XI. La televisión miente

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—Me gustas—alcé la vista y me centré en aquella ventana cerrada, esperando que Toby la abriera, me dijera que yo también le gusto y empecemos una relación. Tal vez espero demasiado.

No hubo ningún movimiento, ni siquiera un sonido que me indicara que él estaba del otro lado.
Arrastré mis pies hasta la cama y me lancé a ella.

No quiero sacar a Toby de mi vida, pero ¿qué puedo hacer? El ya no quiere hablarme y no puedo obligarlo.
Si insisto más pensará que soy una fastidiosa y tendrá otra razón para alejarse de mí.

Bostecé y me cubrí con las mantas, cerré los ojos con fuerza deseando quedarme dormida. Al no lograrlo, entreabrí los ojos y me percaté de un fugaz resplandor, parecido al flash de una cámara, me incorporé y observé la ventana, las cortinas seguían abiertas.

Me levanté insegura y con el ceño fruncido, evité mirar hacia afuera y cerré las cortinas, retrocedí y me senté en la cama.
Todas las mañanas encuentro la ventana abierta, aún cuando recuerdo haberla cerrado por la noche.

Masky ha aceptado que me observa, ¿lo estará haciendo ahora? ¿Habrá... tomado una foto?
¿Él entrará a mi cuarto cuando estoy dormida? Eso explica la ventana abierta. Solo pensarlo me da escalofríos, ese tipo está enfermo.
¿Cómo me libro de él sin poner en peligro mi vida o la de mis padres? 

Me dejé caer y me cubrí de pies a cabeza.
Solo quiero dormir, quizá todo esté bien en la mañana.

«»

Esa mentira me ayuda a conciliar el sueño, pero cuando despierto, el miedo se acumula de nuevo en mi pecho, quitándome las ganas de todo.

El despertador había sonado hace ya media hora y aún no me levantaba de la cama, tengo la esperanza de que se haga tarde y mis padres dejen quedarme en casa.

Recostada en la cama, mi mente seguía atormentandome, tengo la sensación de que todo está mal.
En la noche tengo miedo de que Masky se aparezca y en el día tengo miedo de encontrarme con Raff, pensar en Toby es una tortura y un consuelo.

Tocaron un par de veces la puerta, salvándome de aquellos pensamientos, era papá, abrió la puerta y asomó la cabeza.

—¿________?—dijo dándole un vistazo a la habitación y después a mí, abrió la puerta por completo.—Arriba, hija mía, sin estudio se enferma el alma.—arqueé una ceja.—Lo leí en una página de frases motivacionales para estudiantes, ¿funciona?—me reí.

—Sí, siento la motivación corriendo por mis venas—papá río conmigo y caminó hacia la ventana, pero al ver que estaba abierta, se giró de nuevo hacia mí.

—No te duermas con la ventana abierta, _______, te enfermarás—bajé la mirada y asentí.—Bien—se acercó a la cama y tiró las mantas al suelo—a levantarse, un día productivo nos espera.

Intenté sonreír, lo que terminó en una extraña mueca, papá frunció el ceño y se sentó en la orilla de la cama.

—¿Está todo bien?—asentí lentamente, me miró sin estar muy convencido y me rodeó en un abrazo.— Puedes hablarme de lo que sea, lo sabes, ¿cierto?—asentí de nuevo, con los ojos cerrados, aguantando las lágrimas.

Besó mi frente y salió, no sin antes decirme que me apresurara o el desayuno se enfriaría.

Me levanté y me dirigí al armario, saqué unos pantalones deportivos y una sudadera holgada, no me molesté en tomar un ducha.
Bajé lentamente las escaleras y al entrar a la cocina me encontré con mi padre lavando los platos y mamá recogiendo la mesa. El único plato lleno de comida era el mío.

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