En busca de respuestas.

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La sala estaba vuelta un reguero, justo como de costumbre. Dejé caer mi cuerpo en el sofá, llevando mi cabeza entre mis manos, un dolor me invadía, como si me taladrearan el cráneo. Los pasos del chico me hicieron reincorporarme encontrándome con su mirada perdida y cristalina por las lágrimas.

—Yo...uhm..creo que voy a entregarme a la policía.— masculló bajando la mirada llena de vergüenza.

—No creo que les sirvas de mucho, después de todo no recuerdas nada.— Mi vista se mantuvo fija a él, verlo de esa forma me hacía sentir un poco de...¿lástima?

—Es lo único que puedo hacer, no tengo a donde ir, ni siquiera podré salir tranquilo, yo..— Acortó sus palabras a medida que su voz se quebraba y sus manos volvían al intento de apaciguar las lágrimas que corrían por sus mejillas.

—¿Sabes que van a torturarte hasta que hables?

—¡Pero yo no sé nada, no recuerdo nada!.—Alzó de nuevo la vista al igual que el desesperado tono de su voz.

—¿Piensas que te van a creer? Van a tratar de hacerte llegar al límite en el que recuerdes, en el que hables, no van a dejarte escapar tan fácil.— Ni siquiera entendía el por qué de mis palabras, es como si quisiera detenerlo, retractarlo de su decisión. Sentí un impulso por ser yo quien detuviera sus lágrimas, abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Pero nada estaba bien. Nada estaría bien, por que la avalancha de problemas se venía caer, tarde o temprano caería.

—¿Qué debería hacer entonces? No tengo otra opción. No tengo a dónde ir, o alguien a quien buscar para pedir ayuda. ¡Ni siquiera puedo salir a la calle!.— Y era cierto, cada una de sus palabras era cierta, y me hacía sentir tanta pena por él, pero sabía que el ayudarlo, si es que existía alguna forma de hacerlo, solo generaría problemas para mi.

—Puedes quedarte aquí...pero solo hasta que pensemos qué hacer contigo.— No sé quien estaba más asombrado, si el chico o yo mismo ante mis palabras. Mi cabeza volvió a esconderse entre mis manos, a la altura de mis rodillas, ¿por qué justo tenía que pesarme esto a mi? Pero por lo menos agradecía no estar en la posición de Lu Han. Ni siquiera me di cuenta cuando el chico se acercó al sofá sentándose para rodear mi cuerpo con sus brazos.— Gracias...muchas gracias, yo no tengo a nadie y...—Lo detuve en seco, apartando sin cuidado sus manos de mi torso.— Esto es solo temporal, ¿de acuerdo? Lo hago por que me da lástima el estado en el que estás.—Mis palabras fueron duras, pero ciertas. Él solo asintió apartándose de mi tan pronto como pudo.

—Muchas gracias, prometo que pensaré en algo pronto para marcharme, no quiero causarte más problemas.—

—Eso espero, más vale.— Ni siquiera lo observaba, no quería seguir llenándome de esa especie de pena por él, tenía que pensar en cómo deshacerme de él, sin causar tantos estribos.

—Uhm...yo...¿Tienes hambre...?.—Hizo una pausa, como tratando de recordar mi nombre. Aunque en realidad no se lo había dicho, no por lo menos en el lapso que yo recordaba.— Puedo preparar algo de comer si me lo permites.—

—Lay, llámame Lay...—Giré la vista hacía él que se encontraba asintiendo con una especie de sonrisa.— Ya sabes dónde está la cocina.—Añadí poniéndome de pie para dirigirme a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mi, tratando de olvidar por un momento todo lo sucedido, o por lo menos poder procesarlo y digerirlo de una mejor manera.

Necesitaba pensar con la cabeza fría, necesitaba una ducha, vaya que la necesitaba. Me despoje pronto de mi ropa en mi camino hacia el baño, abrí la regadera y dejé que ese compás de pequeñas gotas de agua golpearan mi cuerpo, despertando cada poro dormido de mi cuerpo, pidiendo a gritos que se llevaran consigo por el desagüe todos los malos pensamientos y problemas. Cerré mis ojos, solo inhalando y exhalando en busca de algo de paz antes de comenzar a pensar en algo. No podía obligar a Lu Han a recordar algo cuando ni yo mismo recordaba la noche anterior, mierda. Tenía que comenzar por ahí, ¿Qué carajos había pasado anoche? ¿Cómo diablos terminé con Lu Han en mi cama?

LayHan- Problemático ¿Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora