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Un silencio antinatural se expandía por Muelle de Loto, hacia un par de días que parecía que los habitantes de la casa de la secta de Yummeng Jiang simplemente habían decidido realizar un voto de silencio. Las actividades de todos los discípulos, los sirvientes, aun inclusive los entrenamientos y tareas obviamente ruidosas se llevaban a cabo de la manera mas ceremoniosa y tranquila posible pasando casi desapercibidos.

Si alguien preguntara seguramente la respuesta de cualquier habitante del lugar sería que se avecinaba una tormenta, sin embargo, esto era un tanto inexacto, puesto que la tormenta ya existía y llevaba la misma cantidad de días que ese silencio encerrada en las habitaciones del distinguido líder de secta. La explicación más acertada era "para no desatar esa tormenta contenida".

Decir que Jiang Cheng se encontraba de "mal humor" era poco, sobre todo cuando a decir verdad el estar así era considerado prácticamente su estado natural. El líder de secta Jiang estaba furioso, verdaderamente iracundo. Hacia aproximadamente dos días y medio que acababa de arribar de un "importante viaje" en el cual arreglaría un "importante asunto" y a juzgar por lo que vieron sus discípulos a su llegada podrían apostar su cabeza a que tan preponderante diligencia no había salido nada de acuerdo con las expectativas de su tan venerable maestro.

SānDú ShèngShǒu había bajado de su espada refunfuñando palabras inteligibles y no había devuelto el saludo a ninguno de sus fervientes discípulos ni sirvientes. Sus pasos eran pesados y su entrecejo mas fruncido de lo habitual, además de que el aura eléctrica que desprendía Zidian lo envolvía de manera peligrosa advirtiendo que la buena suerte no estaría de lado de aquel que se atreviera a acercarse. Y así, sin mediar palabra alguna personalmente con nadie soltó un sonoro "VUELVAN TODOS A SUS LABORES ¡AHORA!" y se encerró a piedra y lodo en sus aposentos sin haber vuelto a tener contacto con ningún ser humano hasta el momento.

Si bien sus discípulos no iban a dejarle morir de hambre, ninguno estaba dispuesto a perder sus piernas por mera valentía, así que tres veces al día el sirviente en turno se acercaba a la puerta del líder, tras un leve toquido pronunciaba "la comida" y si no escuchaba contestación alguna se atrevía a deslizar la puerta y entrar para depositar la charola con comida sobre una mesa cercana a la entrada. En los dos días y medio nadie había visto al líder, aunque entraran por unos segundos a su habitación, pero horas después podían encontrar la charola con platos vacíos depositada ordenadamente afuera de las puertas del cuarto. Este simple gesto daba a los discípulos el alivio de que por lo menos su señor seguía vivo y se alimentaba correctamente.

Jiang Cheng miraba y miraba los papeles dispersos por su escritorio sin embargo no lograba concentrarse. Había leído como un millón de veces esas cosas, pero nada lograba mantenerse retenido en su mente. Suspiró frustrado y se dejo caer de espaldas en el piso. Miró por la ventana mas cercana y se dio cuenta de que el sol bajaba en el horizonte, el día estaba llegando a su fin y de nuevo no había logrado gran avance en su jornada.

"fantástico" pensó con molestia, ahora a parte de todo lo demás estaba atrasado con sus labores como líder de secta y eso lo enojaba más, si es que eso era posible.

Se llevo las manos a la cara y ahogó un grito de frustración. Había prometido que tal asunto no lo distraería, pero es que era simplemente imposible. ¿Cómo podía seguir el ritmo normal de su trabajo cuando tenía tan importante decisión frente a él?

- ¿Qué estará haciendo Xichen? –

Las palabras salieron como un leve susurro de sus labios. Intentó pensar en la brillante sonrisa que siempre le brindaba aquel amable hombre cuando lo veía a punto de explotar y eso le hizo entrar un poco en sus cabales. Tenia que pensar en "él", eso era por ellos.

Entre los Lotos  [XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora