Cuando salgo de lo asfixiante que se ha convertido el cuarto de baño lo mantengo con seguro para después tomar con prisa todas mis cosas de la universidad y con ello bajo hasta el primer piso donde estoy atenta a ver si alguien escuchó el desastre en que se convirtió mi dolor de cabeza, pero ya no hay nadie.
El sonido de un claxon bastante conocido me hace acomodar las cosas a toda velocidad mientras coloco sobre mis hombros la mochila en color durazno, salgo de la casa asegurándome de que la puerta esté bien cerrada y camino por el pequeño empedrado donde me espera Gigi—mi mejor amiga de toda la vida—quien está fuera del auto mientras me observa con una sonrisa socarrona.
—Parece que alguien no tuvo buen día—asegura Gigi elevando sus cejas mientras acomoda su cabello negro lacio colocándose una gorra en color negro que forma parte de su uniforme.
—¿Tan mal me veo?
—No he dicho que te veas mal—comenta—. Solo que tus facciones de molestia lo demuestran—me dice haciéndome ver que quizá me estoy llevando problemas de casa hasta otros lugares, que es precisamente lo que no me gusta hacer.
—Lo siento—me disculpo avergonzada con Gigi.
—Sé que no es conmigo el enfado, es solo que me imagino a tu hermana gruñona como la única razón—me dice apretando los labios en una línea fina, siempre me conoce muy bien—. Me cuentas en el camino, ahora sube que ninguna llegará a tiempo a la universidad—me indica haciendo un gesto con la cabeza para disponerme a subir en su jeep de color negra con bastante cautela.
El motor hace un rugido estrepitoso que indica la marcha en el auto donde vamos a una velocidad adecuada, aunque antes no solía ser así.
A nuestro alrededor se despliegan paisajes de la ciudad, sin duda alguna Lucerna siempre será mi ciudad favorita, no es hasta que giro para observar a Gigi que parece más que concentrada en el camino mientras aprieta con fuerza el volante dejando sus nudillos blancos así que carraspeo en un intento de iniciar una conversación.
—Ayer salí con Davina—me comenta Gigi con la mandíbula apretada—. Y le eché en cara todo lo que había mandado por mensaje a Sebastian ¿Recuerdas? —me cuestiona haciéndome rememorar los crueles mensajes que uno de nuestros amigos recibió por parte de Davina quien estaba alegando que Gigi era una loca y despiadada además que le aborrecía estar con ella, cuando se suponía que ambas mantenían una relación sana de siete meses.
El amor sin duda era complicado.
—Sí, ¿Qué te ha dicho? —le interrogo con interés.
—Me dijo que era cierto y la mande al diablo— dice de manera determinada sin despegar su vista del volante.
—Vaya, pues no encuentro fallas en que hayas hecho eso—le digo a Gigi mientras coloco mi brazo en su hombro brindándole apoyo.
—¿Verdad? Trevor dice que fui demasiado ridícula—comenta Gigi aludiendo a Trevor uno de sus mejores amigos también que estudia gastronomía en la misma universidad que yo.
—Créeme que si alguien habla de esa manera sobre mí, le habría dejado una buena cachetada en la mejilla y ni hablar de hacerlo sentir mal—le digo elevando el mentón y poniendo cara seria, pero Gigi suelta una carcajada—. ¿De qué te ríes? —le cuestiono ofendida.
—Nada, es sólo que el aspecto de ruda que tienes solo me hace verte como un algodón de azúcar rojo— dice soltándose a reír pareciendo más relajada.
—¿Pero qué dices? ¿De verdad existen? —le cuestiono confundida.
—Todo existe en este mundo, que quieran decirnos es otra cosa ¿Quién demonios nos creería si les dijéramos que trabajamos para la muerte? Nadie Eliette— dice negando, pues ambas hemos sido conectadas de maneras muy extrañas con Azrael el ángel de la muerte que nos sigue produciendo un miedo hasta los huesos.
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THUNDER
RomanceEl mundo está siguiendo su transcurso a grandes zancadas, están avanzando y modificando tanto su forma de vivir como la manera en que ven las cosas. Pero lo que no han podido descifrar es el paradero que conlleva la muerte... Por este gran motivo...