Capítulo 29: Chispas amarillas

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Capítulo 29: Chispas amarillas

Nos vemos esta noche, donde nos conocimos

Esa fue la respuesta de Remus, que Sombra le arrojó sin cuidado durante el desayuno, llamando la atención de sus amigos. Raven no solía recibir correspondencia pues no era una persona a la que le gustase sociabilizar. No tenía amigos fuera de Hogwarts, no hablaba con su familia y solo había recibido cartas de dos de sus hermanos, aunque no había sostenido con ellos una comunicación fluida.  Era una persona reservada a la que poco le importaba hacer amigos. La sola idea de entablar relación con varias personas le incomodaba porque aquello implicaría que habría demasiadas personas con poder sobre ella, con capacidad para destruirla. Era incapaz de soportar la idea que se dieran cuenta de que no eran tan fuerte como solía aparentar. Nadie debía saber que, pese a sobrevivir en la oscuridad, podía quebrarse con un rayo de luz.

-Desde mañana en la tarde nos juntaremos en la Sala de Menesteres- informó a sus amigos, después de morder una tostada- Debo prepararme para poder vencer a cualquier bestia que pueda encontrar en el laberinto.

-De acuerdo- accedió Draco- Solo promete no herirnos de gravedad.

-No seas cobarde- lo retó con una sonrisa socarrona en sus labios- Solo necesito que me exijan, que me lleven al extremo y, si es necesario, tiren a matar. No puedo bajar la guardia si quiero ganar ese maldito torneo, algo que me he propuesto después de sacar a este imbécil del lago- señaló con su cabeza al moreno.

-¿Incluso si tienes que dejar a Cedric en segundo lugar?- quiso saber Blaise, mirándola inquisitivamente. 

-A la hora de competir, supongo que no hay relación que valga- confesó, encogiéndose de hombros- Cedric quiere ganar, yo también.

-Tú y Cedric han sido los mejores hasta el momento, pero no puedes olvidarte de los demás-  interrumpió Theo con el ceño fruncido- Por mucho que me cueste admitirlo, no puedes subestimar a Potter. No sé cómo se las ha arreglado para seguir vivo hasta ahora, pero siempre consigue salir ileso de situaciones desfavorables. También es el favorito, o al menos las apuestas dicen eso- Raven se contuvo de preguntar como sabía a quién favorecían las apuestas-  Krum es un hueso duro de roer y lo ha estado demostrando. Estuvo bien con el dragón y consiguió volver tercero del lago. Fleur tal vez sea la más débil, pero, a ella y a Krum, estoy seguro de que sus directores les han aconsejado guardar unos cuentos trucos para el final.

-No subestimo a ninguno de los campeones, sería un terrible error. Pero conozco perfectamente cuales son mis capacidades - dijo apoyando el vaso en la mesa y alzando la barbilla- Fleur y Krum no me preocupan, aunque eso no quita que sean magos hábiles. Potter es un mago completamente ordinario, cualquiera de nosotros cuatro podría dejarlo fuera de combate rápidamente, pues le falta astucia. Además, tal vez no nos crucemos en el laberinto. Hay muchas maneras de llegar al centro.

-¿Cómo vas con Snape?- le preguntó en voz baja Draco, quien estaba sentado a su izquierda, de modo que solo pudieron oírlo ella, Theo y Blaise, que estaban frente a ellos- ¿Han avanzado algo?

Según las reglas, los campeones no podían recibir ayuda. Sin embargo, en la práctica, aquella regla no se cumplía.  El mismísimo Severus Snape la había confesado que “Alastor Moody”, profesor de defensa contra las artes oscuras, ayudaba a Potter. Así como tambien lo hacían Karkarov y Madame Máxime con sus respectivos campeones. Hasta Pomona Sprout le había ofrecido ayuda a Cedric. Estaba completamente segura de que nadie sospechaba de la ayuda que le brindaba Snape a ella. no se lo había dicho ni siquiera a Cedric porque, después de todo, los Slytherin son leales entre sí.

-Ni lo menciones, se la pasó quejándose la noche pasada, maldiciendo su puesto. Creo que algo salió mal en la clase de segundo año, con un Gryffindor.

-Tal vez hoy sea diferente- aventuró Theo.

Raven quiso golpearse a sí misma.  No era una persona olvidadiza, pero había olvidado que esa noche Snape la había citado en su despacho. Suponiendo que el asunto fuera rápido, luego tendría que dirigirse a cierta cueva en las profundidades del bosque para encontrarse con Sirius y Remus y practicar su patronus. Sería una carrera contra el tiempo.

¿De dónde salía su obsesión con el encantamiento patronus? Era simple. Raven era inteligente  por lo que apenas se había enterado de lo que consistiría la tercera prueba no le había costado elaborar una lista mental de las  criaturas que Hagrid colocaría en el laberinto. Algunas no le inquietaban, pero los dementores estaban en primer lugar de la lista de “Criaturas a las que no quiero enfrentarme”. Los odiaba, sobretodo porque no podía hacer nada contra ellos. Raven nunca había sido capaz de conjurar un patronus. Lo había intentado antes de entrar en Hogwarts y no había salido bien. No tenía recuerdos felices para ese entontes. Esperaba que el tiempo que había pasado en el castillo hubiese oficiado como un generador de buenos recuerdos poderoso. Estaba dispuesta a volver a intentarlo, pero tenía que admitir que necesitaría un buen maestro y, si hacía caso a lo que se decía en los pasillos, Remus era el mejor.

Ese mismo día, después de cenar, Raven se dirigió al despacho de Snape y entró sin tocar. El hombre de cabello grasiento se encontraba evaluando unas pociones, y al parecer, no estaba contento. Le dio una mirada que ella interpreto como un “siéntate y cállate”.  Ingresó sin hacer ruido e  hizo a un lado la incómoda silla que se encontraba frente al profesor, del otro lado del escritorio, desplazando hasta allí el sillón de la esquina pues,  si iba a tener que esperar, lo haría cómoda.

-Ninguno de estos inútiles será pocionista- siseó con amargura el hombre.

-Yo podría serlo- confesó restándole importancia, sorprendiendo a Severus Snape- Es una de mis opciones- agregó zanjando el tema.

Debió esperar unos minutos más hasta que, finalmente, Snape terminó de calificar todas las pociones. Luego, el amargado profesor, se puso a dar vueltas por el despacho mientras le explicaba en que había consistido la maldición que había dado origen a la segunda de las maldiciones imperdonables. Al parecer, en la antigüedad, el dolor provocado por la maldición era tal que exigía un sacrificio por parte del mago que la realizaba. Este debía compartir parte del dolor con su víctima y, siempre y cuando pudiera soportarlo, la víctima se llevaría la peor parte.

-Esta maldición cayó en el olvido por muchas razones- explicó Snape con voz neutra- Pocas veces resultaba exitosa. No todos están dispuestos a sufrir para hacer daño, no todos son capaces de albergar tanta oscuridad en su interior. Pero, suponiendo que un mago pudiese soportar el dolor, las cosas no siempre iban bien. Muchos se volvían locos después de intentar realizarla, pues las leyendas dicen que no solo se comparte el dolor, sino tambien los miedos de la víctima.- observó uno de los tantos frascos a su alcance con interés, para luego continuar con la explicación- Claro que las víctimas se llevaban la peor parte, solo unas pocas sobrevivieron sin volverse locas. Lamentablemente, la valentía de los magos fue disminuyendo, querían dañar, pero no sufrir. Lograron crear una maldición capaz de provocar un dolor similar unidireccionalmente: la maldición cruciatus.

- Entonces ¿Se supone que debo intentar realizarla en el laberinto?- preguntó con una ceja alzada- No es que sea muy alentador.

-Ni se te ocurra, Weasley- el rostro del profesor había adquirido más seriedad de lo normal- Si puedes evitarlo, nunca realices esa maldición. Pero algo me dice que se avecinan tiempos oscuros y, de alguna u otra forma, quiero que estés preparada para sobrevivir. 

-Vaya, profesor Snape- soltó con un ligero tono burlón- Es lo más tierno que me ha dicho desde que tiene el gusto de conocerme.

-Muy graciosa, cinco puntos menos para Slytherin.  

Después de aprender la teoría y de jurarle al profesor que no le lanzaría la maldición a un estudiante, este la dejo marchar. Al dejar el castillo, bajo su forma animaga, Raven se internó en el bosque. Agradeció que el encuentro con Snape hubiese sido corto, de esa forma tendría más tiempo para practicar su patronus. Utilizo toda su velocidad para correr por el bosque, esquivando los árboles que se interponían en su camino, así como tambien a un unicornio que se asustó con su repentina aparición. Al llegar a la cueva, se encontró con Sirius y Remus entablando una conversación. No notaron su presencia hasta que estuvo junto a ellos y, después de superar la mirada de reproche de Remus al saber que era una animaga ilegal, comenzó a intentar realizar un patronus.  

Intentó e intentó sin descanso, oyendo los consejos de Remus e intentando ignorar las burlas de Sirius. Pero no importaba cuanto se concentrara, no podía invocar un recuerdo lo suficientemente poderoso como para realizar el encantamientos. Cada vez que su mente viajaba al pasado, las sombras que la habían acompañado desde su infancia aparecían, recordándole que era un monstruo, y que siempre lo sería. Veía todo el tiempo a sus hermanos rechazándola, sin darle la oportunidad de demostrar que los quería y que no era una mala hermana. La imagen de su padre insultándola, la de su madre utilizando maldiciones en ella, su habitación en el sótano, los cumpleaños que no le celebraron, los grandes vacíos, los sueños rotos que dejó en La Madriguera, todo eso volvía a aparecer, impidiéndole concentrarse en los pocos momentos felices que tenía.

-No puedo hacerlo- soltó, dejando caer su varita al suelo por culpa de la impotencia- Soy Slytherin- dijo, como si eso lo explicase todo- Somos ambiciosos, astutos, orgullosos, determinados, estamos programados para ser exitosos ¡Que sabemos sobre ser felices!- gritó, pasando una mano por su cabello- La felicidad es el precio que debemos pagar para conseguir lo que buscamos, somos conscientes de eso, aprendemos a vivir así. La grandeza no viene gratis- miró a Remus, quien en las últimas horas no había dejado de alentarla- ¿Crees que Merlín fue feliz al final? ¿Slytherin? Él murió de tristeza ¿Voldemort? Supongo que no supo lo que significa “felicidad”, ¡¿Yo?! Mataría a mi madre sin pestañar siquiera, pero primero le haría ver como asesino a mis hermanos ¿Una persona feliz haría eso?

No esperaba una respuesta, y ninguno de los dos hombres parecía preparado para dársela. Sin embargo, Remus hizo algo que Raven recordaría por el resto de su vida, la abrazó.

-La felicidad no es una meta, algo que alcanzas al final. La felicidad es algo que sorprende día a día y aparece de muchas formas.- le dijo, poniendo una mano en su hombro- Concéntrate en las pequeñas cosas, los buenos momentos con tus amigos, en Cedric, aunque a Sirius no le caiga bien. Llénate de todos aquellos a los que amas, Raven. Piensa solo en ellos e inténtalo de nuevo.

-Piensa en mí, cariño- dijo Sirius guiñándole un ojo.

Raven se concentró en las cosas buenas, en todo aquello que alejaba a la oscuridad. Pensó en  los consejos del viejo Salazar, en las palabras de Morgana, en las ocurrencias de Hades. Pensó en sus amigos, aquellos hermanos que había elegido y que nunca la abandonarían: Theo, aquel muchacho callado pero que era uno de los pilares en su vida, Draco, con quien no había comenzado de la mejor manera pero que no cambiaría por nada del mundo y Blaise, quien había sido la primer persona en conocer la oscuridad que habitaba en ella y había permanecido a su lado pese a eso. Pensó en Cedric, la persona que nunca saldría de su mente. No podría olvidarlo ni aunque quisiera, era imposible olvidar a la persona que le había enseñado el significado de la palabra “amor”, lo amaba con tal intensidad que estaba dispuesta a arrasar el mundo si él lo pidiese. Incluso pensó en Sirius, a quien le hubiera encantado tener de padre. Se concentró tanto en ellos que la magia brotó de sus manos sin que Raven fuese consiente. En un instante, donde antes había un suelo de piedra, apareció un plateado animal que recorrió la cueva con curiosidad.

-Es… –empezó a decir.

-… un tejón- finalizó Remus, incapaz de salir de su asombro. Acababa de ver a una adolescente conjurar un patronus corpóreo sin varita ¿Alguien podría culparlo por sorprenderse?

-¡Genial!- aplaudió Sirius con un tono burlón en su voz que la devolvió a la realidad, esfumando al tejón- Eres una serpiente, que por las noches se vuelve león, que tiene un águila como mascota y que su patronus es un tejón. ¿No te aburres de ser rara?

-Cállate imbécil- le respondió, arrojándole una roca al pecho. 

-¡Auch! ¡Remus! ¡La loca esa me ataca!

-Y lo bien que hace.

*

Los días siguientes pasaron con una velocidad vertiginosa, como si el tiempo quisiera escurrirse entre sus dedos. Durmió poco y amó mucho. Se puede decir que en aquellos días Raven Weasley estuvo más viva que nunca. Cuando las clases terminaban se encerraba con sus amigos en la sala de menesteres para practicar encantamientos “Renuncio” había dicho Blaise en una ocasión “pasé más tiempo cayéndome que estando de pie”. De vez en cuando se internaba en el bosque y se encontraba con Sirius (Remus había tenido que marcharse pero le había deseado suerte para la tercera prueba). Por las noches, cuando el castillo dormía, ella y Cedric se encontraban para perderse en el otro. Fueron buenos tiempos, o al menos así lo recordaría en el futuro.

La mañana de la tercera prueba Raven despertó con un sabor amargo en la boca y un ligero dolor de cabeza. Se duchó y se puso el uniforme de Slytherin, como cada mañana. Luego se despidió de Hades, quien le deseo suerte y se fue a cazar ratas, o lo que fuese que se cruzase en su camino. Blaise, Draco y Theo la esperaban en la sala común, junto a un grupo de estudiantes que le palmearon el hombro al verla pasar. Debió contener el impulso de golpearlos, eran sus compañeros de casa después de todo, era lógico que quisieran verla ganar el torneo. Mientras desayunaba, oyendo los chistes malos de Blaise, se acercó el profesor Snape.

-Weasley, cuando termines, tienes que ir a la sala de al lado- siseó, como si la idea le desagradase.

-¿Para qué?- preguntó.

-Reglas del torneo. Las familias de los campeones fueron invitadas para ver la última prueba y a Bagman se le ocurrió que era buena idea que viniesen temprano. Para que pudiesen saludarlos. 

-¿Familia? ¿Debo ir? Prefiero pasar el tiempo aquí, entre serpientes, que quedarme parada mientras todos se reúnen con sus seres queridos- bebió un largo trago de su vaso- Me aburriré estando sola.

-Ese es problema Weasley- respondió, con amargura en sus palabras- Han venido a verte. 

Raven lo observó marchar en silencio, sin saber que decir ante la mirada interrogante de sus amigos. Hubiera querido quedarse más tiempo en el comedor, pero el trío de serpientes debió marcharse a clases y la dejaron sola. Vio que Fleur Delacour, Cedric y Krum, se marchaban. Por un instante su mirada se cruzó con la de Potter y, por un segundo, se compadeció de él. Era evidente que ninguno de los dos esperaba una visita. Frunció el ceño, no era posible que su madre hubiera ido a visitarla. Había quedado claro, desde que se fue de La Madriguera, que ya no formaba parte de la familia, si es que alguna vez lo había hecho.

Entró en la sala junto a Harry y lo que vio no le sorprendió. Cedric se encontraba con sus padres y al verla, le dedicó una sonrisa deslumbrante que fue suficiente para pararle el corazón. Viktor Krum hablaba en su idioma natal con sus familiares, mientras que Fleur hacia lo mismo. Dejó de avanzar, su vista se fijó en la chimenea, donde la mismísima Molly Weasley se encontraba acompañada de Bill. Se olvidó de respirar, no los veía desde hace años. Habían cambiado, físicamente, pero para ella seguían teniendo el mismo aspecto que el que tenían aquel fatídico día.  

-¡Sorpresa!- dijo su madre con emoción, en dirección a Harry. Ninguno parecía haber notado su presencia- ¡Pensamos que podíamos venir a verte, Harry!

-¿Qué tal?- dijo su hermano- Charlie quería venir, pero no han podido darle permiso. Dice que estuviste increíble con el colacuerno.

Tengo que salir de aquí, por mi salud mental. Se dijo a sí misma.

Se dio media vuelta, dispuesta a marcharse, pero chocó contra un hombre. Confundida alzó la vista. No supo que sentir en ese momento, era como si se estuviera ahogando en medio del lago negro y alguien se compadeciera de ella y le arrojase un salvavidas.

-Canuto quería venir para asegurarse que no matases a nadie, pero no se lo permití. 

-No tienes ni idea de las ganas que tengo de abrazarte, Remus Lupin.- le confesó, intentando mantener un tono inexpresivo en su voz.

-Puedo asumir, por tu expresión, que no la estabas pasando muy bien- le pasó un brazo por los hombros, como si quisiera reconfortarla haciéndole sentir que no estaba sola- ¿Has estado practicando en mi ausencia?- le preguntó mientras comenzaban a caminar, saliendo de aquella sala sin que nadie pareciera notarlo.

-Sabes que sí, no soy de dejar las cosas a medias.

Caminaron por los terrenos del colegio. Remus la distraía contándole anécdotas de su época como estudiante, mientras que Raven le relataba los encantamientos que tenía preparados para el laberinto. Cerró los ojos, disfrutando del toque del sol contra su piel. La estaba pasando mejor de lo que pensaba, al menos hasta que Harry Potter se acercó a ellos con la intención de saludar a Remus, seguido por Molly y Bill Weasley. Sus ojos se clavaron en los de su madre.

-Remus, Harry- pidió la mujer- Déjenos solos- Remus se mostró reacio a marcharse, pero la pelinegra le restó importancia al asunto, pidiéndole que la dejase con ellos- Mira cuanto has crecido, mi niña- los ojos de Molly se llenaron de lágrimas y el arrepentimiento podía notarse en su voz, pero eso a Raven no le importaba. Era demasiado tarde- Has sobrevivido tanto tiempo fuera de casa, te hemos extrañado demasiado. Espero que algún día puedas perdonarnos.

No respondió ¿Qué podía decirle? ¿Cómo podía expresar en palabras lo mucho que la odiaba? ¿Cómo podía decirle que había arruinado su vida? En los años que había pasado en el castillo de Slytherin y Morgana, había tenido tiempo de sobra para pensar en lo que le diría a su madre cuando la viese nuevamente. En aquel entonces había pensado que una buena idea sería maldecirla a penas verla, luego torturarla y, finalmente, asesinarla. Pero se había subestimado a sí misma, había minimizado la capacidad que tenía para odiar. Entendió, parada frente a su madre, que nada de lo que dijese sería suficiente para llenar el agujero de su pecho. Llevaba demasiado tiempo acumulando rencor, no podría largarlo todo en un día, ni en mil años.

-Hermanita- dijo Bill acercándose a ella. La mirada de la pelinegra lo detuvo, había un brillo peligroso en sus ojos, casi demencial- Lo siento, por todo, yo…- la mirada de Bill se dirigió a la linde del Bosque Prohibido- ¿Qué es eso? 

-Pídeme que lo mate, por favor- rogó una voz en parsel detrás de ella. Raven debió contener su sonrisa al tiempo que extendía su mano en dirección a Hades, quien se trepó a sus hombros, ante la mirada asombrada de los pelirrojos- Quiero ver como el brillo de la vida se les escapa.

-No voy a perder el tiempo aquí- dijo finalmente, acariciando la cabeza de Hades. Tenía que admitir que su presencia la había reconfortado- Ahórrense las disculpas, llegan cuatro años tarde y yo tengo un torneo que ganar- dio unos pasos en dirección al castillo y se detuvo- Asegúrense de que se me notifique el día en que mueran, no puedo esperar para escupir en sus tumbas. 

Se marchó, oyendo palabras de apoyo en su oído. En el camino al castillo conoció a los padres de Cedric y se reunió con Remus, quien no se sorprendió al saber que tenía una serpiente como mascota. Después de todo, Sirius de había burlado de ella precisamente por eso. Para el almuerzo Remus la acompañó en la mesa de Slytherin. Nadie dijo nada, aunque Raven supo, por las expresiones de sus compañeros de casa, que no estaban a gusto con la presencia de Remus. Intentó hacer sentir a Remus lo más cómodo posible y agradeció silenciosamente que Blaise lo integrase a la conversación. Era una suerte contar con el carisma natural del moreno. Para la cena, sin embargo, el hombre lobo no pudo acompañarla dado que debía marcharse a controlar los nervios de un animago, aunque eso no fue necesario que lo dijese. 

-Damas y caballeros- anunció Dumbledore desde la mesa de profesores- dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya al señor Bagman hasta el estadio.

Raven deposito a Hades en los hombros de Draco y se puso de pie, siendo aplaudida por la totalidad de Slytherin. Salió del Gran Comedor junto a los demás campeones, sintiendo una opresión en su pecho. Todos sus sentidos estaban alerta mientras se dirigían al campo de quidditch, como si estuviese esperando que algo fuese a salir mal. Se fijó en Cedric, quien había aminorado la marcha para permanecer a su lado y en ese momento le tomaba la mano. Al ver sus ojos un mal presentimiento la invadió y le dieron ganas de salir corriendo de allí, llevándolo consigo.

-¿Qué ocurre?- le preguntó.

-No lo sé, supongo que son nervios- respondió no muy convencida- Sé que ya hablamos de eso, pero voy a protegerte allí adentro. Estoy dispuesta a arriesgarme por ti, aunque no pienso ser tu sombra.

-Es lo más romántico que me has dicho hoy- se detuvo, atrayéndola a su cuerpo para besar sus labios- Te juro, Raven Weasley, que si llego a saber que estas en problemas, con gusto daré mi vida para protegerte. Tu solo lanza chispas amarillas y estaré a tu lado.

-No, no lo harás. No te perdonaré si me ayudas- susurró contra sus labios- No quiero oírte decir nada sobre dar la vida. Puedo soportar la muerte de cualquiera, menos la tuya. Puedo ignorar el dolor, puedo incluso vencer a la muerte… pero solo si me prometes que esta noche puedo perderme en tu piel.

-Te lo prometo. 

Llegaron al campo de quidditch, que estaba totalmente irreconocible. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico. Cinco minutos después empezaron a ocuparse las tribunas. El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo.

-Estaremos haciendo una ronda por la parte exterior del laberinto -dijo la profesora McGonagall a los campeones- Si tienen dificultades y quieren  que los rescaten, echen al aire chispas rojas, y uno de nosotros irá a salvarlos, ¿entendido?

Los campeones asintieron.

-Pues entonces... ya pueden irse -les dijo Bagman con voz alegre a los cinco que iban a hacer la ronda.

-Buena suerte- le dijo Raven a Cedric, besándolo frente a toda la audiencia para luego dirigirse a una de las entradas del laberinto.

Bagman se apuntó a la garganta con la varita, murmuró «¡Sonorus!», y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas:

-¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: en el primer puesto, con noventa puntos, ¡la señorita Raven Weasley, del colegio Hogwarts!- los aplausos bajaron desde la tribuna, especialmente de los estudiantes de Slytherin, aunque todo el colegio parecía orgulloso de tener un campeón en el primer puesto- Empatados en segundo lugar, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, ambos del colegio Hogwarts! -los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro-. En tercer lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! -más aplausos-. Y, en quinto lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons!

Raven le dirigió una mirada a sus amigos, que no dejaban de hacerle gestos en señal de apoyo.

-¡Entonces... cuando sople el silbato, entrará la señorita Weasley! -dijo Bagman-. Tres... dos... uno...

Dio un fuerte pitido y Raven alzó la varita para luego internarse en la oscuridad

El lado oscuro de los WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora