero líos familiares solo por haberte abierto mi vagina. Tal vez nos veamos después, para seguir con nuestra aventura secreta, bebé.

          —Bueno, está bien, preciosa —Preston la besó—. Es nuestro secreto, nadie se puede enterar de lo nuestro, menos ahora, que mis padres quieren que tenga una relación con Alabama Davis.

Savannah le sonrió y por un momento se miró, estaba con las piernas abiertas, sus senos caían a los lados y toda su parte baja estaba llena de fluidos corporales. Se bajó del tocador y Preston le dio una nalgada. El chico siguió las indicaciones de su amante. Minutos después, él desapareció por la ventana. La rubia había cumplido su cálido capricho, tuvo a Preston Briggs dentro de ella.

HAGAMOS TRAVESURAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora