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- ¿No querrás hacer eso verdad? Niño-. Me advirtió susurrando a mi oído y su mirada penetrante en mi rostro.

Sentía la respiración de Young Hyung muy cerca de mí y seme hacía imposible mover mis manos, pues las sostenía sobre mi cabeza. Su cuerpo impedía que me moviera y su vista se mantenía fija en mis labios.

- ¡Suéltame!- Exigí tratando de ocultar mi nerviosismo, y la verdad es que me salió bastante bien, casi parecía seguro de mis palabras.

- No lo haré niño-. Habló lentamente mientras me miraba de arriba a bajo. - ¿Recuerdas?Ahora eres mi "puta personal"-. Susurró en mi oído con un tono burlón haciendo que se me erizaba la piel, odiaba que lograra causar eso en mí. - Y debes complacerme cuando quiera.

- N-no lo voy a hacer-. Hablé bastante seguro de mis palabras, aúnque a esta altura a penas era consciente de mis palabras.

- Ah, ¿no?- preguntó levantando una ceja sin separarse de mí.

- No.

Contesté sin apartar la mirada de sus ojos. Se había convertido en un duelo que ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder. Sus ojos cafes se mantenían firmes sobre los míos, impasible.

- Entonces, me temo que ésto- . Me quedé estático al sentir sus palabras sobre mi odio. Una de sus manos se había movido ágilmente hasta atrapar una de mis nalgas para darle un ligero apretón que me hizo dar un brinco por la sorpresa. Me mordí los labios y cerré los ojos. - Va a ser probado por todos los prisioneros. Créeme, puedo ser brusco al follar, pero aquí hay peores animales para estrenar tú culo virgen.

No me di cuenta de que estaba reteniendo la respiración hasta que quise contestar. Me aclaré la garganta ante lo que había dicho. Era duro, pero en el fondo sabía que eran ciertas. «Quien no ha sido puta antes, no pasa nada, aquí lo será.»

- Sé defenderme.

Recordaba lo aprendido en el curso de defensa personal, pero dudaba de poder ponerlo en práctica y sobrevivir los diez años que me habían caído. Él curvó sus labios, mostrando una sonrisa burlona. Dio un paso atrás, ladeando la cabeza de un lado a otro. Alzó su mano para morder ligeramente su dedo índice mientras me miraba de los pies a la cabeza.

- Niño, eres un cervatillo rodeado de lobos ambrientos. Cachorritos como tú tienen dos opciones, morir o convertirse en putas o sirvientes.

Volvió a acercarse a mí a lo que retrocedí en respuesta hasta que sentí el frío de los azulejos sobre mi piel. Le miraba con el ceño fruncido y la mirada desafiante. Por un momento mi contrincante desvío la mirada para comprobar que seguíamos solos, acto seguido puso su diestra en mi cuello e hizo fuerza para que mi rostro se acercara al suyo, haciendo que nuestros labios se rozaran.

- Eres travieso, atrevido y muy ingenuo. Me muero de ganas por saber como serás cuando esté dentro de tí, penetrando ese culito virgen. Al principio gritarias y no me lo pondrías fácil, pero terminarías suplicando por más.

Mi mente había salido se su órbita y, habiéndose percatado de eso, mi compañero volvió a acortar las distancias y mordió mi labio inferior. No quería escuchar su voz, me daba rabia al igual que no entender el porqué sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo por su descaro.

Solo era un desgraciado acusado de un crimen grave el qual ni siquiera había cometido. Mi mirada estaba fija en el suelo mientras Young Hyung parecía estar esperando algo de mí, al igual que los miembros del senado, el abogado de la víctima e incluso mi familia. A veces quería que parar de una vez con todo, pero siempre ha habido algo dentro de mí que me impedía hacerlo.

El convicto; BriWonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora