Capitulo 3 - El muñeco de trapo

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Esa noche la lluvia empezó de improviso. Caía de modo gentil dando pequeños golpecitos al tejado como de tamborilero. Escucharla alimentaba el sueño. No recuerdo por donde divagaba mi mente pero de seguro recorría prados de chocolate y chapoteaba por arroyos de vainilla. Esos son los sueños a los cinco años: pura magia, amor y fantasía. Cuando el cielo exploto por culpa de un rayo mis ilusiones terminaron hechas pesadillas y tuve que despertar por miedo a seguir con los ojos cerrados.

-¡¡Abuela !! - Fue lo primero que exclame después del susto. Hasta hoy, sigue siendo ella en lo primero que pienso cuando me ataca un quebranto.

No había terminado de juntar el aire para volver a llamarla, cuando apareció. Ni siquiera hizo falta decirle que me pasaba. Me conocía como la palma de su mano. Yo era su mejor amigo y ella la mía.

-Son solo rayos... no hay nada que temer. - Me dijo, pero no bastó.

Me aferre a sus brazos como un mono y de la misma manera viajé sobre ella por toda la casa. Para ese entonces afuera ya no llovía con gentileza. Las gotas eran del tamaño de una pelota de ping pon y caían con violencia lastimando al techo. El viento movía las persianas y estas rechinaban de una manera tan tenebrosa que me ponían la piel de gallina. Mi mente me decía que afuera de la casa rondaban los monstruos de mis pesadillas. Habían cruzado la línea de los sueños y venían por mí. Un segundo rayo hizo temblar la casa y la luz del foco parpadeó.

-¡¡Abuela !! - grite aun sabiendo que la tenía conmigo.

Ella siguió su camino sin titubear. Llegamos hasta su máquina de coser y debo admitir que no me dio entusiasmo. No estábamos como para juegos. No era el momento. Afuera estaban todos mis miedos queriendo entrar a buscarme. Necesitábamos un arma, llamar a la policía, gritar por ayuda. Cualquiera de esas opciones era más útil que sentarnos a coser quien sabe qué cosa. El tercer rayo fue decisivo. ¡Ay Dios mío! de solo recordarlo me lleno de ternura y es que el miedo de un niño es algo tan inocente, tan irreal ya la vez tan cierto. La oscuridad pobló la casa. La luz se mandó mudar quien sabe a dónde. Quedamos a oscuras por unos segundos que a mí me parecieron años. No grité porque ya no tenía voz hasta eso me quitó el susto del rayo. Abuela sacó una vela de uno de los cajoncitos de su máquina. Silbando la encendió y luego dejó caer unas gotas de cera sobre la mesada para clavar la vela en ella y convertir esa pequeña flama en un faro en medio de mi desolada oscuridad. 

- ¡Ay abuela! Gracias.

La tormenta no paraba y mi abuela tampoco. Pedaleando a gran velocidad competía en carrera contra el mal tiempo. Hubo un cuarto rayo pero no lo escuché. Su estruendo quedo opacado por el grito de júbilo de una anciana:

-¡¡¡Listo !!! - Exclamó mi abuela y yo fui saliendo con cuidado de debajo de la máquina. Ese era mi escondite preferido.

Lo que me entregó aquella vez fue un arma. Un centinela. Un muñeco de trapo que inspiraba seguridad y confianza. Tenía los ojos de botón, la boca cocida y el cuerpo tan bien acolchonado que el monigote parecía el más fornido de toda su especie. Tenía músculos en las piernas y en los brazos. Al frente, un chalequito militar hecho con retazos de tela vieja le abrigaba el pecho. A la altura del corazón, relumbraba un punto amarillo. Era una estrella de lentejuela. Al parecer mi muñeco no era cualquier soldado. Era Capitán.

-¡Abuela! - Grité una vez más pero esta vez con gracia y alegría. Si afuera llovía y caían granizos no lo sabía, la tormenta para mí ya había parado. Estaba maravillado. Jugué con mi guardián casi toda la noche, agarrándolo con la mano y haciéndolo volar por toda la casa.

Cuando por fin volvimos a la cama, me metí de un tirón bajo las frazadas y luego abuela se sentó al lado mío para darme palmaditas en la espalda e invocar al sueño. Con cuidado ubico al muñeco a un costado y este como buen vigía se quedó firme a lado mío custodiando el lugar. Ni un monstruo entró esa noche. Y ninguna otra noche, pues ese muñeco nunca se separó de mí. Hasta hoy sigue aquí. Guardado en un cajoncito de mi corazón. Esperando brindarme ayuda por si la noche es mala conmigo y me da miedo. Mi abuela dejó sus mejores trabajos en mis manos. Esos que no tienen valor material pero que enriquecen el alma; y yo a cambio le entregué lo único de valor que siempre tuve:

TODOS MIS RECUERDOS.

¿Qué es un muñeco sino el trabajo de un verdadero artista?

En mi mundo de fantasías fue tu amor querida abuela lo único real que vale la pena contar entre líneas. Artista del encanto. Historia hermosa que se cuenta para dormir. Mi mejor amiga. Mi amor eterno. Mil gracias. ¡Nos vemos en un sueño!


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⏰ Última actualización: Aug 20, 2020 ⏰

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