Artemis Black- Harry Potter y la cámara secreta

Camara de los secretos

Ya era de mañana, Harry y Ron estaban de visita, ya se enteraron de que era el atacante por la nota de Hermione yo les dije mis suposiciones de que la entrada de la cámara debe estar en los baños de Myrtle la Llorona, ellos me contaron todo lo que pasaron cuando yo estaba inconsciente.

—¿Qué hacemos? ¿Vamos directamente a hablar con McGonagall?

— Si, yo digo que sería lo mejor — dije - pero a la vez tengo un extraño presentimiento.

—Vamos a la sala de profesores —dijo Harry, levantándose, me ayudó a ponerme de pie —. Irá allí dentro de diez minutos, ya es casi el recreo.

Bajamos las escaleras, ellos corriendo y yo intentaba correr, aunque es difícil para mí. No queríamos que nos volvieran a encontrar merodeando por otro pasillo, por eso no hacíamos casi ruido, aunque es imposible, los pasillos están desierto. Fuimos directamente a la sala de profesores, que estaba entreabierta, era una sala amplia con una gran mesa y muchas sillas alrededor. caminamos por ella, pero nadie quería sentarse, pasaron unos pequeños minutos, pero jamás llego el sonido de la campaña que marcaba el descanso, los tres nos vimos preocupados, y mi corazón comenzó a palpitar más rápido de lo normal, la voz de la profesora McGonagall amplificada con magia interrumpió nuestros pensamientos.

—Todos los alumnos volverán inmediatamente a los dormitorios de sus respectivas casas. Los profesores deben dirigirse a la sala de profesores. Les ruego que se den prisa.

Harry nos miró, tenía marcada una preocupación en su cara.

—¿Habrá habido otro ataque? ¿Precisamente ahora?

— Solo espero que no sea grave, – sentí otra vez el pánico en mi–.

—¿Qué hacemos? —dijo Ron, aterrorizado—. ¿Regresamos al dormitorio?

—No —dijo Harry, mirando alrededor. Vi que su mirada paró en un ropero—. Si nos escondemos aquí, podremos enterarnos de qué ha pasado. Luego les diremos lo que hemos averiguado.
Nos ocultamos dentro del ropero. Oíamos el ruido de cientos de personas que pasaban por el corredor. La puerta de la sala de profesores se abrió de golpe. Por entre los pliegues de las capas, que olían a humedad, vimos a los profesores que iban entrando en la sala. Algunos parecían desconcertados, otros claramente preocupados. Al final llegó la profesora McGonagall.

—Ha sucedido —dijo a la sala, que la escuchaba en silencio—. Una alumna ha sido raptada por el monstruo. Se la ha llevado a la cámara.

Por favor que sea una mentira, de repente los recuerdos de Lyria vinieron a mi mente causando un escalofrío. Vi como el profesor Flitwick dejó escapar un grito. La profesora Sprout se tapó la boca con las manos. Snape se cogió con fuerza al respaldo de una silla y preguntó:

—¿Está usted segura?

—El heredero de Slytherin —dijo la profesora McGonagall, que estaba pálida— ha dejado un nuevo mensaje, debajo del primero: «Sus huesos reposarán en la cámara por siempre.»

El profesor Flitwick derramó unas cuantas lágrimas.

—¿Quién ha sido? —preguntó la señora Hooch, que se había sentado en una silla porque las rodillas no la sostenían—. ¿Qué alumna?

—Ginny Weasley —dijo la profesora McGonagall.

Mi respiración se detuvo, unas lágrimas querían salir, pero no las dejé, Ron estaba peor que yo se dejó caer, ninguno de los tres podía creer esto.

—Tendremos que enviar a todos los estudiantes a casa mañana —dijo la profesora McGonagall—. Éste es el fin de Hogwarts. Dumbledore siempre dijo...