5. Victorem.

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Cuando mamá me vio llorar tras tomarme una fotografía, la octava vez que sucedió me dijo que posiblemente había algo mal con mi vista, cuando decidimos ir a la playa no podía estar mucho rato en el sol porque mis ojos se sentían en llamas, además que solía cansarme a menudo cuando leía y como ella se preocupaba tanto por nosotras no tardó en hacerme un par de estudios, ¿El diagnóstico? Unos lindos ojos azules no son tan admirables como esperaba.

Eran dos gotas de cristal, delicadas y sin grandes capacidades visuales, no me servía que me dijeran los lindos que eran porque no me hacía sentir mejor, pues había tenido que olvidarme de salidas al sol y acostumbrarme a fotografías llenas de muecas por mi incomodidad.

Mis ojos, mi pierna ¿Qué otra debilidad más?

Llevo tiempo escuchando todo a mi alrededor sin moverme ni un poco. Lo primero que trato de hacer tras unos minutos es abrir los ojos, pero sé que la luz de donde sea que esté será terrible, cuando paso mis manos con cuidado por mis párpados puedo escuchar un montón de bullicio en la habitación.

Por ejemplo el sonido metálico de una silla chirriante con el piso y los pasos amontonados a mi alrededor.

¿Tanto me esperaban en el infierno?

Logro abrir los ojos cuando coloco una mano para disminuir el impacto de la luz y me siento como un recién nacido.

Ante mi estalla de lleno un rostro bastante conocido así que me hace averiguar realmente donde estoy tras ver su bata en color blanco y ruedo los ojos con cansancio.

Esto es otra dimensión del infierno.

El rostro de Drew está tan cerca de mí que me incomoda, pero me está revisando los signos vitales y cuando intenta llevar una lámpara hasta mis pupilas lo detengo rápidamente con mi brazo izquierdo con más fuerza de la que debería porque termina el aparato en el piso.

Drew suelta un suspiro cansado alejándose de mí.

—¿No vas a preguntar qué sucedió? —dice tras los minutos en que me mantengo en completo silencio y arquea una ceja pelirroja.

—Espero que tengas una respuesta tú al respecto—le indico removiéndome entre lo tortuosa que es la camilla.

No sé cuánto tiempo tengo aquí, pero quiero largarme ahora.

—La estamos esperando de ti—dice Charlotte acercándose al doctor pelirrojo que está tratando vagamente de arreglar el aparato que acabo de lanzar al suelo sin contemplación.

—¿Ah sí? —cuestiono con un risilla que solo provoca que las miradas cansadas estén postradas en mí.

—Eliette tienes que firmar un par de papeles para que te puedan hacer unas pruebas más —dice Lottie cruzándose de brazos y solo puedo sentir cómo las palabras quieren salir sin filtros y lo hacen.

—¿De drogas? —le cuestiono pasándome una mano por la jeringa en que parece estar un suero—. ¿Acaso no te dio los resultados que esperabas? —le digo encarándolos y ambos se miran con preocupación y falsa indignación como si de verdad no los hubiera escuchado hace unos minutos—.  Pues sé que dejaste que tu noviecito la hiciera sin mi consentimiento.

Charlotte da un paso más cerca de la camilla.

—No metas a Drew en esto—lo defiende y suelto un bufido—. Yo le he insistido y además no han encontrado indicios del porqué te has desvanecido en la camioneta, siempre tan dramática.

—Pero ya tuviste el resultado—le digo—.  En negativo por cierto.

Le doy una sonrisa.

—Vamos a evaluar nuevamente— comenta Drew—.  Me ha llamado mucho la atención que todo vaya bien en los exámenes, pero no es normal mantener dolores de cabeza por meses así como desmayarse sin una razón lógica.

THUNDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora